Bilbao - “Muchas veces dicen: Qué bien se lo pasan las monjas, pero cuando vienen aquí, se espantan y se van”. Lo cuenta una hermana de un monasterio de clausura vizcaino a cuya puerta no ha llamado ninguna joven interesada desde hace cinco o seis años. La última que lo hizo, de Barakaldo, al igual que las anteriores, no se quedó. “Hacen una semana de experiencia, conocen lo que hacemos y marchan. Es una vocación, un don de Dios que no podemos transmitir”, explica. Este botón de muestra refleja lo que viene a ser el panorama de la vida contemplativa en Bizkaia, “una realidad envejecida” que, unida a la falta de relevo, ha mermado el número de monjas de clausura de 190 a 150 en la última década. “Ha habido un descenso moderado, no ha sido brusco. Fundamentalmente, por el fallecimiento de monjas mayores y porque, pese a que la vida contemplativa es muy hermosa, las vocaciones surgen con cuentagotas”, explica Dionisio Larrañaga, director del Secretariado para los monasterios de clausura de la diócesis de Bilbao.

En el Estado, según se dio a conocer recientemente, cierra un conventos al mes y dos tercios de los 800 existentes estarían en la cuerda floja. A la avanzada edad de las monjas y la sequía de aspirantes se unen la falta de recursos propios para mantenerse o el mal estado de los edificios. En Bizkaia, con catorce convectos en activo, la comunidad contemplativa adolecería, más que nada, de los dos primeros males. En diez años se estima que ha habido unas cuarenta bajas y la media de edad de las cerca de 150 monjas de clausura existentes supera los 70 años. “Como llevan una vida, no cómoda, pero sí ordenada, y se alimentan bien, viven en general bastantes años. Hay monjas de noventa y tantos y la más joven tendrá unos 30”, calcula Larrañaga, quien detalla que “en Gernika hay una postulante de 18 o 20 años, ya que antes de los 18 no pueden entrar”. Este progresivo “envejecimiento” iría al compás “del clero, de lo que se ve en las parroquias. No significa que languidezca, sino que la media del clero es alta”, matiza.

Con todo, en la última década han cerrado sus puertas tres monasterios. “El de Santa Susana de las Agustinas y el de las Carmelitas descalzas, ambos en Durango, y el de la Santa Cruz de las Clarisas en Loiu, que se fusionó con otro”, repasa el delegado de las monjas de clausura. “A diferencia de otros lugares, donde tienen un convento enorme y no lo pueden mantener, mi sensación es que aquí, sin querer presentar una cosa idílica, no se han cerrado por motivos económicos, sino a causa de la edad avanzada y la falta de perspectiva de futuro”, considera Larrañaga, quien recuerda que cada monasterio es autónomo. “Nadie las empuja, ni les dice: Esto se cierra. Ellas perciben que no da más de sí, algunas mayores o enfermas necesitan ayuda y, con un gran sentido de madurez y honestidad, deciden libremente unirse a otro monasterio de la orden. A veces van en bloque, pero no es lo habitual”, apunta.

Puestos a hacer una radiografía de los catorce conventos que perviven en Bizkaia, “hay un par que tienen cinco o seis monjas y luego hay otros con catorce, quince o 18”, siendo “las Clarisas de Santa Clara las más numerosas”, destaca Larrañaga. A medio plazo, estima, “sí habría alguno” que no podría mantenerse en las actuales circunstancias. Aunque “son ellas las que tienen que dar el paso”, reitera, “de aquí a diez años puede ser que desaparezcan otros tres monasterios, como ha sucedido anteriormente”.

Hay 32 extranjeras Las nuevas vocaciones, cuando llegan, lo suelen hacer de fuera. “Hay 32 extranjeras: mexicanas en las Capuchinas de Basurto; indias y mexicanas en las Mercedarias de Lañomendi; filipinas y africanas en Lekeitio, algunas peruanas...”, enumera Larrañaga, quien subraya, “como detalle curioso en esta renovación”, que “algunas prioras o abadesas ya son extranjeras que llevan muchos años aquí y llegan al gobierno del monasterio”.

Respecto al documento, hecho público el año pasado, en el que el Papa pedía que no se reclutara a extranjeras con el único fin de evitar el cierre de conventos, el delegado de las monjas de clausura asegura que en Bizkaia se sigue ese mismo criterio. “No somos partidarios de que se traigan a chicas más o menos piadosas para salvar las cuatro paredes del convento a toda costa, sino de que haya un buen discernimiento y tengan de verdad vocación, que se sientan llamadas para ello y sean felices”, expone, convencido de que “es preferible cerrar para que haya mayor autenticidad”. De esta manera se evita, dice, lo “sucedido en otros lugares, donde por lo que sea no da resultado y estas mujeres han huido o quedado en la calle”.

En consonancia con la tendencia decreciente de la vida contemplativa, la consagrada también desciende. Según datos facilitados por el Consejo de religiosos Confer Bilbao, en 2008 había aproximadamente 1.200 religiosas en Bizkaia, una cifra que el año pasado bajó hasta el millar. En cuanto a los religiosos, pasaron en este mismo periodo de tiempo de 500 a 370.

El panorama, visto desde fuera, puede resultar preocupante, pero las monjas de clausura, apunta su delegado, “aunque sean mayores, no tienen esa sensación de invierno, de la última que apague la luz, sino que viven con serenidad y paz. No son ignorantes de su situación, pero también puede haber un Dios que llama y entran una o dos...”. En ese monasterio al que ninguna joven acude desde hace cinco o seis años no pierden la fe. “Dios ha hecho milagros. Primero vinieron las mexicanas y luego llegamos las indias. Por eso tenemos mucha esperanza”.