El perejil de la salsa de Muskiz
Juantxu Ibáñez ha sido parte activa de la vida sociocultural y deportiva de su municipio Ligado a varios clubs, en los 70 también ayudó al desarrollo de la ikastola y las fiestas populares
Emilio Zunzunegi
Muskiz - Juantxu Ibáñez Cestona es como el perejil de Arguiñano que aparece en todos las salsas o, en este caso, en todos los saraos populares que se han organizado durante varias décadas en la localidad de Muskiz donde nació hace 71 años. Apasionado de la pelota, aficionado al fútbol y seguidor del Athletic -“yo nací el 1 de marzo igual que Iribar y Fidel Uriarte”-, Ibáñez ha sido directivo de clubs como la sociedad pelotazale Barbadun o la Juventud Deportiva Somorrostro.
Agente activo en el desarrollo de la ikastola de Muskiz, del grupo de danzas vascas Intzarri y de la recuperación de las fiestas populares en 1974, Ibáñez rehuye el protagonismo de su prolongado apoyo a cuantas propuestas populares se han puesto en marcha por el bien de los vecinos de su pueblo. Por ello, enseguida tiende a incorporar a su relato los nombres de otros muskiztarras a los que suma en sus desvelos por causas como la cultura vasca, el deporte o las fiestas populares. “En todo los que he estado me ha gustado colaborar y ayudar pero nunca me ha gustado destacar”, enfatiza.
Vinculado casi desde su nacimiento al impulso de la ikastola de Muskiz -cuyo alma mater fue según destaca, Jose Ángel Iza- Ibáñez recuerda con cariño el arduo esfuerzo militante que realizaban entonces los padres por mantener vivo el centro que comenzó con unos 20 niños en la Cooperativa y que luego pasó por el colegio de las monjas y las escuelas de las Llosas.
“Cuando aquello, todos los fines de semana del verano poníamos una txosna en Pobeña para sacar dinero con el que afrontar los pagos de la ikastola. También la poníamos por fiestas de San Juan en junio y en la romería de El Socorro en septiembre”, señala este jubilado de Petronor al que como a otros padres le toco avalar alguna vez los pagos cuando la economía de la ikastola flaqueaba.
“A veces llegaba final de mes y no llegaba el dinero así que los padres teníamos que avalar por turnos a la junta para que pudieran cobrar los profesores”, rememora Ibáñez, quien mantiene un grato recuerdo de andereños como Cipriana o Mara Salinas.
Ibilaldia La amplia experiencia adquirida por los aitas y amas de la ikastola muskiztarra detrás de la barra de una txosna les llevó a participar activamente en el Ibilaldia celebrado en 1983 en Portugalete. “Fue un trabajo de un año pero mereció la pena. Nosotros, junto a otras ikastolas de la zona, nos encargamos de lograr los materiales para las txosnas. La gente se reía porque Jose Mari Urkijo y yo compramos 250 metros de estructura como la de los invernaderos, porque el mecanotubo salía muy caro, pero nos sirvió bien para montar cinco recintos de 50 metros cada uno”, certifica este topógrafo delineante que intervino como jefe de obras en dos proyectos destacados del municipio como el desarrollo del polígono San Juan y el dragado más importante hecho en el río Barbadun.
Para entonces, principios de los años 70 del pasado siglo, Muskiz había perdido su carácter netamente rural con la llegada de Petronor en 1968, pasando en una década de contar con 4.700 habitantes a más de 6.000. En aquel ambiente del tardofranquismo, Ibáñez, junto a su cuadrilla y a colaboradores como Juanjo Benito, se lió la manta y organizó las primeras fiestas populares “sin nada más que entusiasmo por sacar a la calle la cultura vasca y promover unas fiestas participativas”. Perurena, los Barbis o el actor Pablo Sanz fueron algunos de los nombres propios de aquellas fiestas “en las que no veíamos a las mujeres ya que estábamos todo el día en la plaza o en San Juan”, indica este hombre desprendido quien rechaza la idea de que las fiestas están para verlas. “Las fiestas, como la vida, están hechas para participar”.