CUENTA Víctor Pérez de Guezuraga que cuando tenía cuatro o cinco años y le veía a su padre ponerse el hábito de cofrade para tomar parte en las procesiones de Semana Santa le decía: “Llévame contigo, yo también quiero salir”. Su padre le contestaba que no podía porque en su cofradía no podían ir niños. Y no pasaron muchos años hasta que pudo cumplir su sueño. Cuando tenía 11 comenzó a desfilar como cofrade de la Hermandad del Apóstol Santiago, aunque él asegura que “con ocho ya salía en las procesiones”. Desde entonces no ha faltado a ninguna cita, por lo que puede decir con orgullo que lleva “casi 50 años saliendo”. Quizá por eso, este año ha tenido el honor de ser el pregonero de la Semana Santa bilbaina. “Es una gran responsabilidad, porque represento a todas las cofradías y tengo que trasladar bien esta tradición de la villa”. Eso le hará estar en un gran número de actos que tendrá que compatibilizar con su apretada agenda como alto ejecutivo de Repsol.

“Soy hijo de cofrade, lo he mamado desde mi infancia”. Así explica Víctor su pasión por la Pasión. Su padre era miembro de la Cofradía San Francisco de Asís que los franciscanos tenían en Iralabarri y él, como estudiaba en Santiago Apóstol, se inició a una edad temprana, en la cofradía del colegio. En ella ha desarrollado y desarrolla su vocación de cofrade “durante la Semana Santa y el resto del año, porque las cofradías hacemos muchas más cosas”, aclara. Víctor se refiere a las “colaboraciones que realizamos con las parroquias, asilos, catequesis y ONG”, aunque reconoce que es en Semana Santa cuando tienen que darlo todo. “Hay muchos actos, no solo procesiones, y hay que dosificarse”. En este sentido, explica que en Bilbao, a diferencia de otras ciudades, “todas las cofradías participan en todas las procesiones, y eso significa que tenemos que estar en 14 procesiones”. Al final, contabilizan “diez días en la calle y un montón de horas porque hay jornadas, como la del Viernes Santo, que es interminable”.

Víctor vivirá todos los actos con intensidad. Para él es muy difícil destacar uno en especial. “Son muchas las emociones”, dice, pero se atreve a resaltar “la procesión del Borriquito, porque al ver a los niños, veo que la tradición sigue; la procesión del Nazareno, que va por los barrios altos de Bilbao o la procesión del Silencio, que recorre las parroquias del Casco Viejo a partir de las 5.30 horas del Viernes Santo”. Tampoco se quiere dejar en el tintero “las magníficas procesiones del Viernes Santo por la Gran Vía y nuestra procesión, la de la Esperanza del Sábado Santo”.

Los miembros de las diferentes cofradías trabajan durante todo el año para que “Bilbao siga siendo una referencia”. “La Semana Santa bilbaina es una tradición muy arraigada”, señala Víctor, que ha escrito mucho sobre su historia, “y probablemente será la más antigua de la villa ya que la primera procesión fue en 1554”. Desde entonces, la Semana Santa ha pasado por diferentes épocas de esplendor y también de decaimiento. Por ejemplo, la “crisis” que hubo a finales de los años noventa, como consecuencia del “boom del ocio”, según señala Víctor, “que no quedaba nadie en Bilbao. “Afortunadamente, aquello pasó rápido y desde hace años ha habido un repunte”, dice. Un repunte que ha sido posible “gracias al esfuerzo de los cofrades por mantener este legado artístico y al apoyo de las instituciones”. El turismo, que estos días inunda Bilbao, también está contribuyendo decisivamente al realce de la Semana Santa. “La gente de fuera que viene a Bilbao se queda sorprendida de las procesiones”, apunta Víctor. Unas procesiones que, según él, “reflejan la idiosincrasia del pueblo vasco: sobriedad, austeridad y compromiso”.