LE llaman D’Artagnan. Se parece al personaje creado por Alejandro Dumas. Tiene ojos saltones, mirada penetrante, nariz ganchuda y es más listo que el hambre. Pero no es un mosquetero. Es un águila de Harris, un tipo de ave de presa originario del desierto que separa Estados Unidos de México y especializado en la caza de conejos, lagartos, culebras y lagartijas. D’Artagnan, que ya no se dedica a esos trabajos que le dicta su instinto depredador, es el responsable de que un grupo de personas con discapacidad intelectual rompa su rutina diaria y saque de ellos una sonrisa o una admiración. Es el protagonista de una novedosa experiencia puesta en marcha por la empresa Azeri Natura Guztiontzat para lograr la estimulación cognitiva de colectivos con una diversidad funcional intelectual o física. Los resultados están siendo muy satisfactorios. D’Artagnan también se encarga de entretener a los escolares que participan en las actividades de educación ambiental que imparten los jóvenes monitores de Azeri e incluso de llevar los anillos de boda a los novios en plena ceremonial nupcial.

El lugar elegido para realizar la sesión con estos usuarios de Gorabide es el centro de formación profesional Txorierri Politeknika que está ubicado cerca del antiguo seminario de Derio. Allí se sacó Javi Fernández, el adiestrador de D’Artagnan, el Grado Superior de Educación y Control Ambiental y allí conoció a sus dos compañeros, Pablo Mariz y Xabi Solorzano, con los que creó Azeri Natura. Por eso les ceden las instalaciones para este tipo de actividades. Así que Javi conoce muy bien el entorno donde poder hacer volar a D’Artagnan, aunque advierte que podría hacer la exhibición “en la sala de estar de una casa”. Pero como el día concertado hace bueno, el ave volará al aire libre. A la hora prevista llegan Sami, Iñaki O., David, Iñaki R., Gaizka, José Mari e Ivan, en compañía de las monitoras Sara y Alba. Ellos han sido los elegidos para participar en esta experiencia de entre las 45 personas con discapacidad intelectual que viven en la residencia Arteagoiti de San Miguel de Basauri, gestionada por Gorabide. “Hemos elegido a los que pueden interactuar más y, por tanto, van a disfrutar más”.

Boquiabiertos

Cuando aparece en escena D’Artagnan, todos se quedan impresionados. “Yo no quiero, me da miedo”, dice uno. Otro pregunta ¿muerde?. “No”, contesta Javi, que comienza con mucho tacto y excelente pedagogía a explicarle quién es, de dónde procede, y qué va a hacer a lo largo de una hora el ave de presa que posa sobre su mano izquierda. Les dice que D’Artagnan tiene siete años de edad y que las aves de su especie suelen vivir hasta 20, con lo cual el ejemplar que les presenta está en su mejor momento. También les cuenta con un lenguaje muy sencillo y un tono muy cariñoso que el protagonista de la exhibición come carne cruda de pollo, unos 60 gramos al día, “muchísimo para los 615 gramos que pesa”. El primer vuelo de D’Artagnan, que ojea el entorno y vuelve al brazo de Javi en busca de su recompensa, les deja boquiabiertos. Menos a David, que es el más atrevido y dice estar dispuesto a colocarse el guante de protección para que se le pose el ave rapaz. Mientras, Javi les dice que D’Artagnan “es un águila de Harris, una especie de ratonero americano que vive en zonas semidesérticas del sur de Estados Unidos y norte de México y que es una de las especies más utilizadas en exhibiciones y espectáculos ya que es un ave de presa de las más fáciles de adiestrar”. Aunque también advierte que hay que trabajar mucho con estos animales para que le acaben obedeciendo.

A medida que avanzan los minutos y ven volar a D’Artagnan sobre sus cabezas, casi todos los alumnos de esta clase magistral de cetrería se van animando a participar en la exhibición. Iñaki O. ,por ejemplo, le acaricia y le observa como si quisiera comunicarse con él. También se atreve Sami, que ya estuvo en otra sesión anterior, y Gaizka, que después de mucho dudarlo, se lanza a coger a D’Artagnan. “Ya no tengo miedo”, le dice a una de las monitoras, “y esto se lo dices a mi amatxu”. Los únicos que no dan el paso de tener de cerca a D’Artagnan son José Mari e Iñaki R. el único que ha acudido a la cita en silla de ruedas, pero, que según comentan las monitoras, “ha sido el que más ha disfrutado porque le gustan mucho los pájaros; de hecho, tiene toda la habitación decorada con fotografías”.

El objetivo de la sesión se está consiguiendo, según nos confirmaba posteriormente Javi. “Nosotros lo único que pretendemos hacer con estas actividad de estimulación cognitiva”, comenta el experto en aves rapaces de Azeri, “es romper la rutina de estas personas con discapacidad intelectual o física que tiene los días muy programados”.

Una sonrisa

Para Javi la estimulación de los sentidos es ver en ellos “una sonrisa, una carcajada”. Y con esa reacción, su trabajo lo da por bueno. Pero también deja claro que “nosotros siempre advertimos que no hacemos terapia, porque no somos quienes para hacerlo, lo único que pretendemos”, insiste, “es romper su rutina”. Pues en solo una sesión lo está consiguiendo. Todo el grupo disfruta de D’Artagnan, sobre todo cuando le han visto perseguir un pequeño pájaro que revoloteaba por los alrededores. Por unos minutos abandonó la exhibición para ir detrás de un inofensivo gorrión, que, por cierto, no lo pudo atrapar. “Es que no hay que olvidar que es un ave de presa y cuando se les abre el instinto van a cazar”, recuerda Javi. Esa anécdota y todo lo que han visto hacer a D’Artagnan lo van a tener muy presente estos usuarios de Gorabide. “A partir de ahora van a estar dos semanas como mínimo repitiendo todo lo que han visto; hasta cazar van a estar”, señalan Sara y Alba, las dos monitoras que les han llevado hasta Derio y cuidan de ellos con un cariño digno de ver. Transcurrida la hora, todos se quieren despedir de D’Artagnan. Unos se le acercan a dar un beso y otros, los más miedosos, le hacen un saludo con la mano desde la distancia. David se quedó tan contento que le preguntaba a Javi a ver si lo podía llevar en la furgoneta a la residencia. Ya les explicó que no, que D’Artagnan tenía que volver a su guarida, un jaulón grande sin verja. “Ahora le bañaré”, dice Javi, “y le daré de comer todo lo que quiera por haber hecho la actividad, pero mañana le tendré en ayunas”. Todos acaban satisfechos con la experiencia. Ellos han roto la rutina gracias a D’Artagnan, que les ha dado alas, y Javi se queda con sus sonrisas y sincero agradecimiento.