Durango - La afición y el gusto por el arte es algo que Miguel Zugaza Miranda, licenciado en Historia y Geografía, ha vivido desde pequeño. Su familia ha estado siempre vinculada al mundo de la cultura y el arte, de manera que asegura haber heredado de sus padres esa pasión, hasta el punto de llegar a convertirlo en su modo de vida. “Mi padre, Leopoldo Zugaza, sigue con una actividad frenética de promoción del arte y la cultura, y mis hermanos, Alejandro y Cristina, desarrollando muchos e interesantes proyectos a través de Ikeder, la que fue la primera empresa de servicios culturales que se puso en marcha en nuestro país”, explicó el durangarra.

Especializado en Historia del Arte desde 2002, Miguel Zugaza ocupa el cargo de director del Museo del Prado. Dentro de cuatro años la pinacoteca madrileña celebrará su bicentenario, algo que según señala el propio Zugaza “es toda una oportunidad para reflexionar sobre el futuro del museo. Nos queda por desarrollar la última fase de ampliación del Campus del Museo con la incorporación del Salón de Reino y lo que eso puede suponer para ampliar y mejorar la presentación de las extraordinarias colecciones y las actividades ante un público creciente”, señala.

Volviendo la vista atrás, Zugaza reconoce que la propuesta que recibió hace ya trece años de participar en el proceso de ampliación y modernización del Museo del Prado ha supuesto un grato trabajo y todo un privilegio. “Yo salía de desarrollar un proyecto parecido en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que entonces se veía como todo un modelo. De alguna manera la tarea fue transferir esa experiencia a una escala mayor en uno de los grandes museos internacionales. El Prado tiene mucho veneno. La excelencia de sus colecciones se funde con la calidad de sus profesionales, convirtiendo el trabajo en algo apasionante. Todos los días aprendes algo. Sin ir más lejos, hace unas semanas presentamos el resultado de la restauración de El Calvario de Rogier van der Weyden. Es emocionante rescatar una obra maestra del arte universal gracias al trabajo y conocimiento de nuestros profesionales”, relata con entusiasmo.

Reconoce que el mundo del arte y la cultura es un aprendizaje constante. “Según maduras como persona, afinas tu visión de la vida y, como consecuencia, del arte. La experiencia del arte forma parte de un proceso de conocimiento. Una cosa te lleva a la otra. Cuanto más sabes, te vuelves más exigente. El Prado es una buena escuela para el conocimiento y la educación del gusto por el arte. Allí conviven escuelas y artistas muy diferentes unidos por un grado de excelencia y calidad supremo. En las obras de los grandes maestros no solo encuentras una lección de historia del arte, sino un repertorio de formas de entender el mundo y las grandes pasiones de los hombres, sobre el desarrollo histórico del pensamiento y las creencias”, afirma el durangarra.

Quien haya tenido la oportunidad de visitar El Prado comprenderá las palabras de su director, que describe al museo como un gran barrio de artistas. “Pasas del estudio de El Bosco, al taller de Tiziano y de este al de Velázquez o Goya. Los artistas singulares tienen una importancia absoluta y yo recomiendo entrar a través de esas personalidades y del diálogo que establecen entre ellos. Ahora por ejemplo, durante unos meses, tenemos la suerte de mostrar los Picassos del museo de Basilea. Son diez obras maestras que hemos montado en la galería central junto a los maestros de El Prado y de ese encuentro surgen diálogos sorprendentes. Los artistas y las obras establecen relaciones originales al margen de las órdenes que tratamos de darles los historiadores del arte”, destaca.

“Paisano” Azkuna Con respecto a hacer de anfitrión fuera de casa, Miguel Zugaza se muestra contento cuando alguien de su entorno visita y disfruta del museo. Al preguntarle qué significa su pueblo para él, asegura tener la punta del compás de su vida clavada en Durango, donde vive su familia y donde están sus amigos. “Me imagino que todos nos sentimos orgullosos de nuestro pueblo y yo no soy una excepción. Es sin duda el mejor pueblo del mundo. Me sorprenden muchas veces amigos y conocidos de Durango cuando me dicen que han visto tal o cual exposición. No pocas veces me he encontrado paseando por El Prado con alguno de ellos y, sinceramente, te sientes muy orgulloso. Un visitante asiduo era nuestro paisano Iñaki Azkuna. Siempre sacaba un rato para dar una vuelta por el museo”, afirma nostálgico.

Para Miguel Zugaza el museo es “una especie de refugio de nuestra ajetreada y compleja vida cotidiana. Un lugar donde colocarte en el papel de espectador del mundo y trascender de lo particular a lo universal. El arte es como un pasaporte para viajar por el mundo de la belleza y la sabiduría, dos caras de la misma moneda. Los museos expedimos esos pasaportes a todos los ciudadanos. Nadie con sensibilidad y curiosidad sale indemne de esa experiencia”, recalca.