Kortezubi - Nerea Larrabe es la responsable de dirigir el Refugio de Fauna Basondo donde convive la flora y sobre todo la fauna más diversa. El recinto ofrece la oportunidad de poder observar a las distintas especies in situ, lo que permite realizar labores de sensibilización y educación ambiental. Un refugio donde los niños pueden aprender las características de los animales y en el que los no tan jóvenes pueden volver a conectarse con la naturaleza, sobre todo aquellos urbanitas que pueden tener más desapego con el medio ambiente.
Basondo comenzó su andadura en Garai de la mano del veterinario Xabier Maiztegi, que se encargaba de recoger todo tipo de animales heridos, enfermos, abandonados o decomisados. Tras su muerte, el centro se trasladó a Kortezubi donde, desde el año 2010, se mantiene como un lugar de sensibilización hacia la naturaleza. Tal y como describe Larrabe, que además es educadora infantil, “Basondo es un refugio de fauna y flora silvestre, que no hay que confundir como algunas personas creen, que es un centro de recuperación o reserva natural”. Hoy en día, los más de 100 animales de 25 especies distintas que conviven en el lugar han llegado mediante tres distintas vías: de centros de recuperación como puede ser el de Gorliz, de particulares que los han tenido como mascotas en casa pero han llegado a un punto que no los pueden cuidar y, en tercer lugar, de algún programa de recuperación de fauna, como el del bisonte europeo.
“La gente cree, y ocurre mucho sobre todo a partir de primavera, que al encontrar un águila o un corzo, por ejemplo, nos encargamos de recogerlos y todo el rato debemos de explicar que nosotros no nos dedicamos a ello”. Por ello, si alguien se encuentra en una situación así, a quien debe de llamar es a Base Gorria y allí les suelen dirigir al centro de recuperación de Gorliz, que se encargan de ir a por el animal. “En esos centros tratan de tener el mínimo contacto posible con el animal porque si se recuperan del todo los devuelven donde los han encontrado”, detalla Larrondo. Si la recuperación total no fuera posible y les quedará alguna lesión, en vez de sacrificarlos, los ceden a centros como Basondo, que utiliza su presencia con fines pedagógicos. “Ni compramos, ni vendemos animales y lo que hacemos es darles una segunda oportunidad. Los cuidamos y aprovechamos para mostrarlos a los visitantes para que los conozcan, empaticen con la fauna del entorno y empiecen a respetarla. Es una labor muy grande”.
Hay que tener en cuenta casos que suceden muy habitualmente, en los que la gente intentando ayudar consigue justo el efecto contrario. Un claro ejemplo es el de los corzos, por ejemplo. Cuando son pequeños, quienes se los encuentran en el bosque tienden a recogerlos o acercarse a tocarlos, algo que puede ser contraproducente ya que pueden impregnarse del olor corporal humano y su madre al no identificarles después, les abandonan, con lo que en el mejor de los casos terminan en lugares como Basondo. Ahí radica la gran diferencia entre un zoo y el centro de Kortezubi. “En un zoo, los animales se cogen directamente de la naturaleza y se colocan encerrados para que la gente los pueda visitar. Nuestros animales vienen con algún tipo de lesión que no les permite vivir en su hábitat”.
Casos como este dan más importancia a la labor pedagógica que ejerce el refugio y que consideran “muy enriquecedora”. Un lugar donde conocer más de los animales, ya que como apunta Nerea Larrabe, “Basondo es una aula abierta donde no hay libros, pero se aprende muchísimo”. Un lugar donde poder conectar de nuevo con el entorno natural.