Balmaseda - A los trabajadores les costará asimilar que desde enero tendrán que coger el coche para ir a trabajar al polígono de Arla y no caminar hasta la fábrica, como hasta ahora. Después de superar varias dificultades a lo largo de la década transcurrida desde que se puso sobre la mesa sacar a Winoa Ibérica del centro a las afueras de Balmaseda, por fin se avecina el traslado. Mientras prosiguen las obras, ya se ha interrumpido definitivamente la producción en la actual Fabio Murga. Porque, aunque la empresa oficialmente lleva el nombre del grupo francés que se hizo con la factoría de granalla, así es como se la sigue conociendo y, así luce el rótulo de la fachada principal, que mira hacia la estación del tren.
Pasarán de utilizar una maquinaria “obsoleta” a disponer de las tecnologías más avanzadas y seguridad, así como “el doble de depuradoras, que ofrecerán un tratamiento de aguas más completo, entre otras mejoras”, compara el director financiero de Winoa, José María Oteo. A lo largo de 42 años en plantilla, ha sido partícipe de la evolución y arraigo en Balmaseda de una firma que empezó “dedicándose a ebanistería y también desempeñó tareas relacionadas con el ferrocarril, además de fabricar frascos de las minas de Almadén para el mercurio” antes de que la fábrica fuera adquirida por la multinacional Winoa a mediados de la década de los noventa. Hoy día es la única productora de granalla del Estado “y la segunda más importante a nivel europeo”. De ella salen “alrededor de 35.000 toneladas al año” destinadas sobre todo al mercado del granito que se distribuyen entre la península “parte de la India y Escandinavia”. Actualmente componen la plantilla “77 personas”.
En medio de una preocupante desindustrialización, Fabio Murga es posiblemente la firma más veterana de cuantas continúan en la comarca, con sus 83 años pegada al Kadagua. No es de extrañar que se haya forjado un estrecho vínculo con el municipio, empleando a varias generaciones de balmasedanos. “Hay quien se ha jubilado aquí con cinco décadas cotizadas”. No solo eso, “en no menos de 18 casos han trabajado padres e hijos que a veces han llegado a coincidir. Sucedía así porque los propietarios, cuya casa solariega se mantiene en pie a un paso de la plaza de San Severino, “concedían prioridad a los descendientes de los empleados”. En el archivo fotográfico que han almacenado en las ocho décadas de historia compartida se ven imágenes de confraternización en eventos de la empresa o partidos de fútbol.
Aunque esa política de contrataciones ya no está vigente. “Vas entrando por el curriculum”, porque hace tiempo que ya no se aplica la preferencia para las familias de empleados, puntualiza Rubén Cuadros, con seis años en la empresa y coordinador de seguridad, responsable de formación y de nóminas. Ante el inminente adiós definitivo, “nos sentimos todos con la ilusión de estrenar algo nuevo que no va a tener ni punto de comparación con lo anterior”, confiesa. Ya acarician la mudanza que no siempre pareció tan encarrilada. Al principio, se eligió un terreno en Rebollar que el Gobierno vasco descartó al haber sido destinado a depósito de residuos, pese a que había sido cerrado herméticamente. El proyecto se desbloqueó “cuando el propio Gobierno vasco y la Diputación entraron a formar parte y se abrió la puerta a la permuta de la parcela de Rebollar por la de Arla”, detalla José María Oteo. La primera piedra se colocó en febrero de 2014 y las instalaciones empezaron a levantarse en 2016.