Plentzia - Crac. Arena. No hay aire. Más arena. Agua. No hay movimiento. Cuerpo sin reacción. Angustia. No hay respiración... La vida de Aketza Sánchez hizo crac el 18 de febrero de 2012 en la playa de Plentzia. “Al mediodía, un día supersoleado”, dibuja perfectamente. “Estaba dando clases de surf a tres adultos. Mientras iba remando, cogí una ola pequeñita. Al llegar a la orilla, salté y algo hizo crac. Caí bocabajo, no podía mover las manos ni las piernas, solo los ojos. No podía respirar, empecé a ahogarme...”, describe Aketza, un waterman de sonrisa contagiosa, que aún habla con ciertos nervios de aquello, de lo que le pasó, de su crac, del accidente que le dañó la médula y del que, supuestamente, iba a salir en silla de ruedas. “Pensé en mi hijo y en que Marta estaba embarazada de nuevo y dije: No, no puede ser mi momento, no puedo morir. Estaba convencido de ello. Pero pasaron los segundos, como minutos, empecé a tragar agua y hubo un momento de aceptación: Pues sí, es mi hora. Pero de fondo oí: ¡Mira Aketza, otra vez haciendo una broma! Y una alumna contestó: Pues lleva demasiado tiempo ahí. Se acercaron. Me dieron la vuelta. Y... empecé a llorar”, rememora.
Aketza es un superviviente. Aquel mediodía de febrero, efectivamente, no era su hora. Hizo un quiebro al destino. Y, después, volvió a desafiarlo. “Me han llamado chico milagro. Me ingresaron con una tetraplejia. En el hospital descartaron que pudiera volver a andar; a mi familia se lo pusieron todo muy negro...”, desvela Aketza, tras caminar por el puerto de Plentzia con sus niños, Hodei y Mara. “Yo no quería ver que me iba a quedar en una silla de ruedas. ¡Me negaba a quedarme en una silla de ruedas! Hice muchos ejercicios, con mucho esfuerzo, y tiré para adelante. Tenía a mi hijo, que me dio muchas energías, y a mi mujer embarazada. Sacas fuerzas de donde no hay... Y así, un día empecé a mover un poco los pies”, explica Aketza. Meses de rehabilitación, dentro y fuera del hospital, y de lucha le auparon. “La silla de ruedas no está en el culo, está en la cabeza”, proclama. El accidente le ha dejado secuelas que le marcan en su rutina: “Tengo tocado el sistema nervioso y hay días en los que no puedo salir de casa. No tengo fuerza y velocidad para hacer muchas cosas, sigo con medicación...”. Pero todo ello no iba a frenar a este berangotarra, que reside en Gorliz y que hace vida -nunca mejor dicho- en Plentzia. En la villa de Uribe Kosta se encuentra la asociación Goazen Up, que dirige junto a Mikel Rotaetxe. Se trata de una iniciativa que aúna deporte, salud y bienestar, mediante la cual personas con problemas físicos (dolencias de espalda, musculares, falta de equilibrio...) o anímicos practican SUP (Stand Up Paddel Surf) y Stand Up Paddel Yoga. Es decir, reman de pie sobre una tabla de surf o realizan posturas de yoga sobre el agua. Goazen Up ha conformado un grupo de entre 40 y 60 socios que, con más o menos regularidad a lo largo del año, salpican la ría de Plentzia de ganas de superación. Aketza ya ha notado los beneficios que estos ejercicios depositan en su cuerpo. De hecho, en la asociación están llevando a cabo una investigación medico-científica, respaldada por Innobasque, para constatar cómo influyen estas prácticas en las lesiones. “Es una gozada ver cómo en Francia y Portugal, el médico te receta el ejercicio físico que te conviene para tu dolencia”, aplaude Aketza, soñando con que esa fórmula -que Osakidetza ya prueba en Getxo- se instale en cada ambulatorio.
El programa de Telecinco Aketza es un superviviente. Está claro. Pero es que, además, es un superviviente del concurso de Telecinco que lleva ese nombre. El berangotarra, que ha sido dos veces campeón de Europa de surf (kneeboard), participó en la primera edición, allá por el año 2000, cuando la telerrealidad comenzó a despegar. “Iba a pescar todo el día y así me quitaba de los malos rollos que había entre los participantes”, recuerda sobre su paso por el programa, que se grabó en Panamá. Aketza ganó la votación de popularidad y, realmente, en un chasquido, se transformó en famoso. “Cambió mi vida por completo”, admite. “Me conocían en todos lados, no podía ni ir al supermercado y, menos, salir de noche; los periodistas estaban en mi portal, hablaban de mis exnovias...”, afirma.
Por contrato, tenía que salir en Crónicas Marcianas y tuvo más experiencias televisivas que no le gustaron. Cuando pudo, apagó la tele y buscó paz en Plentzia, donde montó su escuela de surf, hasta que su vida hizo crac en 2012.