Bilbao - Una de las figuras grabadas sobre las paredes de la cueva de Atxurra, en Berriatua, pasará con toda seguridad a completar los manuales de arte paleolítico. Se trata de un bisonte acribillado con al menos dos docenas de marcas de lanzas [o azagayas], única representación conocida en Europa con estas características ya que lo habitual es encontrar uno, dos o tres proyectiles a lo sumo. Pero el hallazgo de este “santuario” va mucho más allá de esa prueba de magia simpática (como la denominan los especialistas) para implorar un próspero día de caza.
A la cantidad de figuras de animales que aparecen en solitario o superpuestas -al menos setenta entre caballos, bisontes, cabras, ciervos, uros y lo que se podría asemejar a un reno sin cornamenta- habría que sumar la presencia de suelos intactos en los que reposa el material empleado por aquellos artistas de un periodo avanzado del Magdaleniense: una lasca de sílex de unos seis centímetros con la que rasparon las paredes y restos de carbón vegetal con los que perfilaron esas imágenes.
“Y hay que tener en cuenta que el tercio final de la cueva ni siquiera lo tenemos visitado. Es posible que haya bastantes más”, subrayaba ayer el arqueólogo Diego Garate para dar una idea de la relevancia de este descubrimiento fechado el 25 de septiembre del año pasado y en secreto hasta la fecha por seguridad. La de Altxerri (Gipuzkoa), por ejemplo, atesora 101 muestras de arte rupestre; y la de Erberua (Behe Nafarroa) unas ochenta. “Aquí vamos setenta en cuatro incursiones”, apostillaba Garate, quien protagonizó este hito en la historia del arte rupestre junto a Iñaki Intxaurbe, del grupo de espeleología ADES de Gernika.
Él fue precisamente quien, después de unos 14.000 años, volvió a contemplar los trazos de esos animales. Estaban conservados en un habitáculo a varios metros de altura que no aparecía en la carta topográfica esbozada hace unos setenta años por aita Barandiaran y su sempiterno compinche Telesforo Aranzadi, que emprendieron una campaña de excavación entre 1934 y 1935, aunque la cavidad fue descubierta seis años antes por el propio Barandiaran.
“Empecé a gritar como loco: ¡Diego sube, sube que aquí hay animales!”, recordaba ayer Intxaurbe. El subidón de adrenalina del momento hubo que apaciguarlo hasta poder corroborar científica y técnicamente que el hallazgo (del que informaron al día siguiente al Servicio de Patrimonio Cultural de la Diputación Foral de Bizkaia) era real y no una falsificación. El polvo en suspensión y la presencia de calcita sobre los grabados fueron las primeras evidencias que contribuyeron a su consagración en la “Champions League” del arte rupestre, comparó Garate.
Andamiajes y seguridad “Atxurra va a aparecer en todos los manuales de arte paleolítico. Ese bisonte asaeteado posiblemente será muy representado”, manifestaba el arqueólogo que retomó el proyecto de investigación en el año 2014 con la intención de valorar el yacimiento. Por el momento, las evidencias de arte parietal paleolítico identificadas se encuentran en repisas de muy difícil acceso por la altura a la que se encuentran, lo que hace que su estudio requiera de la instalación de andamiajes y sistemas de seguridad.
En este sentido, tal y como avanzó Lorea Bilbao, diputada foral de Cultura y Euskera, está prevista la puesta en marcha de un plan de actuación para tres años en el que se investigará tanto el suelo como las pinturas “y en función de lo que vayamos encontrando”, se decidirán las actuaciones. Eso sí, la cueva permanecerá cerrada al público por motivos de seguridad y de conservación de ese animalario.
La técnica utilizada casi en exclusiva es el grabado en distintas variantes (raspado en algunas), que en ocasiones se combina con tinturas negras cuyo estado de conservación está un poco estropeado. En algunos puntos incluso es posible observar algunas manchas de frotado de tonos rojizos. Y, lamentablemente, también es visible un grafiti moderno (se leen con nitidez las iniciales J. M. N.) sobre uno de los caballos -uno de 1,40 metros y el otro, uno de 1,70 metros- grabados con gran detalle, coetáneos a Santimamiñe.
Y es que, como indicaba Garate, la cavidad de Atxurra ha sido muy visitada por las gentes de la zona. Afortunadamente para los equipos de arqueólogos y paleontólogos que trabajan en la zona, los catorce paneles decorados están localizados en zonas altas y de difícil acceso, una práctica habitual por los artistas del Paleolítico de la zona pirenaica. De hecho, las investigaciones que se lleven a cabo en esta cavidad durante los próximos años servirán también para desentrañar los vínculos que podrían existir entre aquellas comunidades que hace 14.000 años poblaban la cornisa cantábrica y pirenaica. “Nosotros estamos en el centro. Por aquí pasaban todos en una u otra dirección”, ilustraba el arqueólogo cuyo nombre también aparece en el hallazgo de las pinturas rupestres de Askondo (Mañaria) datadas hace 24.000 años.
El descubrimiento de estos grabados de arte parietal paleolítico se enmarca dentro de la estrategia de investigación impulsada por la Diputación para revisar las cuevas en busca de arte paleolítico pintado y/o grabado. Gracias a ello, en una década se ha pasado de conocer tres cavidades decoradas de la época paleolítica en Bizkaia (Venta de La Perra, Santimamiñe y Arenaza) a un total de quince sumadas El Rincón, El Polvorín, Antoliña, Askondo, Bolinkoba, Lumentxa, Morgota, Ondaro, Abittaga, Goikolau y Atxurra; y con menos certeza, se puede incluir Atxuri I.