NO le hace falta hablar para expresar a través de su mirada las ganas de sentir, de jugar y de reír que desprende la pequeña Saioa. Atentamente le observa Kira, la perra labrador que le acompaña desde hace unos meses y que colabora de manera activa en la estimulación de esta niña con autismo que reside en el barrio bilbaino de La Peña. Hace un año, DEIA dio a conocer la historia de esta pequeña de mirada dulce, sincera que camina siempre sujeta con un arnés. Saioa Garrido fue la primera niña con autismo en lograr un perro de asistencia. Esta semana, la familia volvió a recibir a DEIA para contar cómo van los avances con la pequeña y su can.

Conscientes de que el trabajo no es fácil, mantienen la esperanza de que será beneficioso en el desarrollo futuro de la niña. Los resultados comienzan a ser visibles. Saioa no duda en mostrar su enfado cuando camina y ve a lo lejos los columpios en los que tanto le gusta montarse. Llora, empuja e intenta ser más fuerte que Kira, pero ella no le deja; la frena e intenta canalizar sus impulsos. “Es una niña y sabe perfectamente lo que le gusta y lo que quiere en cada momento”, dice con una sonrisa su madre, Inga Aguirreamalloa.

El año pasado, Olentzero dejó el mejor de los regalos en casa de esta familia bilbaina. Después de mucho esfuerzo consiguieron que el carbonera barrigón les dejará un cachorro de asistencia entrenada por la fundación Bocalan de Madrid. El comienzo no fue fácil. El perro que entonces le fue asignado se llamaba Rita, era de color negro y tenía una cardiopatía sin diagnosticar. Gracias a la Fundación Rotary Club San Sebastián consiguieron costear su compra. Pero Rita no tuvo apenas tiempo para jugar con la pequeña. Tres semanas después de llegar a La Peña, murió. “Fue un golpe muy duro, pero al menos no estuvo mucho tiempo entre nosotros y, aunque se le echó de menos, fue más llevadero para la niña”. Los primeros días Saioa se quedaba mirando la cama de Rita, cuando salían de casa dejaba un espacio para que la perra entrase... Saioa la buscaba, pero ya no estaba.

La familia decidió colmarse de paciencia y confiar en que en poco tiempo otra perra formara parte de la familia. Y ese día llegó. “Tuvimos que esperar, pero en octubre tuvimos la gran sorpresa, Kira entraba en nuestras vidas”, explica la madre. La evolución de la pequeña es cada día más evidente. Saioa y Kira comparten juegos; la perra busca a Saioa cuando esta se tumba en el pasillo a jugar con sus puzzles. “Kira le toca con la pata para conseguir el contacto con la peque”, describe el padre, Sergio Garrido. Poco a poco ha aprendido a acariciarle, a darle de comer e incluso le toca con curiosidad el frío hocico. Se trata de que Saioa encuentre en Kira ese apoyo incondicional que le ayude a controlar y a motivarse.

Crear emociones

No hay muchos estudios sobre perros de asistencia y autismo, pero sí se han utilizado algunas bases científicas sobre la realización de Terapia Asistida con Animales (TAA) con autismo que se han tenido muy en cuenta a la hora de entrenar y acoplar a los perros de asistencia. La experiencia refleja que los animales en TAA hacen de agentes motivadores y reforzadores de conductas, además de catalizadores de emociones. Sus efectos socializadores son muy efectivos y fomentan, entre otras cosas, el aumento de las habilidades sociales, la atención, concentración, autoestima y la comunicación. Por eso, cuando antes se entregue el perro al niño es, según explica Inga, “mucho mejor”, porque le ayudará en su estimulación temprana, tan importante para un mejor desarrollo del mismo. La edad idónea para entregarlos suele ser a partir de los 3 o 4 años.

Saioa tiene 4 años. Todavía apenas habla, solo realiza algunos ruidos con los que se hace entender. Cuando la pequeña está en la bañera, Kira la observa, vigila sus movimientos. Iraia, la hermana mayor, le limpia el pelo. “Nos queda mucho trabajo por hacer, pero los avances son cada vez más evidentes”, relata la madre. La perra solo acepta comida de Saioa, de nadie más. “Ella come pienso, pero ya sabe que si le da Saioa una patata o un gusanito puede cogerlo. Le encanta”. De hecho no es la primera vez que la pequeña Saioa se ha recorrido la casa de punta a punta corriendo huyendo de Kira. “Le ve que tiene una galleta y le sigue por toda la casa para convencerla para que se la de. Al final, Saioa se aburre y termina dándosela para que le deje en paz”.

Le encanta la música y tiene una memoria de colores espectacular. Además, la pequeña es muy hábil para formar puzzles. Olentzero le ha traído este año uno de 38 piezas. Ayer pasaron la tarde sentadas en el pasillo compartiendo juegos y miradas cómplices.