Joseba Foruria, el txistulari más veterano de Busturia
A sus 84 años, Joseba Foruria se ha convertido en el txistulari más anciano de Busturia Aprendió a tocar gracias a un vecino ciego que interpretaba las partituras con el sistema braille
Aritz Erdaide
Busturia - Joseba Foruria es el txistulari más antiguo de Busturia. Tras alegrar y ambientar con su pericia las fiestas de muchos de los pueblos de alrededor, dejó aparcada su pasión para poder ganarse la vida en otros menesteres. Aun así, su contribución no quedó en el olvido y por ello, la banda de txistularis de su pueblo le ha tributado un merecido homenaje con el que ha vuelto a retomar la relación con el tradicional instrumento de viento euskaldun.
La historia de Foruria y el txistu dio comienzo muy joven y todo gracias a un vecino suyo que le instruyó en la manera de sacar notas al instrumento. “Comencé a tocar el txistu con 14 años, con un profesor que era mi vecino, que vivía en el piso de abajo y además era ciego”, evoca el busturiarra. Aunque el mentor careciese de visión, gracias al sistema braile y al oído de su profesor, Joseba Foruria pudo aprender a dominar la flauta de alegre melodía. “Para aprender había que usar el sistema braille. El primer día que vi el aparato me pregunté adónde iba. Yo le solía grabar el solfeo y él me solía acompañar tocando el piano con la mano derecha, mientras que con la izquierda leía las partituras”. Una figura que el txistulari no olvida y que recuerda con cariño. “Era un fuera de serie. Perdió la vista con 8 años y yo, para aprender, le solía imitar”. En el homenaje que le hicieron sus vecinos, se recuperaron algunas de las partituras que usaba aquel profesor invidente que fueron usadas en la actuación de la banda local.
Durante el homenaje que le ofrecieron sus vecinos, Foruria tuvo entre manos un txistu fabricado hace cien años, legado por el nieto de su antiguo profesor. Un instrumento fabricado de caoba, con un sonido diferente a los actuales. Aunque dicen que los antiguos eran mas difíciles de tocar que los que se hacen hoy en día, en el caso de Foruria es al revés, ya que ahora “se necesita más fuelle”. Según cuenta, “no he usado txistus modernos. He tenido dos txistus entre manos, uno de 100 años y el otro de 50, aunque con 84 años la fuerza pulmonar no es la misma”. A pesar de que han sido muchos años los que ha estado sin tocar -de forma literal, prácticamente-, para su homenaje estuvo practicando todos los días durante el último mes. “El que tuvo, retuvo y guardó para la vejez, dicen. He tenido que rebobinar para recordar aquellos años. No es que lo tuviera olvidado, era la torpeza al tocar. Ahora he vuelto a recordar aquellas partituras”, relata mientras canta alguna de las melodías.
De la época más activa tocando el txistu, Foruria guarda alguna que otra anécdota, como cuando él y su compañero acabaron en el cuartel de la Guardia Civil. “Una vez, en un recital en las fiestas de Laida junto a un compañero, la Guardia Civil nos requisó el txistu y el danbolin, con la razón de que éramos subversivos. Solíamos tocar el Eusko Gudariak, entre otras canciones, y al acabar vinieron los guardias civiles. Estábamos el atabalero y yo, nos quitaron los instrumentos y nos llevaron con ellos al cuartel. Vuelvan ustedes mañana por la mañana, nos dijeron”. Eran tiempos difíciles en los que el franquismo estaba en auge y la censura era una realidad constante. Aun así, lo ocurrido quedó en anécdota porque no pasó a mayores. “Al día siguiente volvimos y nos devolvieron los instrumentos, pero nos advirtieron de que tuviéramos cuidado con lo que tocábamos. Nosotros le dijimos a todo que sí y volvimos a casa. Eran años duros aquellos. Luego supimos que fue alguno del pueblo el que dio el aviso de lo que estábamos tocando”, recuerda bajando la voz.
Tras mantener durante muchos años su gran pasión en el ostracismo, Foruria ha vuelto a recuperar el gusto de tocar el txistu. “Quiero mantener un poco la afición. El txistu que me han dejado es suave y no tengo que hacer tanta fuerza. Lo más difícil al volver a tocar ha sido recuperar la habilidad”. Una relación que vuelve a reverdecer.