ETXEBARRI. Habla de Etxebarri con un orgullo propio de quien ha vivido siempre -aún cuando estuvo fuera- atado a su pueblo. José Miguel Aramburu ha hecho su vida aquí y es donde ha intentado poner su “granito de arena” para construir un municipio vital y euskaldun. Miembro de la asociación en favor del euskera Arpela, participa, entre otras actividades, en Elkar Eragileak, un programa que intenta fomentar el uso del idioma desde los colegios.
¿Cómo ve el Etxebarri de hoy en día?
-En términos generales muy bien. Hay mucha infraestructura, buenos servicios y sobre todo para los jóvenes es ideal. Por suerte la fiebre de urbanizar empezó algo más tarde y nos libramos de que esté todavía más urbanizado, me parece que hemos tocado techo, o eso espero. (Risas)
Cada día son más en el pueblo...
-Si, hemos llegado a 12.000. Fíjese, cuando yo nací éramos unos 1.500, en la década de los 60 se subió a más de 4.000 y después comenzó a llegar mucha gente, hasta ahora.
¿A qué cree que se debe?
-Pues por un lado, ese crecimiento estuvo muy relacionado con el desarrollo siderúrgico: Metacal, Bandas, La Basconia... Por otro lado, Etxebarri se ha convertido en un pueblo muy cómodo al que ha llegado mucha gente de los alrededores.
Es un municipio separado por la N-634. Arriba queda San Antonio y abajo San Esteban. ¿Afecta eso a la identidad de pueblo?
-Hasta hace poco había una diferencia muy clara entre San Antonio, que tenía más identidad de barrio o de pueblo, y San Esteban, que no la tenía muy marcada. Por suerte eso está cambiando y se está intentando entre todos que eso siga adelante, que tengamos una identidad propia.
¿Hay mucha participación vecinal?
-Pues como en todo. Hay asociaciones que se mueven mucho y hay gente que no se implica. Este es un problema no solo de Etxebarri. Aun así, creo que se está yendo por el buen camino.
Etxebarri ha cambiado mucho.
-Muchísimo. Mire, yo siempre pongo un ejemplo de cuando era pequeño. Había tan poca gente y era tal la tranquilidad, que cuando escuchabas un coche ya sabías que era o el médico o el veterinario. Solo entraban esos dos vehículos y cuando se oía ya hablábamos de que, o alguno estaba malo, o habían llamado al veterinario. Uno de nuestros entretenimientos era contar los coches que pasaban por la carretera de al lado. Después cambió mucho por la industria, y la verdad es que si comparas el Etxebarri de hoy con el industrial, no hay color.
¿Cómo vivió los años industriales?
-Fueron duros para muchos. Las condiciones de vida de mucha gente que vino a trabajar me marcó para mal. Era joven y es un recuerdo duro porque yo lo veía. Personalmente, viví de cerca las condiciones de mi padre en la fábrica. Me acuerdo acompañando a mi madre para llevarle comida porque tenían que quedarse muchas horas en la fábrica. Tengo que poner en valor la huelga de Bandas. La ayuda que se prestaban unos a otros y el modo en el que se hizo fue un ejemplo.
Pero, por cómo habla, guarda buenos recuerdos.
-Del Etxebarri antiguo, muchos. Me acuerdo del baile que cogió mucha fama y venía gente hasta de Bilbao. También venían a merendar porque había muchas campas. Otro recuerdo bonito eran los juegos de cuando éramos críos, que cogíamos chapas de La Basconia para jugar. También los ratos en el frontón, en el que pasábamos horas y horas jugando a pelota. Podría decirle cientos de buenos recuerdos.
El euskera lo tiene siempre presente, ¿le gustaría escucharlo más a menudo por la calle?
-Claro, es nuestro idioma. Creo que hay que trabajar para que pase de los colegios a todos los ámbitos. En los clubes deportivos, en los bares, etc. Aquí, como en muchos municipios no se oye demasiado euskera, y eso que los jóvenes saben todos.
Pero se está trabajando, tienen un programa muy bonito.
-Si, Elkar Eragileak. Es muy positivo y personalmente participo en él, aunque por la edad no se si aguantaré mucho más tiempo. Consiste en ir a colegios y las clases se dividen en varios grupos y en cada uno de estos va alguien que no tiene nada que ver con el colegio. Entonces se trabaja para que se comuniquen en euskera y adquieran conocimientos, además de fomentar su uso.
¿Algún rincón especial para usted?
-Pues además de los senderos que se han recuperado y señalizado, me gusta mucho ir a Kebrantezarra. Desde ahí puedo ver hasta el Anboto. Es un lugar en el que estoy muy a gusto y que siempre me relaja.