Güeñes - Juegan subidos a escobas que no levantan del suelo y la escurridiza snitch, que marca el final del partido, no es una bola dorada, sino que está representada por una persona que corre en vez de volar. Al saltar de las páginas de Harry Potter a la realidad muggle el quidditch, el deporte preferido del alumnado de la escuela Hogwarts quizás haya perdido magia, pero no intensidad. Entre los millones de adeptos de esta disciplina hay un equipo vizcaino, en Bizkaia Boggarts. En él militan junto a otras diez personas Andoni Aranguren, natural de Sodupe y el portugalujo Yeray Espinosa, presidente de la asociación estatal de quidditch. Ambos entrenan con la intención de participar en el campeonato del mundo este verano en Alemania.

Será esta una competición al más alto nivel que se concentra en dos días porque son los propios deportistas quienes sufragan su estancia, igual que ellos fabrican a mano muchos elementos que intervienen en los partidos, como los tubos que dan forma al aro donde entran los balones para anotar tantos.

Yeray no olvida el día que vio un reportaje en el telediario sobre un deporte inspirado en el niño mago de JK Rowling que causaba furor al otro lado del Atlántico. “Una mezcla de rugby, balón prisionero y balonmano en el que avanzas intentando que no te paren a base de placajes y eso sin soltar la escoba”, describe. Investigando a través de las redes sociales entró en contacto con otros aficionados. En 2015 Andoni se unió al equipo Bizkaia Boggarts.

“Viene bien y mal. Solo con el nombre la gente ya lo conoce, aunque no funciona como en las películas y los libros”, aseguran sobre la inevitable comparación. El quidditch que ellos practican no hunde sus raíces en siglos pasados como se relata en la ficción. El furor en torno a Harry Potter animó a ponerlo en práctica en el mundo real desde 2005, primero en los campus universitarios de Estados Unidos. Salen al terreno de juego “tres cazadores, dos golpeadores, y el guardián”. “Puede haber un máximo de cuatro jugadores del mismo género, entendiendo como tal cómo la persona se identifique y no lo que aparezca en su documento de identidad”, enfatizan. El objetivo es traspasar los aros instalados en los extremos del terreno de juego con un balón. Transcurridos algo más de diez minutos irrumpen en el encuentro los encargados de atrapar la snitch, que en las películas es una bola dorada y fuera de la pantalla otro jugador al que arrebatar la pelota que esconde en una especie de calcetín. Así lo recoge un reglamento en constante actualización del que pronto confían en publicar una versión homogénea para todos los clubes de quidditch.

Los componentes del Bizkaia Boggarts entrenan la parte más táctica de los partidos los domingos para compaginar su afición con sus ocupaciones estudiantiles y laborales. Entre semana lo complementan con el ejercicio que puedan llevar a cabo por su cuenta. Por experiencia propia afirman que el quidditch resulta beneficioso para la salud, ya que “se trabajan reflejos y velocidad y aumenta el campo de visión; mientras uno intenta llegar hasta el aro debe estar pendiente de que no le alcancen”, detallan.

Tras clasificarse en segunda posición en el torneo estatal que albergó Madrid, se preparan con la ilusión de jugar el campeonato mundial en la ciudad alemana de Frankfurt a finales de julio. “Si en el anterior campeonato del mundo jugaron siete selecciones para este próximo ya se han inscrito 24, todavía desconocemos el formato final”, cuentan Andoni y Yeray. El camino a Frankfurt comienza desde aquí. “Durante el torneo estatal de Madrid se realizó un primer corte. En marzo se conocerán los nombres de las 21 personas que estarán en Alemania”, adelantan. Además del fragor competitivo lo que más valoran es compartir su afición con otros deportistas. ¿Se verán algún día en unos Juegos Olímpicos? El tiempo lo dirá.