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Untzueta y las jentil-bolak

Las gigantes bolas de piedra utilizadas por los soldados de Don Tello para asediar y derribar en 1357 el castillo de Untzueta dieron lugar a leyendas relacionadas con lo sobrenatural, los gentiles y los juegos de bolos o de pelota

Untzueta y las jentil-bolak

CUENTAN las leyendas que la cumbre del Untzueta -a 766 metros de altitud y visible desde Orozko, Laudio, Arakaldo, Arrankudiaga o Zeberio- estuvo habitada por gentiles, gigantes de la mitología vasca de fuerza descomunal. De hecho, vecinos de Arrankudiaga y de Orozko sostienen que estos seres jugaban a los bolos y a la pelota desde allí y el monte Arrola y cuando las grandes bolas de piedra chocaban entre sí caían a diferentes puntos del entorno, como los barrancos de Urdiola y de Usi, donde aún hoy en día son visibles. De ahí que estos proyectiles también sean conocidos como jentil-bolak.

La realidad es que la singular forma puntiaguda de esta cima albergó un castillo medieval que sufrió numerosos ataques y asedios hasta su destrucción total en el siglo XV. Sus restos fueron hallados gracias a las dos campañas de prospecciones arqueológicas promovidas en agosto de 2006 y de 2007 por Aunia Kultura Elkartea. Las excavaciones, en las que participaron una veintena de personas, sacaron a la luz muros de 1,67 metros de anchura “como los de las torres que se levantaban abajo, en los valles”, indica al respecto el investigador Iñaki García Uribe.

La fortificación se componía de un aljibe bajo un recinto inferior amurallado de al menos 450 metros cuadrados y una torre vigía de tres plantas y 17 metros de altura “levantada en un farallón calizo encaramado a un cerro, un balcón único para otear el horizonte hacia los cuatro puntos cardinales”. Tal ubicación hace pensar que “su función era eminentemente estratégica y de control de caminos” y formaba parte de “un sistema de comunicaciones para controlar la confluencia de tres valles importantes que unen la meseta con la costa, ya que el castillo de Untzueta se ponían en contacto con otros que existían, en lo que después fue el Señorío de Bizkaia, a través del envío y recepción de señales acústicas o de humo”, afirma Uribe.

De esas dos prospecciones arqueológicas se desprende que el castillo de Untzueta fue construido en la primera mitad del siglo XI o en la primera mitad del XII “y hubo posteriores obras de reconstrucción hasta el siglo XV”.

Y durante esos trabajos se localizó también el basurero “un agujero de medio metro en la parte central del habitáculo donde los soldados tiraban lo que ni siquiera se comían los perros”. Allí se hallaron restos de 908 animales y en otros puntos del área excavada monedas, piezas de cerámica, puntas de flechas de hierro y “hasta lo que parece un bonito imperdible de la época”.

Asedios y destrucción A lo largo de su historia, la fortaleza de Untzueta soportó, al menos, cuatro asedios como consecuencia de la inestable relación entre los reyes de Castilla y los Señores de Bizkaia, “lo que demuestra que era un punto estratégico muy importante”. Entre los ataques documentados se encuentran el del año 1277 cuando es tomado por Alfonso X, El Sabio, mientras que en 1289 es atacado por Sancho IV, en 1334 resiste el asedio de Alfonso XII y en 1355 hace frente a Pedro I, El Cruel. El castillo podía albergar de manera continua entre 5 o 20 soldados, dotación que se reforzaba considerablemente para contener a intentos de invasión de hasta 300 combatientes, la mayoría mercenarios.

Fue en 1357 cuando Don Tello mandó derribar el castillo tras un duro asedio “que duró dos meses”. Para agujerear uno de sus gruesos muros mandó instalar “seguramente, en el collado de Asuntze” un fundíbulo, “un ingenio gigantesco parecido a la catapulta o al trabuquete para lanzar las harribolak o bolas de la muerte con unas eslingas. Y para llegar hasta la cima del Untzueta debían disponer de contrapesos de entre mil y cinco mil kilos”, explica García Uribe. Dado su tamaño y la fuerza que exigía su carga, el trabuco era un arma extremadamente lenta y que solo podía lanzar tres o cuatro bolas a la hora. Requería la presencia de doce hombres más un capitán llamado magister tormentorum además de “carpinteros, leñadores para talar árboles y una decena de canteros que tardaban unas diez horas en tallar una piedra”.

Según Iñaki García Uribe, muchos de esos grandes proyectiles “fueron cincelados en Orozko”. El etnógrafo Antton Arrieta Valverde, autor del libro editado en euskera Ciento un fuertes del País Vasco. Del Renacimiento al carlismo, precisa al respecto que “cincelar este tipo de piedras era, en aquella época, un trabajo auxiliar para muchos caseríos y se vendían al Señor de Bizkaia, que tenía sus baterías en la costa o incluso a la Armada Española”.

Don Tello no dejó piedra sobre piedra y logró derribar casi por completo el castillo. Tal es así, que las excavaciones promovidas hace una década por Aunia Kultura Elkartea tan solo pudieron recuperar unos treinta centímetros de altura de la muralla de la fortificación. “El asedio sucedió hace 700 años y el único testimonio que había de aquel duro ataque eran los bolaños de piedra similares a un balón de fútbol que se encontraban en diferentes puntos del valle. Los lugareños no tenían ni idea de la existencia de ese castillo y del ataque que sufrió. De ahí que la creencia popular aludiera a los juegos de los gentiles como causa de la existencia de esas bolas”, justifica el investigador ugaotarra que ya recogió en su libros Paseos por Orozko alguna de esas leyendas.

Hoy en día, el municipio de Orozko puede presumir de disponer de la mayor colección de harribolak “posiblemente de toda Europa y que fueron encontradas en diferentes puntos del monte”, al igual que ocurre en terrenos de localidades cercanas como Zeberio, Arrankudiaga o Arakaldo. Son, junto a los restos del Castillo de Untzueta, los vestigios de un pasado épico, de las luchas por mantener el control de un territorio y que tiene en Bizkaia otros muchos ejemplos como son las fortificaciones levantadas en Malmasín (Basauri), Ereñosar (posición dominante sobre la ría de Gernika), Gaztelugatxe (Bakio/Bermeo), Zarragoiti (sobre el puerto de Bermeo) o Astxiki (en Mañaria).