EN el amplio patio del Louvre, de donde los Renoir no vivían lejos, el pequeño Pierre-Auguste Renoir jugaba a policías y ladrones con otros chicos de su edad. No es extraño, por tanto, que el arte trepase por sus venas como una enredadera. Pese a su origen francés, Pierre-Auguste es un rey. Rey de lo impresionistas, corona a la que renunció, como se recordó ayer en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde Javier Viar ha lucido sus galones en los últimos quince años. A finales de los años 70 del siglo XIX decidió desertar de esa corriente artística y se convirtió en pintor de cámara de la burguesía. La muestra, bajo el título Intimidad, se estructura en tres universos: los paisajes, los retratos y los desnudos (admiraba a los grandes maestros del género: Miguel Ángel y Rubens...) de Renoir. En un habitáculo de la sala de exposiciones puede leerse Un hermoso jardín abandonado y las palabras de Renoir a su hijo Jean. “Tienes que protegerte las yemas de los dedos. Si las dejas al aire corres el riesgo de perder parte del sentido del tacto y así perder uno de los placeres de la vida”, junto a un cuadro que invita a la caricia. Quizás fue ahí donde se inspiró el consejero de Cultura y Política Lingüística, Bingen Zupiria, cuando dijo que ante la exposición “entran ganas de pasearse por el paisaje o posar la mano en el pecho o la espalda de un desnudo”, texto que sacó de un catálogo, obra de Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen y comisario de la muestra.
A la cita, puesta de largo por la Fundación BBK, no faltaron el diputado general, Unai Rementeria; el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto; Lorea Bilbao, Joxean Muñoz; Xabier Sagredo y Gorka Martínez, en nombre de la entidad financiera; el director general de Editorial Iparraguirre, Javier Andrés; el nuevo cónsul francés, Samih Safty; Martine Safty, Juan Ignacio Vidarte, César Caicoya, Vicente Larrea, Ricardo Baricoa, Mauro Valdivielso, Ibon Areso, Beatriz Marcos, Mariano Gómez, Jorge Canivell, Itxaso Elordui, Begoña Elgezabal, Pilar Aldazabal, Emilia Coca, Porola Anduiza, Marisol García Abadía, Víctor Sarriugarte, Ana de Castro, Gonzalo Olabarria, Iñaki López de Aguileta, Ignacio Erice, Luis Eguiluz, Jujo Ortiz, Elena Puccini y un largo etcétera de asistentes a una de las grandes exposiciones del año.
Fue una lluvia incesante de nombres la que anegó el museo. Entre ellos se encontraban los de María Jesús y Begoña Cava, Abdel Kabal, José Luis Neyro, Esther Isabel, Lourdes Fernández, Sergio Etxebarria, presidente de BilbaoCentro; Olga Zulueta, Elier Goñi, Álvaro Díaz de Lezana, Javier Azkarate, Miguel Ángel Redondo, Juanjo Ortiz, Luis de León, Herman Díaz del Sel, Carmen Erbeiza, Marta G. Maruri y una legión de nombre propios interesados en los pinceles del maestro francés.