La Novena Sinfonía de Beethoven fue la primera pieza musical en ser proclamada Patrimonio de la Humanidad. Pero, ¿por qué entonces tantas y tantas personas en todo el mundo no la han escuchado jamás? Es lo que se preguntó un día Íñigo Pírfano. Y de esa reflexión nació A kiss for all the world, un proyecto quijotesco, una iniciativa que quiere acercar la música a los más desfavorecidos, los grandes olvidados de la tierra, y que en una primera gira llegará a países como Panamá, Perú y Colombia. “No voy a negar sus primeras necesidades pero ha llegado el momento de no tratarles como ciudadanos de segunda y concederles también la dignidad que da la cultura”, afirma este director de orquesta, compositor, filósofo y escritor nacido en Bilbao hace 42 años.
Íñigo lleva la música en las venas. No en vano, su padre fue el director de orquesta Pedro Pírfano, quien fuera director del Conservatorio de Música de Bilbao y dirigiera también las orquestas sinfónicas de la capital vizcaina y Valencia, el Orfeón Pamplonés y el coro de RTVE. “No tuve ningún mérito, la música siempre estuvo presente en mi familia”, admite con humildad. “Sin haber ido al conservatorio nunca, tenía el profesor en casa, empecé a estudiar solfeo, a enredar tocando el piano... Somos muchos hermanos y hacíamos música juntos. Nos lo pasábamos muy bien”. Pese a todo, la música no entraba en sus planes de futuro; de hecho, cursó Filosofía antes de irse a Alemania a estudiar dirección de orquesta. “Me di cuenta de que quería dedicarme profesionalmente a la música”, recuerda. Está convencido de que lo lleva en los genes. “Tenía las aptitudes que son propias de un director: la plasticidad para dibujar la música, el tempo interior... Hay una carga genética importante y luego hacen falta años para asentar todo y perfeccionarlo”, explica. Estuvo un año “encerrado” preparando el examen de ingreso en la Universidad de Música de Salzburgo. Tras su formación, regresó a Madrid, donde puso en marcha la Orquesta Académica, hace quince años. Y, además de escribir tres libros, tiene también una amplia trayectoria como speaker, con títulos como Dirigiendo personas, La gestión del talento o El poder transformador de la música.
A lo largo de su carrera, ha dirigido en las principales ciudades del Estado -incluyendo la Orquesta Sinfónica de Euskadi y la de Bilbao-, así como en Alemania, Austria y Polonia. Este peregrinaje le ha dejado otra forma de ver la vida. “La convivencia con personas de diferentes procedencias es extraordinariamente enriquecedora. Además de la necesidad de aprender idiomas (el alemán me parece imprescindible en un músico), te deja enseñanzas para toda la vida, como la capacidad de replantearte tu propia visión de las cosas”, reflexiona. Y, aunque se considera un ciudadano del mundo y viva actualmente en Madrid, sigue manteniendo sus raíces bilbainas, donde nació y vivió hasta los ocho años porque su padre trabajaba aquí. “Toda mi familia procede de Navarra y nos consideramos del norte. En Bilbao disfruto muchísimo, porque tengo muchos amigos y me encuentro en familia”, reconoce.
Hoy en día está sumergido en el que, probablemente, sea su proyecto más ambicioso: una gira por los rincones más desfavorecidos del planeta -empezarán en junio por Suramérica pero quieren llegar a Asia y a África- para interpretar con setenta músicos y un coro de setenta personas la novena sinfonía de Beethoven, el Himno de la Alegría. Actuarán en una cárcel de Colombia, un orfanato de Panamá o un asentamiento de infraviviendas de Perú. “Muchas de esas personas será la primera vez que se acerquen a la belleza de la música”, destaca. A kiss for all the world quiere hace llegar ese gran abrazo que reivindica la pieza musical a todas esas personas, “vamos a recordar a todas esas personas que no están solas”. Esta iniciativa tiene mucho de principios: considerar también la música, la cultura, como una necesidad. “Es muy importante la labor que están haciendo tantas organizaciones para llevar a los más desfavorecidos del planeta lo que necesitan para subsistir. Pero si nos limitamos a eso, estamos reduciendo a esas personas a estómagos. Hay que devolverles la dignidad que da la cultura”, reivindica. Todas las personas involucradas en el proyecto lo harán de forma desinteresada y, en cada lugar que actúen, lo harán con músicos locales. Además de importantes patronos y colaboradores, cualquier persona puede poner su granito de arena a través del crownfunding, aportaciones o adquiriendo productos de marketing.