Bilbao - A uno le “interesan las líneas de códigos, trabajar con las compuertas lógicas y hacer circuitos”. A otra le gustan tanto las matemáticas que tiene pensado impartirlas y June sueña con ser científica. Los tres coincidieron recientemente en uno de los talleres tecnológicos para niños con altas capacidades que han empezado a organizar dos empresas bilbainas. Un proyecto, denominado Ikezi, con el que se pretende desarrollar su potencial intelectual, al tiempo que se trabajan sus habilidades sociales y autoestima. Aunque alguno ya la tenga suficientemente alta. “No juego mucho con el ordenador, pero soy un crack”, dice un crío que ha diseñado una casa en 3D con un programa informático y se parte de risa deformando figuras geométricas.

A June, que se afana en teclear un código en el ordenador para programar un pequeño dispositivo electrónico, también le entusiasma el taller. “Hacemos muchas cosas divertidas. La otra vez imprimimos unos muñecos con impresoras 3D y también hicimos figuras con plástico polimórfico”, cuenta con naturalidad, como si todo el mundo supiera que “es un plástico que se ablanda al meterlo en agua, lo deformas, lo dejas secar y se queda duro”. “Parecen adultos. Tienen un vocabulario que es alucinante. Incluso una vez corrigieron a una de las monitoras y nos quedamos todas como ¡madre mía!”, comenta Anne Pérez, organizadora de los talleres, dirigidos a niños y adolescentes de 6 a 18 años.

Según los datos facilitados por el Departamento de Educación del Gobierno vasco, en la CAV hay más de 450 alumnos con alta capacidad intelectual, de los cuales más de 200 residen en Bizkaia. “Se estima que un 3% de la población escolar es superdotada y un 15% tiene una alta capacidad intelectual, por lo que faltan muchos de identificar”, advierte la vicepresidenta de la asociación Adimac, Elisa Álvarez, quien se congratula de que Educación esté tratando de detectarlos de forma más temprana. “Pedimos hace años que se hiciese una detección universal a los cuatro años y estamos encantados de que la propuesta se haya atendido. A esas edades pueden empezar a surgir dificultades que teniéndolos identificados desaparecen”, asegura.

No saber qué responder Con esta nueva iniciativa de actividades extraescolares tendrán oportunidad de conocer a otros menores como ellos. “Algunos en el colegio no están lo integrados que podrían estar ni se desarrollan todo lo que pueden. Nosotros creamos talleres específicos teniendo en cuenta sus intereses. En este espacio se sienten seguros porque entre ellos no hay ese tipo de problemas”, explica Anne.

Los talleres echaron raíces tras la organización de un campamento el pasado verano. “En algunos se notó un montón la facilidad para socializarse después del campamento o lo implicados que estaban. Los aitas a veces no daban crédito de lo diferentes que eran cuando iban al colegio”, destaca esta responsable. Con una sensibilidad y madurez extraordinarias para su edad, algunos de estos niños pueden sufrir problemas emocionales e incluso fracaso escolar. “Debido a su facilidad para aprender, a veces tienen problemas para adquirir buenos hábitos de estudio y se desmotivan con facilidad”, indican los promotores de este programa, que ofertará talleres dos veces al mes, la mayoría de ellos en Bilbao, aunque también en Gasteiz y Donostia. “Además de los de robótica e impresión 3D, habrá talleres de creación de videojuegos, experimentación, y estamos pensando en alguna sala con pistas para desarrollar el ingenio”, avanza Anne, perpleja por el talento de algunos niños. “En los campamentos de verano había uno de unos 12 años que hacía helicópteros en su casa con no sé qué materiales. Nos quedábamos alucinadas de su capacidad de aprendizaje”, confiesa esta responsable.

También a Oier González, uno de los monitores del taller tecnológico, le asombran algunos de estos pequeños genios. “Igual les estás explicando algo y de repente ves que ya lo han hecho y te sorprenden con preguntas que casi ni sabes responder. A veces viene gente bastante preparada, que avanza muy rápido y tiene claro ya que quiere ser ingeniero o informático. Te piden incluso que les pases documentación para hacer ejercicios en casa. Son chavales que tienen mucho interés y capacidades y es cuestión de trabajo y esfuerzo que lleguen lejos”, augura, mientras unos críos se entretienen con las placas electrónicas y otros jugando a Minecraft. “Intentamos que aprendan, cada uno a su ritmo, pero sobre todo que disfruten. Nuestro objetivo, más que profundizar en algo en concreto, es que vayan adquiriendo información sobre las diferentes temáticas tecnológicas que están al alza, como la robótica o la impresión 3D. Les ponemos la semilla de la curiosidad para que, si les gusta, sigan formándose”, señala.

El alboroto, por momentos, se apodera de la estancia. Mientras los más mayores no levantan cabeza de los dispositivos electrónicos que están creando, los más pequeños picotean conocimientos de aquí y de allá, ahora conectando un cable, ahora apilando bloques en el famoso videojuego de construcción. “En el colegio igual se les trata más como niños con altas capacidades y aquí son simplemente niños”, matiza Anne. Dos pequeños, que se alternan el destornillador para construir un mismo robot, lo confirman. “Habrá que echarlo a suertes porque yo también me lo quiero llevar a casa”.