Mungia - Sonrisa. Actitud. Trabajo. Amor sin peros a un pueblo en el que ha arraigado curro y vida. Iñaki Uria es uno de esos hosteleros que escriben líneas de la historia de la localidad en la que han tomado posiciones tras la barra y ante el cliente, que al fin y al cabo, es también amigo. Este mungiarra acaba de rubricar 33 años en esta profesión de trago, café, pintxo y entrega. Porque mucha vocación hay que tener para estar más de tres décadas ahí, al pie del cañón, no solo atendiendo al paisanaje, sino contribuyendo a la vida social de un municipio potente como es Mungia. Ahora Iñaki se ha jubilado. Y puede mirar hacia atrás con la satisfacción de haber capitaneado uno de los locales míticos de la localidad, el Ikusi, que fue referente allá por los 90 en las épocas doradas de la noche mungiarra, y que hace tres años resurgió reinventado, como acogedora taberna que brinda desde desayunos tempraneros hasta copa noctámbula pasando por menús.
Iñaki Uria ha sido testigo del devenir de Mungia. Nació en Bilbao y siendo un bebé se instaló junto a su aita y su ama en Emerando. En ese barrio mungiarra estuvo hasta los nueve años, cuando su familia se trasladó al centro de la localidad, donde adquirieron una lonja en la calle Lauaxeta. Allí pusieron en marcha un ultramarinos, en el local donde años después abriría sus puertas el Ikusi. “Era la tienda de Inés, donde Inés, decía la gente”, narra Iñaki, refiriéndose con cariño a aquella tiendita de pueblo. Y rememora cómo acompañaba a su madre a Bilbao, a los almacenes de la calle Ronda, que es donde se distribuía por aquel entonces la fruta. “Y las cosas de charcutería las traíamos del mercado de La Ribera”, narra. Al fallecer su aita estuvo junto a su ama al frente de la tienda hasta 1979, año en el que esta se jubiló. Entonces el local dio un giro. Iñaki convirtió el negocio en una zapatería. Botas, mocasines, bolsos y cinturones, se alzaron protagonistas en este establecimiento que ya entonces se abrió con el nombre de Ikusi.
Las rabiosas aguas de las inundaciones de 1983 obligaron a la familia de Iñaki a reinventarse. La proximidad de la zapatería al cauce del Butroi le convirtió en presa de la crecida, y la riada arrasó la tienda. “Entonces nos sentamos a decidir qué hacer: si seguir con la zapatería o cambiar”, explica. Y en 1984 se alzó la barra del Ikusi.
Los primeros años funcionó como bar y luego giró más hacia un perfil de pub, en los tiempos en los que la noche mungiarra atraía a cientos y cientos de jóvenes de la comarca cada fin de semana. “La época dorada fueron los años 90. Había una pasada de gente. Mirabas la calle Lauaxeta y eran todo cabezas. Venía gente de los pueblos de la zona”, explica. Lo cierto es que el Ikusi se convirtió en uno de los locales de referencia del Mungia del momento y muchos son los recuerdos que atesoran aquellos que frecuentaban su barra y sus espacios de baile y encuentro. “Me gustaría organizar una quedada de parejas que salieron del Ikusi”, asegura Iñaki riendo.
reapertura Circunstancias varias hicieron que el Ikusi cerrara sus puertas, y así permanecieron hasta que en 2013 resurgió renovado en un bar de día, desayuno, noche, copa y el buen rollo de siempre. Mungia recuperó uno de sus hitos.
“Mungia es el pueblo más bonito del mundo. Su situación es inmejorable. Tiene todo alrededor: Bilbao, el aeropuerto...”, explica orgulloso, poniendo el acento en la vida que atesora esta localidad de marcada idiosincrasia. E Iñaki es una de las piezas que ha contribuido y contribuye a que esta máquina funcione: a través de la asociación de comerciantes, en San Antontxu, en el tradicional sukalki, apoyando la alubiada solidaria... Iñaki se ha jubilado. Pero ha dejado en marcha el motor del Ikusi. Y su amor por Mungia está a pleno rendimiento.