Esta es la historia de un sándwich del bar Alameda, la ‘felipada’, que ayer celebró sus 60 años
cUENTA la leyenda que durante las negociaciones de paz de Aquisgrán su pasión por los juegos de naipes llevaron a John Montagu, conde de Sandwich, a descuidar las comidas. Preocupados por ello, sus criados se las ingeniaron para prepararle alimentos que pudiera comer sin dejar de jugar a las cartas. Así pues, el conde se acostumbró a utilizar dos rebanadas de pan para evitar mancharse los dedos con el fiambre y las carnes frías que le servían para comer, lo que le permitía satisfacer su apetito sin dejar de jugar como un verdadero caballero británico. Aquella vieja historia, que data de 1748, enlaza con esa otra de una lejana tarde de 1955 en la que un tal Felipe Gayo, amigo del propietario del bar Alameda -en Alameda Urquijo 40, para más señas...-, pidió permiso para pasar al otro lado de la barra y preparar unos aperitivos para los amigos. Nacían así las felipadas, uno de los tesoros del sanctasanctorum que ahora celebra sesenta años de vida, un sándwich (bueno, aquí, en el botxo, siempre tan geométricos, los llamamos triángulos...) que tocó el cielo con las manos: tanto que se quedó en el menú, con una única modificación en la receta en 1977: se cambió el pan de molde. Para los no avisados -dudo que queden muchos en la ciudad...- diré que se presenta en dos variedades: picante y no picante, con una mahonesa casera y unas anchoas de pantalón largo.
Nadie como Paco García para mantener en pie durante tanto tiempo, seis décadas, una tradición gastronómica como esta que arrancó de la mano de su anterior propietario, Teo. Nadie con tanto corazón como Paco que ayer saludaba a diestro y siniestro; nadie con su don de gentes y su carisma. “Adiós, Paco”. “Enhorabuena, Paco”. Medio Bilbao pasa y saluda, otro medio se detiene e hinca el diente. Se diría -y sin faltar a la verdad...- que Paco es, como diría el bolero, alma, corazón y vida de esta historia.
la conquista de la calle Fue, ya digo, la conquista de la calle. Al balcón del bar Alameda, alegrado con las voces de Bilbao Bell Canto (Martín Barcelona, Iñaki Lazkano y Eduardo López de Heredia al aparato...), se asomó todo un gentío, desde Mikel Ortiz de Arratia hasta Adolfo Yebra, pasando por María Jesús Galarza, quien entregó a Paco una hermosa lámina de Tomás Ondarra donde se recrean las jugosas felipadas con aire vintage; Marcos Muro, Elena Puccini, directora del periódico Bilbao; María Loizaga, Garbiñe Badiola, José Luis Sabas, Teresa Fernández, José Mari Amantes, Gontzal Azkoitia, Cornelia Negueruela; por supuesto, la familia de Paco, su compañera, María Alunda, y sus hijas, María y Beatriz García; Olga Zulueta, Yolanda Laespada, Ana Berta Campo, Jorge Aio; los jóvenes Iñigo Múgica, Jorge Puga, ambos también con vocación de tocar al cielo con el baloncesto, a la altura del mismísimo James Harden,y Ainhoa Múgica, que mañana será artista de las grandes; Patricia Callejo, Juan Orrantia, Jesús Mari González, Antonio Madariaga, Izaskun Beaskoetxea, Xabier Iturriaga, José Luis Fernández, Aitor Pascual y una legión de seguidores de un sándwich que sabe a gloria.