izurtza - Alubias rojas, ensalada, sopa de pescado, callos caseros, cordero en salsa, hígado a la plancha, natillas y arroz con leche. Todo hecho en casa. Estos eran algunos de los platos que se podían degustar en el restaurante Azkonizaga que cerró sus puertas el pasado 31 de mayo. Y es que Kontxi, la responsable del negocio, acaba de cumplir 65 años y ha decidido echar el cerrojo y vivir la vida de otra forma y lejos de los fogones.

Han pasado 58 años desde que el emblemático espacio abrió sus puertas. Un restaurante pensado para el día a día o para las celebraciones, donde además de lo sabroso de su menú se caracterizaba porque si se pedían alubias rojas, dejaban la cazuela o como le llama Kontxi “el perolo”, para que se pudiera repetir cuantas veces se quisiera, “algo que ocurre en muy pocos sitios, y menos por diez euros que costaba el menú”, comenta.

Pero el tiempo pasa y Kontxi, con mucha nostalgia, ha decidido jubilarse ella y jubilar el restaurante. Solo tenía seis años cuando comenzó a relacionarse con el mundo de la restauración. Fue el 26 de abril de 1957 cuando sus padres decidieron abrir un restaurante, en el barrio Ortuzar de Izurtza, que rápidamente se hizo conocido en la comarca y fuera de ella. Políticos, futbolistas y reconocidos cocineros como Argiñano, han pasado por el comedor del Azkonizaga. Dice Kontxi que ha dedicado toda una vida al restaurante, “mis padres decidieron abrir este negocio, yo era muy pequeña y desde siempre me he criado trabajando detrás de la barra del bar. Era un restaurante muy pequeño. Nuestra intención era empezar poco a poco y al de unos años, como venían tantos trabajadores de las canteras de Mañaria, decidimos ampliar. Pero para entonces yo ya tenía catorce años. Hemos llegado a dar hasta 300 menús al día”, relata Kontxi.

Sin embargo, las intenciones de Kontxi eran otras. “A mí me hubiera gustado que mi hija Amagoia hubiera continuado con el restaurante, pero hace ocho años y medio falleció inesperadamente a los 29 años, y entonces los planes cambiaron”, narra una emocionada Kontxi. De hecho, tras el triste suceso, ella decidió dejar el restaurante y no seguir trabajando, algo que los médicos y los amigos le recomendaron que no hiciera “ya que era mejor ocupar el tiempo en algo y no estar en casa dándole vueltas a la cabeza”.

Han pasado unas semanas desde que en el restaurante, situado en plena carretera que sube a Urkiola, cuelga el cartel de “cerrado por jubilación”, y Kontxi confiesa que todavía va todos los días al restaurante a quitar el polvo y ver que todo está bien. “Date cuenta que ha sido toda mi vida. No sé hacer otra cosa que trabajar aquí. Yo venía todos los días sobre las siete y media de la mañana a poner en marcha los fogones. Toda la comida la cocinábamos aquí, la sopa de pescado, las alubias rojas, el cordero en salsa, los callos...”.

Durante cerca de 60 años Kontxi ha trabajado diariamente, al menos, 13 o 14 horas al día, “para mí no ha sido un trabajo, sino una afición. Me gustaba lo que hacía. Tengo muchas historias vividas aquí, me hubiera encantado que mi hija hubiera seguido con este negocio familiar, tal y como era su deseo”, relata Kontxi. Entre las anécdotas relata una que le llamó mucho la atención cuando un conocido cliente se bebió 28 botellines de cerveza en menos de dos horas, “no se cómo se fue a casa pero fue insólito”, relata.

De momento, Kontxi no quiere hablar del futuro del restaurante, aunque dice que desearía “volver a verlo abierto y con gente alrededor”. En cambio, en cuanto a su vida sí deja entrever algún que otro deseo, como escribir un libro. “Casi 60 años vividos en este restaurante dan para contar muchas cosas y me gustaría recoger todos mis recuerdos en un libro”, confiesa. “Ahora yo sigo haciendo las mismas cosas que hacía antes. Voy a Durango a los bancos temprano y después me gusta dar una vuelta por el mercado para ver qué productos tienen. Yo no creo que cambie en mi día a día, no me gusta viajar, tan sólo tengo ganas de visitar La India, para conocer sus costumbres, es algo que me atrae”, concluye.