Ortuella - Como muchos niños de su época (principios de los años 70 del pasado siglo), Aitor Corral Cuesta -Piscis, del 14 de marzo- se aficionó a la acuariofilia comunitaria, lo que le llevó, con apenas 12 años, a cuidar de su primer acuario. En él nadaban diferentes variedades de peces tropicales que eran las especies más accesibles en aquella época. Sin embargo, su afición fue derivando con los años hacia especies no tan habituales. “Una vez que empiezas en este mundo te vas marcando retos que vas superando poco a poco y que te llevan a decantarte por unas u otras especies”, señala este ortuellarra que en la actualidad cuenta con más de una veintena de acuarios en los que mantiene y cría peces killis, también conocidos como los peces de la lluvia.

Aitor reconoce que su afición es muy poco conocida ya que a nivel estatal son apenas 150 socios repartidos entre Castilla y León, Madrid y Andalucía. Sin embargo, “el grupo más activo es el del País Vasco con una veintena de socios ya que en otros territorios las distancias dificultan el contacto entre los miembros”. Inicialmente aquí se creó el grupo Killis Taldea aunque se decidió incorporarse a la sociedad española de estos peculiares peces. “Son una especie muy singular ya que los huevos pueden aguantar mucho tiempo enterrados en la tierra hasta que empieza a llover y entonces surgen en tropel en el lugar donde estaban depositados. Hay casos documentados de colonias de killis que han nacido en la huella dejada en el barro por un elefante que una vez llegó la lluvia acogió una colonia de estos peces”, comenta este empleado de una gran superficie de alimentación vasca. Aitor reconoce que “la cría de estos peces es una afición a jornada completa ya que los alevines son como un bebé al que hay que darles de comer de manera continuada cada pocas horas. Los adultos pueden aguantar varios días pero a las crías hay que atenderlas con mimo”, señala. Iniciado en esta faceta de la acuariofilia por Maite Aguirre y Javier Rabanal, la experiencia adquirida en estos años le ha llevado a dar un importante salto convirtiendo una de las habitaciones de su casa en el barrio ortuellarra de Urioste en una Fish room, una especie de templo donde los peces son los inquilinos de lujo con acuarios dotados de termostatos que regulan la temperatura del agua, filtros que oxigenan el agua de sus mascotas, una iluminación ad hoc para su adecuado desarrollo y plantas suficientes para acoger a estos tímidos peces. “En la naturaleza, estos peces están en la parte baja de la cadena trófica por lo que son presas naturales de muchas especies lo que les obliga a buscar refugio entre las plantas tanto para sobrevivir como para criar”, señala este aficionado que cuenta con el apoyo de su compañera y de su hija en el sostenimiento de este hobby que, sin ser una ruina, sí supone un coste importante “ya que la manutención exige un consumo significativo de electricidad”.

En este sentido, Aitor diferencia el mantenimiento de los adultos de la cría a la que se dedica. Esta actividad le lleva a inundar sus acuarios de mopas de lana donde las hembras de killi depositan unos huevos de apenas dos milímetros. “El huevo, a los 21 días más menos, se rompe y la cría la trasladamos a unos pequeños receptáculos donde los alimentamos de artemia, un alimento vivo salino microscópico. Una especie de plancton para estos peces”, apunta este aficionado que se tilda como “uno de los más noveles de los aficionados vascos”. Según señala Aitor, estos peces de colores vivos suelen vivir en la naturaleza en aguas turbias, charcas marginales y en algunos casos están siendo reintroducidos en la naturaleza por los propios aficionados. “En África, se ha llevado a cabo la recuperación de los peces killi en algunas zonas de Gabón”, comenta este aficionado vasco quien recuerda que el próximo mes de abril habrá una nueva convención de esta especie en la OKE de Ortuella.