Madre e hijo sobrevivieron a un rayo
Tal día como hoy hace quince años a Lourdes, embarazada de cuatro meses, le sorprendió una tormenta de nieve y un rayo le atravesó el cuerpo cuando colocaba una carga de dinamita en una cantera de Mañaria
DICE la sabiduría popular que es más probable que te caiga un rayo a que te toque la lotería, y eso lo sabe de primera mano Lourdes Urbieta, vecina de Garai, aunque natural de Alonsotegi, que hoy recuerda cómo hace quince años un rayo atravesó su cuerpo, embarazada de cuatro meses, mientras estaba trabajando en la cantera Hijos de León Amantegui de Mañaria. Una descarga eléctrica le pegó en la cabeza, entró por el cuello, le recorrió todo su cuerpo hasta salir por el pie derecho. Quince años después Lourdes, la única mujer ingeniera técnica de minas de Bizkaia en 2001, recuerda en DEIA aquel día y la tormenta que le dejó varios días en la UVI del hospital de Cruces. Lourdes fue sometida a dos operaciones y diferentes injertos en la cabeza y en la pierna, pero consiguió que su hijo, Ekaitz (tormenta en euskera) que crecía en su vientre naciera cinco meses después para alegría de sus padres.
Eran las 11.00 de la mañana del 9 de noviembre de 2001, un día fresco, lluvioso y otoñal, pero que no amenazaba con tormenta. “Como cualquier otro día de trabajo varios compañeros y yo nos fuimos a una altura de 450 metros, con la intención de colocar 3.000 kilos de dinamita para hacer volar unas 30.000 toneladas de roca caliza. El cielo estaba gris y, según recuerda Lourdes, “lo peligroso en este caso suelen ser los detonadores, por lo que los alejamos de nosotros”. “De repente empezó a nevar y cayó un rayo que me dio de lleno”, explica. Fue rápido. En ese momento la descarga recorrió todo el cuerpo de la joven ingeniera y el impacto le golpeó con tanta fuerza que salió disparada de sus compañeros, quedando al borde de caerse por una pendiente de unos veinte metros.
En ese momento el grupo de compañeros pensó que Lourdes había fallecido, ya que tras el impacto quedó inconsciente y tendida en el suelo. “Gracias a que tenía una botas de monte normales el rayo pudo entrar en el cuerpo y salir inmediatamente. Si hubiera llevado una suela de metal posiblemente no me hubiera salvado. Además, según me dijo el médico si hubiera pesado en vez de cincuenta kilos el doble, el rayo habría tardado más en salir y no hubiera sobrevivido”, añade.
Instantes después del suceso sus compañeros consiguieron trasladarle monte abajo hasta la carretera, donde una ambulancia le pudo evacuar al Hospital de Cruces. “Ese día no se me olvidará. Yo estaba en la báscula y vi mucho movimiento, sabíamos que algo ocurría, pero nadie nos decía nada”, rememoraba ayer Mari Luz, una vecina de Mañaria que trabajaba con Lourdes en la cantera el día que ocurrió el suceso.
La vida de Lourdes corría peligro, el rayo le dejó el cuerpo inmovilizado, “como si me hubiera pisado un camión”. Lourdes tiene muy presente aquel día y recuerda como si hubiera ocurrido ayer. “No se me olvidarán las sirenas de la ambulancia, las luces del pasillo del hospital y algunos ruidos metálicos”.
Además al angustioso momento en el que Lourdes luchaba por su vida, se le añadía otra batalla más, dentro de ella crecía su hijo Ekaitz. “Yo solo pensaba en relajarme y tranquilizarme, sabía que solo de esa forma podría salir adelante. Fueron unos días horribles porque los médicos me dijeron que primero tenían que hacer todo lo posible por salvar mi vida y después la del niño. Pasaron varios días hasta que me subieron a planta de ginecología y fue entonces cuando el médico me dijo que había latido, algo que me tranquilizó mucho”, explicaba.
APRENDER A CAMINAR Desde ese día la recuperación fue muy lenta, la tripa de Lourdes seguía creciendo, pero ella se enfrentaba a situaciones difíciles, como varias operaciones, injertos y a dos años de dura rehabilitación. “Un día antes de Navidad me dijeron que podía ir a casa, pero tuve que volver a aprender a andar. Primero estuve mucho tiempo en silla de ruedas, luego con dos muletas y al final con una. Me ha quedado una incapacidad del 33%”, añade.
Mientras Lourdes luchaba por hacer vida normal llegó el 6 de abril de 2002 cuando Ekaitz llegó al mundo. “Durante todo el embarazo estuve muy nerviosa pensando cómo vendría el niño, sobre todo después de todo lo que había ocurrido”, murmuraba. Pero al final todo fue como se esperaba. El niño nació sano, sin ningún problema provocado por la descarga eléctrica del rayo que atravesó el cuerpo de su madre. “Yo solo sé lo que me cuentan. Estos días en clase algunos compañeros también me han recordado lo que le pasó a mi ama”, comentaba ayer mientras abrazaba a sus aitas. Él es el único hijo de la pareja, “después de lo que nos pasó, no nos quedaron ganas de ir a por el segundo”, añadió el matrimonio. Incluso los médicos de Cruces, para los que solo tiene elogios esta vecina de Garai, se mostraron muy sorprendidos por lo ocurrido. “Habitualmente las personas no sobreviven a descargas tan fuertes; ellos no estaban habituados a una situación como la mía. Todavía hace poco me llamaron para hacerme un estudio para ver como tengo la vista. Me acuerdo mucho del grupo de médicos. Me trataron fenomenal”, añade. Desde aquel fatídico día que milagrosamente salvó la vida de Lourdes y Ekaitz, ella no pudo volver a recuperar su trabajo anterior. “Lo mío era vocacional, en aquel entonces un trabajo de hombres y me costó abrirme camino en el sector, pero tras los ocurrido me cuesta caminar y a partir de entonces no pude volver a recuperar mi anterior trabajo. Echo de menos pero soy consciente que no puedo, ahora me dedicó a temas más administrativos dentro de la misma empresa, como asuntos de calidad y la verdad es que estoy muy contenta”, añade la superviviente al rayo.