Balmaseda - En Balmaseda los viernes saben a Maiken. A la carta de cervezas que presenta Javier Sevillano en un espacio que transporta a las grandes ciudades: música en vivo y una decoración comparable a un loft de Nueva York enmarcan el inicio del fin de semana. Aires de gran manzana para un proyecto que se gestó en la intimidad de la cocina familiar. Hace seis o siete años, “cuando el sector cervecero guardaba todavía muchas incógnitas”, Javier y su mujer probaron a crear sus primeras cervezas mientras soñaban con una producción propia.

Fue la incertidumbre laboral lo que les motivó a hacerlo realidad a una escala mayor que las latas de 15 litros con las que experimentaban, “después de pensármelo durante un año”. Como todo queda en casa, su hijo ideó el nombre de Maiken, “una mezcla de euskera y catalán que se le ocurrió” y diseñó el logotipo en el que se adivina el trigo que remite al carácter artesanal. Ya con nombre e imagen corporativa, “me puse a investigar” y definir el modelo de la empresa con una idea clara: primaría el trabajo de cara al público. Para ello, precisaban un local cerca de Balmaseda, pero al mismo tiempo ser lo suficientemente amplio como para desarrollar allí todo el proceso, y lo encontraron en la calle Virgen de Gracia.

En su laboratorio particular crean “recetas y elaboraciones propias, cervezas especiales para Balmaseda” en cinco variedades de graduaciones variables que se acoplan a diferentes momentos, desde después de la cena en sustitución del típico licor, a modo de aperitivo o para acompañar la comida. Juntas suman entre 25.000 y 30.000 litros al año listos para saborear “a lo largo de los doce meses, porque pensamos que el consumo no debe restringirse a las épocas de calor”. “Las cervezas se beben mucho, cada vez más. De hecho, también las hay de invierno, con más cuerpo”, describe. En encontrar aquellas que mejor mariden con diferentes menús para realzar los platos “y no apagarlos” reside otra de las cualidades de un buen cervecero ,” aunque este es un campo en el que todavía nos falta mucho por explorar”, confiesa.

Tanto como las posibilidades que le intuyen a la carta que ampliarán con más incirporaciones, porque “no hay que dejar de estudiar”. En la familia Sevillano no paran. Reciben en su nave de Balmaseda a expertos que les ayudan a explorar las combinaciones con las que sorprender a sus clientes. posibilidades. “Próximamente vendrá un chico de Barcelona y vamos a trabajar juntos en el desarrollo de unas levaduras”, cuenta. Además, viajan continuamente a ferias para mantenerse al tanto de las últimas novedades. Sobre todo, “a las más cercanas: Gustoko de BEC, Valladolid o Salamanca”.

Un banco de pruebas de lo más fiable se pone en marcha los viernes entre las 19.30 y las 23.00 horas. En un espacio que han bautizado como Tap Room se funden música y bocados de queso, mermelada de cerveza artesana o hamburguesa para cenar y los cuatro grifos de los que manan las cervezas que van alternándose. “Es un concepto muy americano, concebimos con esa idea hasta la decoración, provista de una barra, mesas con bancos de madera y una zona con sofás”, explica Javier. Un espacio que responde, además, al deseo de organizar catas de cerveza a las que se puede asistir con reserva previa. “Aplicamos los sentidos: primero la vista, después el olfato y, por último el gusto”, repasa, sin dejar de observar a los consumidores. De sus reacciones dependerá en gran parte si la cerveza supera el examen y pasa a la carta.