SI uno hubiese cerrado los ojos en medio de la presentación (gesto de poca educación dado que puede confundirse con el noble deporte de echarse una cabezadita...) quizás lo hubiese oído. ¿Qué? El retumbar de los fusiles sobre las alfombras de la Sociedad Bilbaina, donde ayer se presentó en sociedad la última novela del cura renacentista Luis de Lezama, un hombre que lo mismo escribe el largo Amazonas de una novela que trabaja con la brevedad y agilidad que exige el periodismo o crea lo que creó: un imperio gastronómico, la legendario Taberna del Alabardero, que avanzó hasta dejar su huella en Washington, el mismísimo Washington de los Estados Unidos.
Les hablaba del terrible ta, ta, ta, ta que escuchaban los fusilados como su postrera marcha fúnebre porque la novela El capitán del Arriluze, de Luis de Lezama, cuenta la historia de su abuelo, Poli Barañano, de cómo un hombre persiguió su sueño y acabó fusilado tras destrozarlo. La novela contiene muchas sorpresas, como los bombones rellenos: conspiraciones, secretos y misterios en pleno estallido de la guerra civil española. Oigámosle al nieto del protagonista en las primeras líneas: “Corre el verano de 1936 y la situación política en España se ha complicado en extremo en los últimos meses. En cada puerto se tejen conspiraciones de todo signo pero ninguna de ellas logra empañar la felicidad de Poli Barañano, quien acaba de cumplir su gran sueño: comprar el buque en el que ha trabajado casi toda su vida, el Arriluze.”
Luis no es un cualquiera. No en vano, está considerado Vasco Universal por el Gobierno vasco y es doctor honoris causa en Ciencias Sociales por la Universidad de Providence (Rhode Island, Estados Unidos). Ayer presentó la novela en Bilbao de la mano del lehendakari José Antonio Ardanza en la Sociedad Bilbaina y entre algunos de los presentes que compraban el libro y le pedían una dedicatoria corría el pensamiento que recoje en las primeras páginas. “Descubrí que los barcos tienen alma. El alma es propiedad de las personas que los mandan. Navegan según el alma. Un barco sin alma es un cuerpo vacío. Puede ser arrastrado por el viento o llevado por las corrientes hasta el naufragio” Y no leamos más para no desentrañar los misterios y aventuras que corretean por las páginas de un libro de 24 quilates.
A la cita en la Sociedad Bilbaina no faltaron amigos y gente interesada en la cultura. Apareció Ibon Areso, quien confesó planear un triple alto mortal. “Igual me jubilo de la jubilación”, comentó, sotto voce, dejando entrever que aún le persiguen los compromiso. Y casi a la vez fueron llegando Álvaro Videgain, José Luis Aguirre, Javier Galán, Teresa Querejazu, quien anda inmersa en un proyecto férreo; Natividad de la Puerta, Esperanza Recio, Manu Suárez, en el papel de anfitrión de la casa, Mari Carmen Elorriaga, Alberto Alonso y un sinfín de asistentes más que disfrutaron de esa presentación de tiros largos.
nombres variopintos Al encuentro fueron sumándose una legión de nombres variopintos, desde el artista Iñaki García Ergüin hasta Ángel Gago, pasando por Luis Egia, Alejandro Echevarría, José Luis Redondo, José María Azkarate, Fernando Martínez, Juan Carlos Aranguren, el periodista Javier Reino, quien se acercó a saludar al viejo amigo Carlos Iriarte, José Luis Fernández, José María Ortuzar, Fernando Marañón, Luis Mendizabal, José María Izquierdo, Antonio González y un buen grupo de oyentes que no perdieron la ocasión de disfrutar del cara a cara entre el propio Luis y el propio José Antonio, dos hombres que intercambiaron palabras, abrazos e historias. Muchas historias.