HAY lunes alegres, como se lo cuento. Lunes tan risueños y felices que parecen domingos, por mucho que se traten de primeros lunes de septiembre como el de ayer. Dices “hoy es primer lunes de septiembre” y a mucha gente le entran ganas de llorar, solo con la nostalgia que les provoca mirar al horizonte y ver lo lejos que queda el primero de julio o aquel que encabeza el mes de agosto, tan veraniegos. Pero ni siquiera esos evocan una sonrisa. Lo que gusta y alegra el cuerpo son los sábados, los domingos y demás fiestas de guardar.
Todo cambia, al parecer, cuando uno entra en la recta de meta: en la edad dorada de la jubilación con buenas piernas para el sprint. A ese universo pertenecen los protagonistas de hoy: los integrantes del Club de la Boina que puso en marcha Emilio González, Currito, allá por 1995, cuando, dicen, Juan Luis Burgos, amo y señor por aquel entonces de Altos Hornos, le apoyó en la idea. Currito fue santo y seña de Santur-tzi -de Bizkaia entera, por extensión...- y tuvo el don de arrastrar a su lado a miles de feligreses, así que el club sobrevivió a su muerte y ahí sigue, con una troupe de socios para los que, ellos sí, los primeros lunes de todos los meses del año son fabulsos. Acuden a la casa madre, el restaurante Currito de Santurtzi, donde Roberto Vázquez y María José González dan de comer con mano de santo, y cantan el himno oficioso (“con la txapela en la mano, como personas aristocráticas...”) tras calentarse el cuerpo con los tiburones de Santurtzi, unas sardinas de aupa. Se sientan a la mesa -baja con fuerza el río de las batallitas...- y dejan que la tarde del lunes (la tarde del lunes es peor aún, la raspa de ese día amargo...) se deslice entre vinos y cánticos y algún que otro órdago. Son felices, ya lo ven.
la buena gente A la buena mesa ayer se sentó buena gente que ponderó una lubina capitana, majestuosa. Entre ellos se encontraba el presidente del Club de la Boina, Pablo Vélez, quien ayer se lamentaba de no haber encontrado, por las fechas, un distinguido al que imponerle la txapela que le corona como uno de los suyos. Junto a Pablo repitieron la operación Mikel Bilbao, de acá para allá con el txistu a cuestas, José Lejarraga, Petiso, quien a sus ochentaypico presume de tener un si sostenido en la garganta y cantó todo un clásico: Lejos de aquel instante; José Mará Cuesta, Francisco Lamprea, José María Domenech, José Rodríguez Sierra, Txulin, en ambas versiones, padre e hijo, Juan Cruz Hernández, Emilio Mazquiarán, Carmelo Monedero, José Ramón Cabada o Marcelino Corchón entre otros.
Fue un encuentro de viejos amigos en el que sobre la mesa se resucitó la memoria de Curro y un sinfín de historias más. Son testigos de cuanto les cuento Ramiro y Eduardo Soler, Jon Bilbao, José Luis Echevarri, Sabino Larizgoitia, Sabino Aparicio, Javier González y un buen número de amigos de la boina. Entre ellos se encontraban Isaac González, Txema Vázquez o Marisa Muneira entre otros, todos ellos entregados a que el almuerzo fuese un encuentro más alegre aún si cabe. Y a media tarde de un jodido lunes ahí iban todos, felices.