dECIR Franciscanas de Montpellier en Trapagaran es tanto como abrir un importante capítulo de la historia del municipio minero de los últimos 75 años.Este episodio comenzó un 2 de marzo de 1940 con la llegada a San Salvador del Valle de cuatro jóvenes monjas de la orden franciscana. Un año antes, se había firmado un convenio de colaboración, a petición del Ayuntamiento de Trápaga, para que las hermanas llegaran al pueblo para ayudar a la gente necesitada.

Había nacido así el Asilo San José. “Llegaron cuatro hermanas muy temprano. Eran jóvenes y con muchas ganas de ayudar y trabajar por el pueblo. Se encontraron un pueblo empobrecido, propio de la posguerra, con ancianos sin casa y niños sin familia. Esa misma tarde del 2 de marzo comenzaron a atender a ancianos y huérfanos en la residencia que les habían dejado”, reseña Joseba Torrealdai, director del centro educativo, que hoy día forma a cerca de 700 alumnos de hasta 18 años.

“Gracias a Dios ya no son las mismas circunstancias con las que empezaron aquellas hermanas. Se vino con mucho sufrimiento, mucha pobreza, el alcalde las llamó? ¡pero muy duro eh!. En el primer colegio, el que estaba en un baserri que había frente al Ayuntamiento -en la calle Funicular- tenían mayores, niños, pobres?, o sea tenían de todo. Un colegio que -le decía yo a una de ellas- ¿pero como podíais dormir ahí?. Pues sí, empezaron con mucha dureza, mucha pobreza. La gente del pueblo les llevaba alimentos, porque no tenían?”, recuerda Yolanda Dúo una de las cuatro hermanas que, aunque ya jubiladas, viven y colaboran aún con la marcha de este centro educativo, donde trabajan cerca de setenta personas entre profesorado, administración, limpieza y mantenimiento.

“Yo llevo 25 años en Trapagaran y el pueblo ha cambiado mucho. La gente tiene mucho más nivel en todos los sentidos. Antes la gente era más? peor hablada incluso, yo veo a la gente ahora con mucho nivel, tienen más cultura y económicamente también están mejor. Cuando yo llegué aquí pasé por el cierre de fábricas?”, señala Yolanda, quien destaca que como antaño, el colegio no deja a nadie en la estacada. “Si un niño no puede pagar se le ha ayudado siempre, el comedor es gratis si tiene que quedarse y hemos tenido gente con muchas necesidades y nos han ayudado de la congregación muchas veces. Nosotras nos hemos dejado nuestro sueldo en el colegio. Ahora ya no, pero yo cuando daba clases jamás se me ha ingresado el sueldo que me pagaba el Gobierno vasco. Era para el colegio, directamente para pagar a la profesora porque no nos llegaba, aunque la congregación nos ayudaba mucho”.

Punto de encuentro

Una de las características más relevantes del colegio Franciscanas de Montpellier es su condición de punto de encuentro para todos los trapagarandarras sean de la ideología que sean . “Hay una frase muy bonita que nos dedicaron en octubre en el inicio de los festejos por los 75 años. Franciscanas ha sido siempre un punto de encuentro entre personas diferentes. Ese es nuestro proyecto, o sea, a Franciscanas de Montpellier viene gente de diferentes ideologías, de diferente condición, pero atraídos por el mismo proyecto educativo, por la educación en valores que se da, por la seriedad y por el ambiente familiar. Aparte, cada una de nosotras cuatro tiene su ideología, me supongo. Yo tengo la mía, pero para votar al alcalde del pueblo nos da igual si lo hace bien”, reflexiona la hermana Dúo, quien recuerda que en la transición el centro acogió todo tipo de mítines. “Era el único salón de actos que había en el pueblo y por ello todos los partidos políticos nos lo pedían para dar sus mítines. Aquí han estado de todos los partidos y nunca pasó nada”, remarca Yolanda, quien amplía la ecuanimidad al propio alumnado. “En Franciscanas siempre ha habido gente de diferentes ideologías. Aquí ha venido gente de PNV, Bildu, PSOE? gente atea que, a nosotras... si no tienen creencias pues oye. Nosotros somos un colegio religioso pero Franciscanas se define por ser un colegio abierto, tolerante”, señala.

Valores

“Lo que destaca de este colegio, aparte de la calidad de la enseñanza, es la educación en valores, porque sin valores hoy en día no hay éxito profesional, en un ambiente muy familiar y muy comprometido con el pueblo y la cultura vasca. Son dos cosas fundamentales, ambiente muy familiar, cercano, - aquí los chavales entran cuando quieren al despacho a hablar conmigo- muy comprometidos con el euskera, el pueblo y la cultura vasca. Eso son nuestros signos de identidad”, resume el director del centro Joseba Torrealdai, quien destaca el gran papel socioeducativo que han jugado en Trapagaran las Franciscanas. “Una vez en el pueblo, aquellas cuatro hermanas, entre las que se encontraba Sor Manuela -tan querida en el pueblo-, se dedicaron sin descanso a trabajar por los más jóvenes y los ancianos. Ellas mismas pasaron dificultad y escasez porque todo lo que tenían se lo daban a la gente más necesitada”, rememora Torrealdai.

Poco a poco el centro va consolidándose y el Ayuntamiento les cedió otra sede al comienzo de la calle Funicular. “Se trataba de una casona antigua cerca del ayuntamiento donde pudieron atender a más niños y ancianos. Allí comenzaron a enseñar como una escuela a la vez que continuaban atendiendo a ancianos en dificultad y a niños sin casa ni pan. No cobraban nada por la enseñanza y luchaban con las instituciones por conseguir becas y dinero para las familias más pobres. Fueron años duros para ellas, llenos de renuncias pero hicieron un bien inmenso”.

Era tal la cantidad de familias que querían que sus hijos se formaran y aprendieran que el Ayuntamiento les cedió las viviendas donde hoy se ubica el euskaltegi y el área de acción social, hasta que en 1971 el Colegio San José se trasladó a su actual ubicación. “Desde ese momento el colegio no ha parado. Hoy día es un centro de siglo XXI, con la implantación del Modelo D, el trilingüismo y la apertura del Bachillerato que obtuvo la Q de calidad en la gestión”, resalta Torrealdai. Un largo camino emprendido hace 75 años por cuatro Franciscanas de Montpellier que han dejado una gran huella en Trapagaran.