CUENTAN sus amigos que Unai Rementeria no era muy ligón, que era un poco cortado y se pasaba el verano blanquísimo. “Mientras nosotros íbamos a la playa, él estaba dando el callo en el bar de su tía o empollando. A las tardes solíamos quedarnos en la atalaya, Mundaka se llenaba, los veraneantes, las chicas... Cuando él venía, empezábamos a gritar: Hemen dator hurrengo lehendakaria y le aplaudíamos. Él se ponía rojo, porque era superlotsati, agachaba la cabeza y nos insultaba cariñosamente”, recuerda Asier Ruiz, uno de aquellos adolescentes que, entre risas y vaciles, entremezclado con el olor a salitre, vislumbraban el prometedor futuro del candidato del PNV a diputado general de Bizkaia. “No pensábamos que iba a llegar a lehendakari, pero sabíamos que iba a ser algo en la vida. Somos una cuadrilla numerosa y a nadie le va a sorprender llegue donde llegue. Es Unai”.
Unai, ese chico “que soñaba con que su ama estuviese orgullosa de él”. Ese chico “de baserri” que ha crecido currándoselo. “Es lo que le han inculcado en casa, que hay que aplicarse cuando quieres conseguir algo. Es un trabajador nato y se va a involucrar cien por cien en todo lo que haga”, asegura Asier, que ha contado con su hombro en los momentos difíciles. “He pasado ciertas experiencias en las que Unai se ha volcado conmigo. Nunca voy a poder agradecérselo lo suficiente, no porque hiciese una cosa brutal, sino por estar ahí solo, porque era mi amigo”.
También han compartido risas y muchas, como aquel día en el que toda la cuadrilla se apretujó, cual piezas de Tetris, en un R5 para celebrar el decimoctavo cumpleaños de Unai en las fiestas de Fruiz. “Él iba de copiloto y nos paró la Ertzaintza. Mientras él hablaba, incluso salió fuera del vehículo, los que íbamos detrás, algo perjudicados, empezamos a hacer tonterías y nos moríamos de la risa. Me viene eso a la cabeza. Es un tío grande”.
Su punto flojo, de chaval, cuando estaba, por increíble que parezca, algo “entradito en carnes”, era el deporte. “Cuando era muy pequeño era muy bueno a pelota a mano”, pero poco más, comenta Asier. Ahora, revela, “se levanta de madrugada antes de ir a trabajar y se pega unas machacadas físicas... No hay más que verlo. Es porque se ha empeñado en que tiene que estar bien físicamente y es así con todo: trabajo, trabajo y trabajo”.
“Cabezón”, pero no de los que “nunca te dan la razón cuando la tienes”, sino de los que “defienden lo suyo”, Unai no ha cambiado como amigo, pese a los múltiples cargos públicos que ha ocupado, desde concejal de Mundaka a diputado foral de Presidencia. “Ha crecido por la experiencia que tiene y está superpuesto, pero es el de siempre, es muy cercano”. Tanto que salir a tomar algo con él por Mundaka se puede convertir en un suplicio. “A veces fastidia cuando estás en cuadrilla porque se para a hablar con todo el mundo que se acerca a contarle un problema. Al final tienes que decirle: Txo, está con nosotros, es sábado, déjalo? Y él: Asier, vete tranquilo, que ahora me junto con vosotros. Es muy bueno eso en Unai porque le da igual de qué partido seas, te va a echar una mano siempre que pueda. Es superconciliador y eso es lo que necesitamos aquí, una persona que una, no que divida, como otros”, defiende Asier, quien ya empieza a darle vueltas al bocado que asestará a su relación la apretada agenda de su amigo, si finalmente resulta elegido diputado general de Bizkaia. “Si ahora ya es difícil quedar con él para montar una comida en nuestro txoko, qué va a ser después, porque sé que se va a implicar a tope y vamos a poner una fecha en el calendario y justo el día anterior va a decir: Ostras, que no puedo, que tengo que tal y eso me da mucha pena”.
También Josu, el hermano de Unai, confiesa que le “echará en falta”. Lo hace, al igual que Asier, durante la grabación de Ahotsak. Una serie de vídeos en los que rostros conocidos y anónimos retratan, con el pincel empapado en vivencias, al candidato jeltzale. En su testimonio, parte editado, parte en el tintero, Josu afirma que su hermano y él son “uña y carne” y que de jóvenes mantenían una entente por la que Unai le cocinaba y él le pagaba la carrera de Derecho. “Las últimas veces nos ha hecho unas almejas en salsa verde, unos langostinos bien preparados... No hace platos complicados, pero se le da bien”, atestigua.
“Habría sido un gudari” Sus mayores alegrías, dice su hermano, las vivió cuando nacieron sus hijos, con los que se vuelca en su mermado tiempo libre. También celebró con gran entusiasmo su primer puesto de trabajo, tras terminar la carrera y echar un montón de currículums. “Ese día arrancó y hasta hoy no ha parado. No ha tenido un día de descanso”, señala Josu. De hecho, destaca, “la mejor cualidad que tiene es que nunca te va a dejar tirado. Si coge un compromiso, hasta que no termina no para. Se toma las cosas muy a pecho, puede incluso abandonar lo suyo para intentar subsanar el problema”. De haber nacido unos cuantos años atrás, concluye, “le habríamos visto tranquilamente de gudari luchando ante las injusticias de cualquier manera. Es lo que nos han enseñado en casa”. Eso y que no hay que prometer imposibles. “Si lo dice, lo hace y lo hará bien, porque no sabe hacerlo de otra forma”, da su palabra su amigo Oskar Baraiazarra.
Guadalupe Agirre, su secretaria desde hace dos años, la que le recibe cada mañana con un descafeinado, la que se asoma una y otra vez a la puerta de su despacho para intentar ofrecerle una pieza de fruta -“casi siempre está ocupado y la pera o la manzana queda ahí para el día siguiente”-, le define como “una persona sincera, abierta y dialogante” y alaba su sencillez. “Muchas veces le siento como un compañero. Cuando firma, me trae las carpetas a la mesa. Es muy cercano y exquisito en el trato personal. Siempre mesedez, oso ondo, eskerrik asko... Te anima y te motiva, te hace estar contenta, feliz. Es un lujo trabajar con él”. Ya se lo dicen sus amigas: “Jo, Lupe, qué suerte tienes de trabajar con un diputado tan guapo”.
“Muy trabajador y exigente consigo mismo”, tras una maratoniana jornada laboral -“su agenda es muy intensa y muchas veces llega a casa a la noche”, da fe Lupe-, Unai “se refugia” en su familia. “Aprovecha cualquier momento para estar con su esposa y sus hijos, le lleva a catequesis, le recoge de la piscina... Ese factor de padre y esposo magnifica su persona”, concluye.
Bakartxo Tejeria conoció a Unai la anterior legislatura en el Parlamento Vasco, que ahora ella preside y donde él “dejó su impronta”. “Preparaba el trabajo muy bien y sus intervenciones eran muy potentes. Si hubieran existido los premios al mejor orador o el premio revelación, seguro que lo tendría”, bromea Bakartxo, quien recuerda “cómo se preocupaba por el sector pesquero y lo mucho que se implicó y las importantes gestiones que hizo cuando secuestraron el Alakrana”. También le quitaba el sueño la ola de Mundaka. “Se preocupaba mucho por los problemas del pueblo. Cuando haces las cosas con sentimiento y con gusto eso se nota”.
En el trato personal, comenta, Unai “es muy alegre y agradable, con humor. Cuando entras en el Parlamento de nuevo tienes cierto miedo y a él se le veía una frescura como si hubiese estado ahí toda la vida”, reconoce Bakartxo, quien destaca asimismo su facilidad y disposición para relacionarse con las personas. “Es muy cercano con todos, incluso con gente de otros grupos. Si le preguntas a cualquiera, dejó una buena sensación. Estoy segura de que no ha perdido esa frescura y cercanía y de que la mantendrá. Leí en algún sitio que decía: Cuando me vienen con algún tema, yo no le digo ni que sí ni que no, le digo que lo intentaré. Ese es Unai”.