MILLONES de ramas emergen del enorme árbol de ideas que compone el proyecto K, germinado a través del haz de luz emanado por cada joven que ha participado en su gestación. La iniciativa de la Diputación Foral de Bizkaia, nacida a finales de 2013 con el propósito de conectar con los jóvenes presentándoles un espacio participativo en el que reflejar sus inquietudes en euskera, se ha desarrollado mediante diversos talleres, encuentros y certámenes que han dado cuenta del potencial que esconde este colectivo para reflexionar acerca de su propio porvenir. La última cita del proyecto K, celebrada con tintes festivos hace dos semanas en el espacio ZAWP de Zorrotzaurre, culminó el primer ciclo de la iniciativa que, habiendo logrado la implicación de vizcainos de entre 18 y 30 años, tiene vocación de continuidad.
Asier Goikoetxea, bermeotarra de 26 años, es uno los jóvenes que ha estado involucrado prácticamente desde el inicio. “Conocí la iniciativa a través de Gorka Rodríguez y María Arana, coordinadores del proyecto, que acudieron a mí para que colaborase en la difusión”, relata este ingeniero informático que actualmente está inmerso en proyectos de economía colaborativa. Su participación se ha centrado en el primero y el último de los foros Kabia -hasta la fecha se han celebrado seis-, en los que un centenar de jóvenes han dialogado, debatido, criticado y propuesto alternativas sobre diferentes temáticas como la emancipación, la cultura vasca, la sexualidad o la educación.
“En el último Kabia se hizo un balance de las anteriores reuniones para pensar en cómo se iba a recoger toda la información que se había realizado. El proyecto K debe continuar, dejarlo como está sería desperdiciar una oportunidad”, considera el bermeotarra. La celebración de ZAWP fue precisamente el lugar en el que Asier pudo dar a conocer el proyecto que se trae entre manos junto a tres compañeros. En formato Petxa Kucha -una modalidad de presentación sencilla en la que se expone un idea mediante veinte diapositivas- el ingeniero informático habló sobre Tuarik, una iniciativa para “crear experiencias innovadoras en torno al turismo de Euskadi en la que el turista tenga un contacto más directo con la vida del ciudadano local”.
Además de los diferentes Kabia, la apuesta K ha fomentado otro tipo de actividades como Kgunea, una comunidad en las redes sociales en la que los jóvenes se ponen en contacto, o Kmovie, un certamen de vídeo para componer el mapa visual y emocional de Bizkaia. En lo que respecta a KIT.Lab, el laboratorio de comunicación e información para analizar las realidades y las características del euskera en cada lugar, los límites del proyecto han sobrepasado el territorio vizcaino.
Bien lo sabe Marta Barea, estudiante de 23 años de Grado Superior en Deporte, que tuvo la oportunidad de viajar a California gracias a dicho programa. “Participé en KIT.Lab a través de un profesor que me habló de ello. Organizaron un concurso dándonos la opción de hacer un vídeo, una fotografía o un audio. Subí a Twitter una foto sacada en Miribilla, escalando una pared que tenía unas montañas dibujadas con el siguiente mensaje: Pausoz pauso euskal mendiak hormak izatetik ateak izatera!”, explica la joven de Algorta. Tras ganar el concurso, Marta viajó la última semana de mayo de 2014, junto con otros cinco vencedores, a Los Ángeles y Bakersfield, donde realizaron un intercambio cultural con parte de la comunidad vasca de Estados Unidos.
“Estuvimos en el festival anual de NABO (North American Basque Organizations), donde comprobamos que los vascos que viven en California mantienen vivas las tradiciones del mus, los bailes, la pelota... Se nota que lo llevan en la sangre”, relata Marta. Uno de los objetivos de esa expedición fue el rodaje del documental Kalesareak, en el que entre otros asuntos, se exponen las diferencias culturales entre Euskadi y Estados Unidos. “El vídeo comienza hablando sobre cómo podría expandirse el euskera. La conclusión evidencia que somos nosotros los que podemos hacerlo, siendo embajadores del euskera allá donde vayamos”, indica la joven sobre el documental que se ha podido ver en diferentes localidades del territorio.
Balance positivo “Fue una experiencia muy enriquecedora a nivel personal, inolvidable. Repetiría sin dudarlo”, reconoce Marta sobre su periplo, del que se lleva “grandes amigos”. El viaje fue “la guinda del pastel” del programa KIT.Lab del proyecto K, en el que también se ahondó en el proceso de creación. Más teóricas hayan sido quizás las reuniones de Kabia, en las que se invitó a la reflexión sin ambages. “En el último encuentro propuse que en el proceso participativo no se tuviera en cuenta solo a la juventud vizcaina, sino que se trabajara en común con comunidades de Euskadi, del Estado, de Europa o del mundo. Hoy en día las problemáticas de los jóvenes no son específicas de una zona y ver cómo trabajan en otros lugares puede ayudar”, opina Asier.
El bermeotarra, con espíritu crítico, valora el proyecto desde su experiencia: “La idea K es muy ambiciosa, tal vez no se ha llegado a algo tan grande pero el balance es positivo. Es un primer paso para continuar adelante, las cosas no surgen de la nada”. Por su parte, la Diputación de Bizkaia, como anfitriona del despliegue de la apuesta K, tilda el balance de “magnífico”. “Ha sido un año muy intenso y enriquecedor, del que hemos extraído muchísimas aportaciones. Queremos seguir trabajando de esta manera. Los jóvenes no son el futuro, son el presente y tenemos la responsabilidad de crear un nuevo espacio colaborativo con ellos. Creemos en ellos”, exponen fuentes forales.