OLÉ tu arte”. Con esta expresión y un fuerte aplauso agradeció una anónima espectadora la saeta que le lanzaron anoche al Cristo de Medinaceli desde el balcón del Club El Edén, en la calle Cortés, uno de los emblemas de la vida disoluta de la capital vizcaina. De esta forma se cumplía el ritual de la tradicional procesión del Nazareno, que un año más volvió a congregar a una gran cantidad de personas, unas más fervientes que otras, pero sobre todo, a muchos curiosos. Porque mucha gente aprovecha tal día como ayer para acercarse hasta La Palanca, que así es como siempre se ha llamado al barrio chino de Bilbao.
La procesión, que será probablemente la más popular de la Semana Santa bilbaina, se inició a las ocho y media de la noche frente a la Quinta Parroquia, en la calle Hurtado de Amézaga. A esa hora ya estaba dispuesto en el pórtico de la iglesia la imagen del Nazareno, que es una copia fiel del Cristo de Medinaceli que hay en Madrid. Se trata de una talla de Federico Coullaut-Valera realizada en 1948 que se venera en la parroquia de San Francisco de Asís, más conocida por la Quinta Parroquia. Escoltada por los miembros de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de Nazareno, tuvieron que esperar algo más de una hora hasta que echara a rodar, ya que antes tenían que desfilar por delante de la imagen las nueve cofradías que tomaron parte en la procesión. En total, más de mil cofrades precedieron al Cristo de Medinaceli y al paso de Santa María de Magdalena, que acompaña en el recorrido al Nazareno desde hace solo siete años.
El momento culminante de la procesión llegaba pasadas las diez y cuarto de la noche cuando desde el balcón del mítico Edén le honraban con una saetas interpretadas por diferentes cantaores. La expectación era máxima en la confluencia de la calle Cortes y la Laguna, donde se pudieron escuchar algunas de las saetas, aunque todo el recorrido estuvo plagado de público. A pesar de la lentitud de la marcha, la gente aguantó el frío, que a medianoche ya se dejaba notar porque “la ocasión lo merecía”. Así se expresaba Rosa, una mujer “de Bilbao de toda la vida”, que no se pierde una procesión. “Para mí, la Semana Santa es especial”, decía, “porque yo soy bastante creyente, por eso no me pierdo ni una procesión y los oficios en San Vicente, que es mi parroquia”. También dejaba claro que “es el único día del año que subo a estas calles porque siempre me ha dado miedo esta zona”. A pocos metros de Rosa, ya en la calle San Francisco, un grupo de inmigrantes subsaharianos y magrebíes miraban con curiosidad el paso de los cofrades. Esa imagen refleja lo que es ahora La Palanca, un barrio multicultural donde el Nazareno sigue yendo.