eL 17 de enero de 1967 es una fecha marcada a fuego en la memoria colectiva de los santurtziarras. Aquella fría noche, el miedo se hizo presa de los vecinos de la localidad marinera por el incendio y posterior explosión registrado en las instalaciones que la empresa Butano S. A. tenía en la zona portuaria. Pasadas las 22.30 horas, un accidente en una operación de trasvase de butano licuado en las instalaciones de desembarco de este gas -precisamente se habían inaugurado ese día- provocó el incendio de un aljibe ferroviario que se extendió a cuatro vagones. Podía haber sido una gran catástrofe y solo la buena actuación de los bomberos y los operarios de la planta de Campsa ubicada junto a Butano S. A. hicieron que las consecuencias del mismo fuesen menores. Se registró la muerte del policía municipal Vicente Gajate, víctima de un infarto a causa del estrés que supuso este accidente que obligó a evacuar a más de 20.000 personas y destrozó un total de 295 viviendas -la mayoría de ellas en el barrio San Juan-. “Pudo haber sido muchísimo peor, la onda expansiva llegó hasta Algorta. Los bomberos y los operarios de Campsa hicieron una gran labor”, explica Jon Koldo Fernández García de Iturrospe, historiador santurtziarra.

Ante lo que estaba ocurriendo en la planta de butano, cerca de la mitad de la población que tenía la localidad hace medio siglo, decidió huir con lo puesto hacia otros lugares. Portugalete, Sestao, Barakaldo... o el mismo monte fue el cobijo que buscó la población para tratar de protegerse ante lo que pudiera suceder en la planta. Las calles del municipio se convirtieron en una marea de personas que, en fila, buscaban salir cuanto antes de Santurtzi, localidad que, a causa de las primeras explosiones, se quedó sin luz ni teléfono. Mari Carmen San Martín, por aquel entonces, tenía 14 años y recuerda perfectamente lo vivido aquella noche. “Estaba interna en el colegio Hijas de la Cruz y según nos íbamos a dormir, las monjas nos dijeron que había ocurrido un accidente y que teníamos que irnos”, recuerda Mari Carmen. Al salir del centro, a la altura del parque central Mari Carmen vio la que, seguramente, sea la imagen que ilustra lo ocurrido aquella noche; la de la segunda gran explosión que se registró. “Lo que más grabado se me ha quedado de aquello es cómo, cuando hubo una segunda explosión, el cielo se puso completamente rojo, pensé que se nos iba a caer encima”, ilustra esta mujer que, junto a otras 60 niñas internas pasó aquella noche en otro equipamiento que las Hijas de la Cruz tenían en Sestao. Esa misma imagen ha quedado grabada en la retina de Josu Ostolozaga que, cuando se produjo la explosión, tenía ocho años. “Nos avisó del accidente un tío mio. Nosotros fuimos con lo puesto hasta Portugalete por Kabiezes. La imagen de la gente tratando de huir con lo puesto era muy similar a las que se puede ver ahora con el drama de los refugiados”, recalca Josu. A raíz del accidente, una semana después hubo una manifestación frente al ayuntamiento, edificio que, incluso, llegó a ser apedreado. Por su parte, las más de 700 personas que perdieron sus hogares, fueron reubicadas en modestas viviendas en la zona de El Burgo de forma provisional, aunque, esa eventualidad estuvo vigente durante dos décadas.