Joana: "Que los jefes nos contraten a ver qué tal"
Joana lleva ya 3 años en una panadería industrial, cuyo gerente destaca su alegría, constancia y buena disposición
Lo mismo se calza las botas de goma para limpiar a chorro limpio de agua lo que se tercie que se cuelga el delantal y se pone manos a la tarta. “Me gusta hacer de todo, lo que sea, lo que me manden”, dice Joana Naveira, la sonrisa como carta de presentación. Asier Bengoa, su jefe, da fe de la felicidad con la que acude cada mañana a trabajar, de su buena disposición “para hacer cualquier cosa que le digas” y de su constancia, “cualidades que otros trabajadores no tienen”, señala. “Está superencantada de venir, se ve que disfruta con ello. Le ves una alegría que no es habitual”, destaca. Y ahora es Joana la que rubrica sus palabras. “Estoy supercontenta aquí. Los compañeros son muy majos y amables”.
Joana tiene 24 años, una discapacidad intelectual y unas ganas tremendas de trabajar. Tras hacer prácticas en una tienda de deportes y piezas de electricidad en un centro de Lantegi Batuak, en Etxebarri, le propusieron incorporarse a la panadería industrial Sarrikola Ogitegia, en Larrabetzu, y no se lo pensó dos veces. Fue todo un acierto porque lleva ya tres años contratada y no le gustaría para nada cambiar de empleo. “Este sitio me encanta un montón por todo. Limpio las bandejas, limpio cajas, y cuando no hay trabajo fuera estoy dentro haciendo tartas, coco y cosas de esas”, explica poco antes de posar rodeada de bizcochos de chocolate y naranja.
El gerente de la empresa, Asier Bengoa, no solo no se arrepiente de haberle dado esta oportunidad, sino que está “encantado” y le ha hecho un contrato indefinido. “Tienes ayudas en la seguridad social, pero nosotros no lo hemos hecho por esas ventajas, sino por echar una mano a este colectivo. Es necesario que se incorporen y que vean que valen”, explica. De hecho, animaría a otros empresarios, “por lo menos, a que probasen en cuanto haya una pequeña ocasión”. Consciente de que “la gente es muy reacia”, hace hincapié en la labor de Lantegi Batuak. “Tienes a la persona un periodo de prueba y, si no, te buscan a otra. Te dan muchas facilidades”, asegura e insiste en que “hay que apoyarlo y dejarse guiar por la experiencia de estos profesionales, que ven en cada caso qué persona es la más adecuada”.
A su llamamiento se une Joana, el vivo ejemplo de que cuando se quiere, se puede. “Que los jefes nos contraten a ver qué tal”, dice, reclamando un hueco para sus compañeros, a quienes insta a dar el salto a las empresas ordinarias. “Que no tengan miedo y si les gusta una cosa, que sigan a lo suyo”, les aconseja.
Esta joven bilbaina, que ya le ha “pillado el truco” a sus tareas, de cuando en cuando hace “algún bizcocho sencillo” en casa. Sus padres, dice, están “encantados”. No es para menos, porque ella no se duerme en los laureles. De hecho, ahora se está sacando el carné de conducir.
“Más paciencia y más plazo” La sonrisa de Zigor Folla, preparador laboral del programa de empleo con apoyo de Lantegi Batuak, es casi tan amplia como la de Joana, a quien respaldó en sus primeros días de trabajo. “Nuestra función es la formación y el seguimiento in situ de las personas que se integran en un puesto de trabajo. Según vemos que la cosa se va desenvolviendo de una manera más espontánea y que se coge más autonomía en el trabajo, nos vamos retirando poco a poco”, explica este profesional. No obstante, siguen disponibles “siempre que o bien la persona que está trabajando o bien la empresa detecten alguna necesidad”. Y si no la hubiese, tampoco se desentienden. “De vez en cuando -añade- se sigue manteniendo un contacto para ver que todo va bien o si hay cosas que se pueden mejorar”. Lo que se dice un acompañamiento en toda regla.
Pese a lo positiva que ha resultado la inserción de Joana para ambas partes, su preparador asegura que el mercado laboral no siempre pone las cosas fáciles. “Se pretende la integración de las personas con discapacidad sin ningún tipo de adaptación a ritmos ni de tiempos de aprendizaje. Se espera que lo hagan de forma autónoma en el mismo plazo que una persona sin discapacidad y se les dice: Es que no llegas. Ya, es que igual necesitamos más tiempo, más paciencia y más plazo”, reivindica y lamenta que, en vez de adecuar los puestos a las personas, sean estas “las que se adapten a las necesidades del trabajo”.
El esfuerzo de unos y otros también tiene su parte gratificante. “El mayor reconocimiento, como en el caso de Joana, es que a una persona que empieza con un contrato temporal, un poco en dudas, le acaben haciendo indefinida porque ven que puede desarrollar una función dentro de la empresa exactamente igual que otro trabajador”, considera este profesional, que destaca asimismo la importancia de estas contrataciones para el colectivo. “Aparte de una autonomía económica, les aporta una integración social y laboral en el mundo ordinario”, valora.