Zalla - En un municipio donde reza la sabiduría popular que el gorro de San Pantaleón ayuda a eliminar el dolor de cabeza y existe un ritual para despojarse de los malos espíritus en la ermita de San Pedro Zarikete, nadie se sorprende al escuchar que una persona puede hacer que las verrugas se caigan sin recurrir a la medicina tradicional. Y, entonces, ¿cuál es la receta de Juanjo Trasviña? Responde sin pestañear y totalmente en serio que “el poder de la mente”, un don heredado de su padre, a quien conocían como El brujo de Zalla.
Al morir su padre “la gente empezó a preguntarme en el pueblo” si seguiría adelante aplicando tan curioso tratamiento y descubrió que él también podía hacer desaparecer las verrugas con el mismo procedimiento que tantas veces había visto en su casa. Curiosamente, Leandro Trasviña se inició a la misma edad que Juanjo, 40 años. Le bastaba con observar las verrugas y pensar en ellas para que desaparecieran por sí solas en un periodo de tiempo que calculaba él mismo, dice su hijo reproduciendo las palabras de su progenitor en un reportaje que publicó en 1991 el periódico comarcal Enkartberriak y que guarda como un tesoro. “Las miraba, las contaba y mandaba a la gente volver”, recuerda. A veces no necesitaba ni examinar a la persona. Eso sí, era y es importante que acudieran en la fecha acordada para comprobar si las erupciones se habían esfumado de raíz y que las mantuvieran lo más secas posible.
El inusual tratamiento no siempre surtía efecto. “Unas no se caían y otras igual se habían caído y mi padre no lo sabía” si el afectado no se ponía de nuevo en sus manos. “No era médico ni curandero, tan solo alguien con fe” que tenía por máxima no cobrar, al igual que su hijo. Frente a la incredulidad de muchos y las bromas de quienes “se lo toman a cachondeo”, Juanjo Trasviña pide “respeto”. Su padre lo tuvo de “un médico de la zona que le mandó a algunos de sus pacientes”. El propio Juanjo asistió a casos a los que no halla más explicación que la extraña facultad que poseía su padre. “A un compañero mío de trabajo que llevaba barba para ocultar las verrugas le dijo que la próxima vez que se vieran estaría afeitado. Y así fue”, evoca. Ya al tomar el relevo casi por aclamación popular, fue a verle una familia preocupada porque “a su hijo de pocos meses le habían salido verrugas en los genitales”. Al parecer, el pediatra desaconsejaba administrar antibióticos “al tratarse de una parte del cuerpo muy sensible” y Juanjo logró “que se le cayeran todas”. También ha probado suerte con los lunares, aunque en menor medida.
Desconoce a cuánta gente de Zalla y alrededores ha recibido en las últimas dos décadas, ya que “no llevo la cuenta”, pero sí asegura que “en todas las casas” de la localidad hay quien ha pasado por sus manos. Lo que sí se ha preguntado en multitud de ocasiones es de dónde proviene esta facultad. Hasta que Leandro Trasviña le declaró la guerra a las verrugas, nadie en la familia había manifestado aptitudes similares. “Mi padre fue el primero, preguntamos a la generación de mi abuela y no conocían otro caso”, señala. Juanjo continuará su estela “hasta que pueda; quién sabe si, tal y como llegó, esta habilidad se va”.
Así que la bruja Lucía de Aretxaga, símbolo de leyenda del municipio hechizado por antonomasia y protagonista del desfile que da inicio a las fiestas, ya puede rezar para que Juanjo Trasviña no se cruce en su camino. Porque se arriesga a perder la característica verruga de su nariz.