Bilbao - Maite Orbea tardará tiempo en olvidar la mañana de ayer. Salió de su casa en Castro a las seis de la mañana para ir a trabajar a Bilbao y pasó casi cuatro horas atrapada en la autopista A-8 en El Haya. “No podíamos avanzar, ni para adelante ni para atrás. Aquello era un caos, con muchísimos coches parados. La gente ha terminado yendo caminando a por café y algo para comer”, relataba al llegar a Bilbao, cerca de las cinco de la tarde. Como ella, los conductores que ayer salieron a la carretera daban testimonio de una situación que se repetía en muchos puntos de la red viaria: camiones cruzados, golpes, coches tirados en la cuneta, patinazos... “Si no lo ves, no te lo crees. Era una imagen dantesca”, contaba Iratxe Camio, que tuvo que ir desde Portugalete a Zamudio a trabajar.
Maite vive en Castro pero regenta un bar en Bilbao. Junto a su marido y su hijo, salió de su casa a las seis de la mañana de ayer. Todavía no había cogido la autopista cuando empezaron los problemas. “Hemos intentado ir por la salida de Sámano pero en la subida ya había coches cruzados y no se podía pasar”, explicaba. Retrocedieron hacia Santander por la carretera hasta la salida de Ostende. “No había tanta nieve, no parecía que iba a ser para tanto”, reconocía. Los siguientes problemas los encontraron en la subida a Saltacaballos. “Había ya muchos camiones cruzados, coches patinando...”, enumeraba. Pero lo peor estaba por llegar. “Al llegar a El Haya ha sido el caos. Terrible. Hemos estado atrapados casi cuatro horas”, narraba. “Los coches no podían subir; había un carril libre pero patinábamos. Nos hemos quedado bloqueados. Y los que venían desde Bilbao, en la bajaba, no se ha librado ni uno: un coche se ha empotrado contra un camión, derrapaban, ha habido choques... Caían todos”. Con toda la autopista paralizada, fueron muchos los conductores que salieron incluso de sus vehículos y se acercaron a cafeterías cercanas, “a uno o dos kilómetros”, a coger cafés calientes y algo para comer. “Tantas horas en el coche te entra hambre, sed... Mi hijo, que tenía el examen de final de carrera, no podía de los nervios”, aseguraba. Lo que más echó en falta fue la falta de quitanieves. “En cuanto pasaba una, abría una rodada y pasábamos bien. Pero nevaba mucho y se volvía a cubrir. Al principio íbamos todos por la derecha, como te piden, pero llegaba un momento, en las subidas, en las que los coches derrapaban, patinaban, se quedaban cruzado... Como han podido, de dos carriles se han ido agrupando como en un tetris los que no podían avanzar en tres, y el cuarto lo hemos dejado libre. Los que venían con cadenas podían pasar pero camiones y autobuses, por ejemplo, se han quedado todos bloqueados”, relataba. Al final, “como hemos podido, hemos ido moviendo los coches” y, al ir derritiéndose la nieve con los rayos de sol, pudieron abandonar la autopista en El Haya. Eran las diez y media de la mañana. “No hemos querido arriesgarnos y hemos vuelto a Castro. Ya por la tarde sí hemos ido a trabajar”.
Iratxe Camio tarda habitualmente veinte minutos hasta llegar a su puesto de trabajo en Zamudio; ayer le llevó casi dos horas. El primer susto se lo llevó al intentar salir a la autopista, poco después de las 6.30 horas. “Había diez coches tirados en cada cuneta”, contaba. Más de una hora después, llegaba a Rontegi. “Un colapso: un camión ha hecho la tijera, había muchos coches en la cuneta... Además de la nieve, había hielo, se iban quedando. A mí misma se me ha ido el coche como cinco veces”, reconocía. La imagen de “gente tirada y coches accidentados” se repetía kilómetro tras kilómetro: en la salida hacia el aeropuerto, en el desvío a Bilbao... “Nunca había visto nada así. Todo era un caos y seguía nevando y nevando”.
La situación se repetía, prácticamente idéntica, casi por todo el territorio: en la A-8 en Ugaldebieta, en el acceso a Rontegi desde Erandio, en el polígono del Campillo (Abanto-Zierbena), en el corredor del Kadagua, en Autzagane, en Muxika, en la salida a la autopista por San Mamés, en el acceso a la A-8 desde Basauri, en la AP-68 en Areta... Fueron muchos los conductores que relataban el colapso de las carreteras a primera hora de la mañana, con vehículos cruzados y caravanas.
Lucía Sánchez ni siquiera pudo salir de Portugalete. “Nada más salir del garaje, he visto cómo un coche ha patinado y se ha empotrado contra otro que estaba aparcado”, explicaba. A la altura del cementerio, fueron otros conductores los que avisaron a los que llegaban de que se dieran la vuelta. “La rotonda de Nervacero estaba colapsada. Nos han dicho que ni lo intentáramos. He pasado miedo; el coche patinaba muchísimo”, admitía. Muchos compañeros tampoco pudieron llegar a Igorre. “Y eso que es gente preparada, que vive por la zona y tiene coches con buena tracción. Ni por esas; ayer conducir era un peligro para todos”, finalizaba.