Conocer lugares con encanto parece complicado. Pero las cabañas en los árboles de Zuhaitz Etxea, un espacio natural ubicado en Zeanuri, cumplen todos los requisitos para albergar días de diversión en su interior. Naturaleza, paz, energía y pureza. Es lo que se encontró aquí Ester, una malagueña aventurera, que estos días viaja por la zona junto a su marido y sus dos hijos. “Sin duda, este es el sitio en el que mejor hemos dormido en nuestra vida”, relata. Estas casas de altura encabezan el listado de glampings -campings con glamur- del Estado que elaboró la Guía Repsol el pasado año.
Para lograr estar entre los mejores solo es necesario cumplir un requisito: estar al aire libre sin renunciar a la comodidad. Para ello, no será necesario sacar los sacos de dormir ya que las camas son las protagonistas de este espacio. Dentro de esa lista, los campings de Málaga, Casa de Laila y Cloud House; Alicante, Casa del Mundo y Refugio Marnes, y Lanzarote, Retreats, son los otros cinco protagonistas que cumplen con estas condiciones. El concepto de camping en estos lugares es muy diferente. Muchos son por ejemplo yurtes mongolas, una especie de cabañas que usaban los antiguos nómadas, o jaimas, tiendas de campaña que utilizan los nómadas árabes, todos ellos permiten a los clientes vivir una experiencia única.
“Buscamos experiencias distintas con nuestros hijos. Queríamos salir de la ciudad porque vivimos en la capital”, prosigue la malagueña. Hasta la actualidad, este espacio natural ubicado en pleno bosque cuenta con cinco cabañas clavadas en los árboles a las que no les falta detalle. Elaia, Hontza, Txantxangorri y Suite Ooooh! son cuatro de los espacios en los que los clientes se sumergen en un océano de ramas. En julio finalizaron la última, que recibe el nombre de Amalur y se sitúa nada más y nada menos que a 17 metros de altura. El establecimiento ya tiene previsto construir otras tres, según confirma una de las trabajadoras de Zuhaitz Etxea, Nieves Almagro.
Con una polea, las nueve trabajadoras de Zuhaitz Etxea, suben el desayuno y la cena con una cesta a cada uno de los clientes que se hospedan en las cabañas de los árboles. Sin duda, un detalle original que agradecen todos y cada unos de los que pisan este lugar con encanto.
Todas las cabañas cuentan con los ingredientes necesarios para vivir una experiencia única y sentirse como en casa: agua, luz, wifi, estufa ecológica... Pero las hay también sin todos estos extras pues estas casas se adaptan a las demandas y gustos de las personas que las visitan. Parejas, cuadrillas, familias... No hay quien se resista al lugar. Según las trabajadoras de Zuhaitz Etxea, las cabañas siempre están llenas, “la demanda baja ni entre semana ni en enero”.
Desde abril hasta octubre, las cabañas tienen una ocupación total y las visitan desde cualquier parte del Estado: Galicia, Catalunya, Nafarroa, Madrid o Andalucía, entre muchos otros. “Las personas que vienen buscan una experiencia original. Tenemos entre un 70% y un 80% de público de aquí, del País Vasco. En verano sí que es verdad que hay un poco más de movimiento francés pero es raro que aparezca un americano o un japonés. Muchos de nuestros clientes vienen con estancia de una noche para disfrutar de la cabaña, a no ser que vengan más días para moverse un poco por localidades vecinas y conocer otras cosas”, expone. Para ellos tienen información disponible sobre rutas para realizar por la zona o lugares para comer y visitar.
Para los más pequeños Los más pequeños también pueden disfrutar de la naturaleza al igual que los adultos. Para ello, este espacio natural cuenta, aparte de las cinco cabañas en los árboles, con cuatro carros cíngaros que simulan el transporte más importante que utilizaban antiguamente los gitanos. “Son unas cabañas de madera, todo muy colorido. Un ambiente muy cíngaro con telas de colores. Es un alojamiento muy original, pero alternativo a lo que es una cabaña en un árbol”, narra.
En su interior puede albergar de dos a cuatro personas, dependiendo del número de familias que vayan a hospedarse. En este caso, la estancia sí que se nota en las diferentes épocas del año. “Cuando hay puentes o es verano es evidente la ocupación porque normalmente son familias con hijos e incluso abuelos con sus nietos los que deciden pasar la noche o varios días”, cuentan.
Al igual que las cabañas, los carros también están identificados: Maide, Basandere, Lamia y Mikolasak. Al contrario que las primeras, estas no cuentan con servicios complementarios como lo son el lavabo y las duchas ni tampoco con wifi o la sala de estar. “Las familias cuentan con todo esto en el caserío de al lado”, aclara Almagro. Pero este hecho no es excusa para poder pasar unos días en familia rodeados de un paisaje único.
Este peculiar y atractivo lugar es un sueño hecho realidad por su dueño francés, Manuel. “El que fue en su día titular de la empresa había soñado desde pequeño con cabañas en los árboles. Cuando se hace mayor lo lleva a la realidad, con arquitectos, diseñadores.... Todo lo que conlleva elaborar un producto comercial y de entretenimiento”, expone Almagro.
Con este resultado demuestras que las cabañas son el fruto de su éxito. “Primero abrió el de Catalunya y luego este de Bizkaia. Esto es un regalo; para las personas de aquí, porque buscan algo diferente, y para los que vienen de fueran, porque alucinan con la naturaleza”, concluye.