HAY oficios y profesiones de mala fama, quizás porque en su abundancia se mezclan justos con pecadores, profesionales íntegros de mucha autoridad con mangarranes de tres al cuarto. Quien no las ejerce tiende (tendemos, a nada que hagamos un examen de conciencia sincero...) tendemos a juzgarlas con un ojo crítico y demoledor. Así, hay médicos que matan, políticos que roban, periodistas que mienten, fontaneros que se hacen de oro por una chapuza, mecánicos del automóvil que aflojan las tuercas o funcionarios que trabajan a medio gas. Es un estigma clásico de nuestro tiempo, un sambenito en que encaja el abogado que, al decir de Lord Brougham es “un hábil caballero que se ocupa de cuidar nuestros bienes frente a nuestros enemigos para poder quedárselos él”.
Toda esa denuncia tiene un leve pellizco de veracidad en los casos más extremos pero en ella anida, por lo general, mucho de exageración, cuando no de mentira pura y dura. Lo digo ahora, recién llegado del Colegio de Abogados de Bizkaia, donde ayer se clausuró el I Congreso de la Abogacía de Bizkaia con la entrega de los premios Pedro de Lemonauria (“en realidad se llamaba Pedro José Francísco Hermógenes: Perico para los amigos”, bromearon desde el atril...) como broche a dos días de intensa actividad para una puesta al día de las peripecias de la profesión.
El acto, celebrado en la propia sede colegial, estuvo presidido por Manuel Ayo, Javier García Pascual; el decano del Colegio de Abogados, Carlos Fuentenebro; el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, y Gemma Escapa y se remató con la doble distinción a Juan María Vidarte, decano del Colegio en cuatro ocasiones desde 1979, presidente de la ponencia redactora del Estatuto de Autonomía, fundador y presidente de la Asociación Pro-amnistía en 1976 y presidente de la Asociación Pro-Derechos Humanos de Bizkaia en 1982 y la Academia Vasca de Derecho que hoy preside Andrés Urrutia, constituida en 2003, presenta como logro más representativo la aprobación por el Parlamento Vasco de la Ley de Derecho Civil Vasco. Oro de ley para dos grandes trayectorias.
altos vuelos El congreso, y por extensión su clausura, contó con la presencia de letrados y juristas de altos vuelos, de hombres y mujeres de ley. Asi, desde José Antonio Seijas, magistrado de la Sala 1ª del Tribunal Supremo, hasta el director del Museo Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte, pasando por Nazario Oleaga, María Jesús Ellacuria, Jon Larrea, María Jesús Real, Aitziber Mugarra, Kepa Ayerra, Ana Bermejo, Aitzol Asla, Maitane Valdecantos, Margarita Hernández, Ángel Martín, Sabino Gutiérrez, Pedro Barreiro, Javier López Ezkurdia, Marta Latorre, Elisabete Herranz, Frida Bolinaga, Luisma Agirre, Beatriz Marcos, Gema Tomás, Gontzal Aizpurua, Alberto Seco y un buen número de asistentes celebraron el punto y final de un congreso que se aflojó la corbata con el lunch postrero en el Kafe Antzokia, al son de los acordes del teclista de jazz Rafael Aceves.