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Un millar de personas con discapacidad se va de colonias de verano

Asociaciones de Bizkaia explican en DEIA el trabajo previo y las dificultades para organizar las salidas por el Estado

Un millar de personas con discapacidad se va de colonias de veranoDeia

Bilbao - “Las vacaciones son su actividad estrella, las viven con mucha ilusión”, remarca Iker Ortolatxipi, responsable de Ocio, Tiempo Libre y Voluntariado de Aspace, sobre los usuarios con parálisis cerebral que otro año más se disponen a pasar quince días en los campamentos de verano que oferta la asociación.

Maite Fernández es directora de Tiempo Libre de Gorabide. Da veracidad a que también siente ese ánimo en su entidad: “Desde enero que se hace la solicitud están deseando que llegue el día de irse. Se pasan todo el año esperando el momento”.

Para ellos, las personas con diferentes discapacidades, la diversión no tiene límites, y a pesar de que sus dificultades a la hora de desarrollar las actividades pueden ser mayores, se deleitan con las mismas vacaciones que cualquier otra persona: gozar de unos días de playa, chapuzones en la piscina, escapadas al monte, visitas a museos? Todo ello, por supuesto, gracias al trabajo de las asociaciones que les atienden en Bizkaia y, principalmente, de su voluntariado.

Este año, más de un millar de personas con diversidad funcional están disfrutando desde finales de junio de una gran variedad de destinos repartidos por todo el Estado. La Fundación Síndrome de Down oferta 110 plazas; Apnabi, 175; Uribe Costa, 94; Aspace, 91, y Gorabide, 460. Además, la Diputación Foral de Bizkaia destina el 5% de las plazas de sus campamentos de verano para personas con discapacidad, sumando así otras 84 plazas. Cada asociación organiza diferentes salidas, por lo que se reparte el trabajo de los monitores y también se amplía el abanico de destinos.

Por otra parte, para los que no se animen a ir a campamentos y a pasar noches fuera de casa, el Gobierno vasco oferta plazas a las personas con discapacidad, el 10%, en sus Campos de trabajo porque considera que “es un medio para fomentar valores de convivencia, tolerancia, solidaridad, participación y aprendizaje intercultural”.

Preparativos Para las citadas entidades, la cuenta atrás para preparar las tan ansiadas salidas podría decirse que casi nunca cesa. “Ya casi estamos cerrando los acuerdos con los albergues para el año próximo cuando aún ni han terminado los campamentos de este”, reconoce Iker Ortolatxipi. Aunque una vez allí los días se pasan volando, el proceso de preparación que habitualmente tienen por detrás suele ser largo. El punto de inicio, como en todo trabajo, es la documentación, y se trata de informarse sobre diferentes estancias en diferentes destinos para ver si cuentan con las adaptaciones necesarias, lo cual puede durar hasta meses entre que se contacta con los distintos lugares y se llega a un acuerdo. En este punto, Ortolatxipi apunta que suele tener más dificultades que otras asociaciones, ya que los usuarios de Aspace necesitan una accesibilidad muy específica, ya que su movilidad es muy reducida, y la mayoría de los albergues no las tienen. “Sólo podemos permitirnos ir a albergues porque necesitamos tener un acompañante por cada usuario, y por consiguiente, el gasto es muy superior al de otras entidades”. Aun así, añade entre risas que hacen lo posible por amoldarse: “Aunque la mayoría tengan literas y no sean demasiados accesibles para nosotros, nos solemos apañar como podemos”.

Asimismo, también añade que a día de hoy siente que “la sociedad solo se está adaptando a las necesidades de las personas con discapacidad física”, citando como ejemplo los cinturones de seguridad de los aviones, o las grúas de las piscinas, los cuales no sirven para las personas con parálisis cerebral. “El mayor handicap que tenemos es que desde las instituciones públicas la parálisis cerebral no se conoce, y no existe ningún consenso. Alguna vez nos ha pasado que hemos ido al mismo museo dos veces. La primera nos han hecho descuento o la persona acompañante ha entrado gratis; pero, la segunda no. No entienden que son personas que no pueden ir solas”.

Dejando al margen los aspectos negativos, algo que si comparten todas las asociaciones dedicadas a la causa es “la predisposición a ayudar de las personas voluntarias”, pues, tal y como cita Ortolatxipi, “la labor de los voluntarios es la parte más socializadora de las entidades”.

Es el primer año que Ane Coste, Miren Villa y Claudia Graña marcharán como voluntarias de Gorabide con el objetivo de “buscar alegría y pasar un buen rato todos juntos”. Las jóvenes estudiantes mantienen una actitud optimista de cara a la salida que realizarán a Asturias y el mayor miedo que apuntan es “no saber organizarnos con los usuarios”. Dan con el perfil habitual de voluntariado: mujeres y jóvenes. Y además también coinciden con el pavor más típico de los principiantes: “La mayor dificultad son nuestros propios miedos. A veces puede pasar que uno no hable y vayas a tomar algo y no sepas qué quiere, y al momento te apuras, pero en realidad es una tontería, vas probando y ya darás con lo que le gusta”. Para evitar esos problemas y ayudarles con los diferentes problemas que puedan surgir, reciben una formación previa a la salida, y además, organizan una comida para conocer a los usuarios antes de marchar.

Sin embargo, lo habitual no suele ser que lo voluntarios sean inexpertos, ya que tanto en el caso de Gorabide como en el de Aspace, “todos los años se manda a los mismos voluntarios con las mismas personas”, así que el nivel de complicidad que tienen es grande y ya conocen las preferencias de cada uno. Además, los grupos y la asignación de voluntarios por cada usuario también se hacen dependiendo de las necesidades. De la misma manera, esa situación también sirve de ayuda para las familias, pues saben que estarán en buenas manos. Además, en el caso de las personas con dependencia, les servirá para poder darse un respiro.

Contentísimo Miren y Nekane Elu Zabala se sienten muy felices al ver que su hermano Manuel “lleva unos 20 años acudiendo a los campamentos de verano de Gorabide y siempre vuelve contentísimo y con ganas de volver a repetir el año siguiente”. Aunque los estereotipos impuestos por la sociedad suelan unir la discapacidad con la niñez y una excesiva dependencia emocional, en la mayoría de los casos los campamentos muestran lo contrario, que no es más que otro campamento normal, en el que los familiares se emocionan al verlos marchar; mientras que ellos, por su parte, se “olvidan” casi al momento del resto del mundo: “Montan en el autobús y lejos de estar llorando por dejar a sus familias, están riéndose y charlando con los demás. Disfrutan mucho de pasar esos días con sus amigos”.