Orozko - Desde hace ocho años, gracias a su fuerte determinación y a su tesón, Aida Fuentes Iza mantiene vivo el legado del Obrador y Panadería Iza que puso en marcha su abuelo en Orozko y del que, después, tomó las riendas su madre, abriendo también un punto de venta en el cercano municipio de Laudio. Ponerse al frente de la empresa no era, en principio, su proyecto de vida más inmediato. De hecho, enfocó su formación a estudiar interpretación y también traducción “porque me gustaba mucho viajar y en la panadería ayudaba los fines de semana”.
El punto de inflexión llegó con el fallecimiento de su madre, cuando Aida tenía 24 años. “Soy hija única y fue un momento muy duro por la pérdida personal y porque, además, dependía de mí el futuro de un negocio familiar que no dominaba. ¡No sabía ni los kilos de harina que entraban por la puerta!”, recuerda. Pero, en ese delicado momento, además de los espacios físicos de trabajo, Aida fue consciente de que “me había quedado también con un equipo de gente que desde el primer momento me mostró su apoyo y que me dijeron que en este barco remábamos todos”. Era lo que necesitaba para adoptar una firme decisión de la que “no me he arrepentido nunca” aunque teniendo también claro que “me debía formar y, al mismo tiempo, renovar el negocio”. Ahora Aida asegura estar “en un punto en el que ya puedo decir que disfruto y controlo lo que hago, aunque también soy consciente de que me queda mucho por aprender”.
Y ese oficio artesano que desempeña, con la calidad y excelencia en las materias primas como señas de identidad, llevó a Aida a vivir recientemente una bonita experiencia solidaria en Policastro, una localidad al norte de Grecia de unos 10.000 habitantes donde se asienta el campamento de refugiados Nea-Kavala. “Yo siempre había querido hacer un voluntariado y el pasado mes de octubre me puse a mirar opciones”, explica. Buscando en Internet, localizó un vídeo de la asociación Acción Directa Sierra Norte “que desarrollaba una iniciativa que encajaba conmigo y que podía ser una manera de enriquecerme tanto personal como profesionalmente”. Se trataba del proyecto Movil Kitchen para ofrecer comidas y pan árabe a los 600 refugiados del campamento.
Amasar, hornear y repartir Aida no lo dudó. Convenció a su pareja, Aitor, para que se sumase a la aventura, escribió a la asociación y, tras obtener su visto bueno, compró los billetes y el 9 de enero pusieron rumbo a Policastro para prestar su ayuda y sus conocimientos durante quince días. Una vez allí, se incorporó al equipo humano que trabajaba en el obrador montado en el pueblo por Acción Directa Sierra Norte. “Eran dos chicos de Camerún y uno de Sierra Leona que hacían 1.000 piezas diarias de pan árabe. Yo nunca había hecho ese tipo de producto pero me enseñaron y aprendí rápido”.
Durante su estancia, Aida también impartió a los tres jóvenes un taller “de elaboración de nuestro pan y fue muy emocionante porque estaban muy ilusionados, no dejaban de tomar apuntes y de hacer preguntas y Aitor y yo acabamos llorando” y otro de magdalenas “con el que ya alucinaron”. Los días en los que participó en el reparto de sus productos en el campamento también resultaron emocionantes. “A mí me encantaba. Me despojé de cualquier tipo de vergüenza y lo daba todo. Iba con un chico de Gaza y un carrito gritando ¡bread, bread! y la gente se nos iba acercando. Los chiquillos corrían detrás nuestro y nos acompañaban...”, recuerda.
La experiencia fue tan satisfactoria que Aida Fuentes Iza tiene la intención de “volver, este mismo año si puedo”. Su acción solidaria in situ se reforzó con la campaña de recogida de alimentos no perecederos, ropa y calzado que impulsó desde su obrador y la panadería “y con la que logramos enviar dos palés a los campamentos de Lesbos”. Ahora, intenta junto a un grupo de compañeros panaderos “comprar un horno en condiciones para Acción Directa Sierra Norte”. Y especialmente orgullosa se siente al saber que “los chicos con los que trabajé en Policastro hacen cincuenta piezas semanales del pan que nosotros les enseñamos y ganan un dinerillo al venderlo a las ONG. Ojalá les pueda servir para labrarse un futuro mejor”, desea.