“Se dice que Artzentales fue refugio de nazis”
Artzentales - Pepe López lleva en su árbol genealógico los nombres de casi todos los barrios de Artzentales. “Soy la 28ª generación familiar enraizada aquí”, proclama orgulloso sobre un municipio en su opinión algo eclipsado por sus vecinos. Y eso a pesar de que no le faltan historias ni patrimonio, según asegura en la plaza de San Miguel, cerca de la piedra del concejo que simboliza la identidad local.
Esta piedra le habrá visto crecer...
-Nos ha servido para jugar, saltar, cantar? Estábamos tan acostumbrados a ella que se usaba para todo. En fiestas nos reunimos a su alrededor y se organiza el día de la sidra. No sé de qué época data. Es la representación del lugar en el que se encontraba la Alcaldía. A lo largo de los siglos se la han disputado los barrios de Traslaviña y San Miguel, tanto que nuestros antepasados se la robaban por las noches hasta que se estableció el Ayuntamiento. Hemos sido un pueblo muy humilde que ha dado a Bizkaia nuestras vacas, árboles y minerales y luego decían que las minas estaban en Gallarta, etc.
¿Se sienten postergados?
-Realmente parece como si no existiéramos, como si fuéramos la cara oculta de la luna. Mucha gente no sabe situarnos. Se piensa que el Kolitza es de Balmaseda, el Alén de Sopuerta y el Betaio de Turtzioz, cuando compartimos esos montes con nuestros vecinos de aquí, y han salido personajes muy importantes.
¿Por ejemplo?
-La familia Horkasitas, que se construyó dos casas torre y una capilla en la iglesia de San Miguel. Del siglo XIX, Mariano de Renovales emigró a Argentina y a su vuelta luchó contra los franceses con Palafox, alcanzando el grado de mariscal y José Román, que marchó a Estados Unidos, tuvo en Texas un rancho más grande que el territorio de Bizkaia. Además de todos los que han mantenido Artzentales tal y como es.
¿Y cómo es?
-Para empezar, una de las localidades vizcainas que menos contamina. Existen tres puntos de anidación del alimoche y una de las colonias de murciélagos más importantes de Europa. Por algo será. También un árbol singular, bosques y caminos que Artzentales Kultur Elkartea trabaja para poner en valor. En la escuela hay alrededor de treinta alumnos y la AMPA se vuelca en mantenerla porque están viniendo a vivir vecinos que quieren formar una familia. Llevamos una vida natural y tranquila que sabe apreciar quien la descubre, como la viuda de Blas de Otero.
En cuanto al patrimonio sorprende el tamaño de la iglesia de San Miguel en un barrio tan pequeño.
-Y no es casualidad. Comenzaron a edificarla los templarios, que eran guardianes del Camino de Santiago, tesoreros y hospitaleros porque la ruta jacobea denominada olvidada discurría por aquí rumbo a Lanestosa. Es más, a los de San Miguel nos llaman cazuelones porque hay unos ornamentos del pórtico que recuerdan a los recipientes en los que se ofrecía sopa a los peregrinos. En otro sitio, esta riqueza sería algo excepcional, queremos divulgarla.
Tan excepcional como el congreso de chamanes que acogió Ar-tzentales hace unos meses.
-Sí, en sus inicios a la comunidad Amalurra se le calificó de secta. Me gustaría que le quitaran ese sambenito. Cuando vas te encuentras un sitio precioso, referencia para más gente de la que nos podemos imaginar. Antes allí vivía una congregación religiosa y, curiosamente, casi todos los monjes eran altos, rubios y de ojos claros.
¿Como vikingos?
-No, se dice que fue refugio de muchos nazis tras la Segunda Guerra Mundial.
¡Qué dice! Templarios, nazis, parece de película.
-(Risas) ¿Dónde irías a esconderte? ¿En una ciudad bulliciosa o en un paraje así? La congregación, no me acuerdo del nombre, contaba con otra sede en Cervera de Pisuerga y también en Alemania. Al morir el último religioso, el padre Martín Sarrionaindia -uno de los primeros que empezó a trabajar la apicultura de forma profesional- el sitio quedó abandonado.
Va a ser verdad que allí se percibe una energía especial...
-Cuando acudes a un sitio con energía, también depositas la tuya.
Presidente artzentalesko kultur elkartea