“Los estancos somos las nuevas joyerías del siglo XXI”
Iñaki García Uribe, estanquero en Ugao, relata su experiencia tras dos robos
Bilbao - “Los estancos somos las nuevas joyerías del siglo XXI”. La afirmación la hace Iñaki García Uribe, propietario de un estanco en Ugao-Miraballes. Se refiere a que un gran porcentaje de los robos con violencia se desarrollan en los estancos. Dice, de hecho, que desde que las joyerías se bunquerizaron ahora hace más de quince años, “los estancos son los nuevos reclamos de los ladrones”. Y da un dato que refleja el panorama de las expendedurías. “En Bizkaia hay 400 estancos y, en los últimos cinco años, han robado en más de 200”.
Más del 50% de los estancos, según la estadística que maneja Uribe, han recibido en los últimos años la visita del amigo de lo ajeno. Y con ello han tenido que hacerse frente de una pérdida que ronda los 15.000 euros de media por asalto. “Yo solo he recibido su visita dos veces. Pero al estanco de Lemoa le han entrado hasta en once ocasiones, al de Algorta y Zorrotza siete, hay estancos de nueve? a mí solo me han robado dos veces, he tenido esa suerte”, señala.
El último robo en estancos perpetrado en el territorio vizcaino ocurrió a finales de septiembre en Derio. En este caso, la banda de los ladrones de tabaco volvió a actuar con dos golpes la misma noche. Los asaltantes, entre tres y cuatro encapuchados, vestían con ropa oscura y guantes para no dejar huellas y cubrir sus rostros para no ser identificados por las cámaras de seguridad. Después de reventar un bar en Sestao y un estanco en Derio, huyeron en un coche que habían sustraído días antes.
Tras los dos robos perpetrados en el mismo mes hace dos años en su local, el estanquero Iñaki García Uribe decidió estudiar estos asaltos en el sector, “aunque solo fuera para hacer de padre coraje y atrapar a los ladrones”, dice. En el último asalto, “a mi me robaron hasta el alma”; los cacos se hicieron con más de 30.000 euros dejando a Iñaki con dos hijos pequeños y sin dinero. A raíz de ese hecho, el hombre comenzó a estudiar el modus operandi de “la misma banda que arrasa en todos los estancos”; un clan que, según afirma con severidad, “son vascos, tienen los ocho apellidos vascos”.
Modus operandi similar Los ladrones, que ya fueron detenidos pero a falta de pruebas fueron puestos en libertad, siempre actúan igual. Se lo llevan todo estudiado y no dejan nada al azar. Según explica el estanquero, tienen aproximadamente diez minutos para entrar y llevarse toda la mercancía, “fácil para vender después sacando muchas ganancias”. En ese tiempo, tienen que actuar sin tiempo que perder y, por eso, “unos días antes visitan el local que quieren asaltar”. “Tienen una operación estudiada. Primeramente mirando en qué estanco van a robar. Y, después, observan detenidamente qué medidas de seguridad tienen que tomar”.
En esa visita, “piden un paquete de Chester, después de que te lo están comprando en el mostrador echan un ojo arriba y a su frente para conocer a fondo el local y sus debilidades”. De esta manera, los cacos ya tienen fichadas las cámaras de seguridad. Y cuando llegan a la puerta y cuando van a salir, “se les cae el paquete de tabaco al suelo. ¡Qué casualidad! Al bajar la vista para coger el paquete y subir ven si tienen enganches de hierro en el interior de las puertas”.
Tras el análisis, queda dar el golpe en un trabajo que está considerado como “perfecto, son profesionales de esto”. En su caso, robaron un coche y marcha atrás reventaron las puertas del local para, después, con la ayuda de un extintor, reventar las puertas que “cayeron por su propio peso”. “No han pasado ni dos minutos y ya están dentro”. Después, los cacos intentan hacerse con todo el tabaco que está en cajetillas colocadas en los estantes. Su ubicación no es baladí. Los estanqueros evitan guardar el tabaco en los cartones o en los cajones en que llegan al local y “cuyo valor por unidad ronda los 30.000 euros”. Colocado suelto en cajetillas es más difícil de sustraer. Aún así con unas sacas grandes, se hacen con todas las cajetillas que pueden y salen a la carrera mientras un coche les espera “por si algo falla”.
Es un trabajo digno de profesionales. La vestimenta también la llevan estudiada; van siempre de negro y con guantes, “para no dejar pistas a nadie”. De esta manera, los testigos solo podrán decir si el sujeto es alto o bajo, pero poco más.
“Tenemos que bunquerizarnos, hay que hacer algo pero de momento seguiremos siendo el blanco fácil, porque el delincuente quiere hacer un robo que le de un motín muy alto en poco tiempo”. Es decir, que una vez hecho con el tabaco, la venta ilegal de la mercancía es solo cuestión de horas. “Somos las nuevas joyerías”, concluye García Uribe.