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La Sardinera desvela sus secretos

El hijo de joaquín lucarini, autor de la escultura, revela los misterios que envuelven a la obra

La Sardinera desvela sus secretosMiguel Ángel Pardo

Las sardineras han sido y son uno de los grandes iconos de Santurtzi. Ellas, con sus cestas en la cabeza, alpargatas en mano, con la falda remangada y sin lucir pantorrilla -al contrario de lo que dice la archiconocida canción- dieron vida y vendieron las mejores sardinas en la localidad y los alrededores. Hace medio siglo que Joaquín Lucarini creó La Sardinera en su honor y esta talla de dos metros y medio de altura, tiene matices, detalles y leyendas que pueden ser desconocidas para el gran público.

Esta semana, Miguel Ángel Lucarini, el hijo mayor del creador de La Sardinera, visitó Santurtzi y, a su paso por la localidad, desveló los secretos que guarda esta obra de bronce que preside y da nombre al parque de La Sardinera. Miguel Ángel, llegado desde Sevilla para recoger el galardón la Sardina de Plata que entregó Comercios Unidos a la familia Lucarini, llevaba 30 años sin contemplar la obra a la que su padre dio forma en 1964. “Tengo muchas ganas de verla porque la última vez que lo hice fue hace 30 años”, recordó instantes antes del esperado reencuentro con esta obra que le fue encargada a Joaquín Lucarini y que costó cerca de 350.000 pesetas. Fue el día 8 de septiembre de 1964, festividad de la Virgen del Mar, cuando se inauguró esta escultura poniendo fin a un proceso de creación de más de seis meses.

“El proceso previo de creación de la obra fue normal, como el de otras muchas. Mi padre vino aquí, a Santurtzi, a conocer su ambiente, a las sardineras y todo lo que se generaba a su alrededor”, señala Miguel Ángel.

Vio, escuchó, tomó notas y todo eso lo plasmó en esta talla de bronce que cuenta con infinidad de detalles. “Mi padre se inspiró en la canción Desde Santurce a Bilbao para dar forma a la escultura”, explica el primogénito de Joaquín. Así, La Sardinera tiene un pie en cada uno de los dos escalones del puerto que daban acceso al mar.

Sus pies están descalzos, por un sencillo motivo que explica Miguel Ángel: “lleva las alpargatas colgadas de la cintura para no desgastarlas”. Y es que, las caminatas eran tan largas como escasos eran los recursos económicos de las sardineras y había que cuidar el calzado. En acertar con la postura que reflejase la actitud desenfadada estuvo el gran reto de Joaquín Lucarini a la hora de dar vida a este auténtico emblema de la localidad marinera.

“Sin duda, buscar una postura que reflejase la labor y el espíritu de las sardineras fue lo más complicado para mi padre”, indica Miguel Ángel.

El reencuentro Los pasos de Miguel Ángel apuran los últimos metros antes de llegar a la plaza de La Sardinera. “Ahí está”, dice. “Está preciosa, mucho mejor de lo que me esperaba. Hace 30 años la vi peor y se ve que con los últimos arreglos que se le efectuaron la estatua ha mejorado muchísimo. Las formas han ganado más protagonismo”, señala el hijo del escultor, que vuelve a hacer referencia a la postura de la talla. “Creo que mi padre acertó de lleno. Cualquiera que sea de aquí ve en esta obra la postura típica de las sardineras”, incide.

Ya frente a La Sardinera, desvela otro de los secretos de esta obra. La protagonista de la escultura está con la boca abierta porque está hablando. ¿Qué dice? “Pues dice sardina frescue, está claro”, indica Miguel Ángel.

La recreación de la indumentaria de La Sardinera fue otro de los puntos clave tanto desde el punto de vista de la documentación previa al inicio de la obra como a la hora de llevarla a cabo. Lucarini quiso que las texturas de los ropajes cobrasen mucha fuerza. “Ahora con los últimos trabajos que se han hecho en la escultura han ganado más protagonismo aún”, desgrana Miguel Ángel, que es aparejador, aunque ya está jubilado. En su discurso animado y muy edificante frente a la obra que su padre hizo hace ya medio siglo, Miguel Ángel señala otra circunstancia que, quizá el ciudadano de a pie no conozca. “Las esculturas primero se hacen desnudas y, luego, con esa base ya hecha, se le van añadiendo elementos como la ropa”, explica este hombre que se mostró “muy orgulloso” del reconocimiento que Comercios Unidos de Santurtzi hizo a su padre.

La cara de la obra Uno de los enigmas acerca de la escultura de La Sardinera que existían hasta la visita de Miguel Ángel Lucarini es la de en quién se inspiró Joaquín para crear el rostro de la escultura. Durante estos 50 años diversas versiones han recorrido la localidad marinera. Entre los santurtziarras se contaba que ese rostro de una chica joven y guapa pertenecía a una u otra sardinera que, por aquel entonces poblaba el municipio.

Todas esas versiones quedaron desmentidas con el paso por Santurtzi del hijo mayor de Joaquín Lucarini, quien confirmó que el rostro de La Sardinera es el de Concepción Gobantes, esposa del autor de esta emblemática obra. “La cara de La Sardinera es la de mi madre. Mi padre ponía la cara de mi madre a todas sus esculturas femeninas. Es la mujer más guapa que conoció y la reflejaba en sus obras”, explica Miguel Ángel, quien visitó Santurtzi para que La Sardinera desvelase sus secretos.