Llevando a ‘Raquel’ a buen puerto
El bermeano Mikel Revuelta capitanea la construcción de una goleta de madera de 51 metros de eslora
Ha permanecido 9 años parado, sin apenas avance alguno desde que su casco fuera construido. Lo ha hecho hasta que la pasada semana cambió de postura en el carro varadero del puerto de Bermeo. Y es que la habilitación de la goleta de tres palos de madera, con 51 metros de eslora y 8,4 de manga, ha adquirido un nuevo rumbo. Su armador, que pretende llamarlo Raquel, ha encomendado la labor de completar el proyecto a Mikel Revuelta, un joven carpintero de ribera bermeano que se ha puesto manos a la obra para que la embarcación llegue, pese a la tardanza, a buen puerto.
Las dimensiones del proyecto, que por ahora solo cuenta con la estructura básica de madera de iroko, son mareantes: además de su imponente figura, destacan su eslora con bauprés de 58 metros y una eslora entre perpendiculares de 36,5 metros, un puntal de 5 metros, 3,9 metros de calado y un desplazamiento de alrededor de 350 toneladas. Revuelta capitanea el sueño de un armador que ha optado por una embarcación peculiar, que ha sido completamente diseñada por el ingeniero naval Pedro Prieto. Se trata de un encargo “muy especial”, apuntan ambos, que siguen a pie de astillero todas las labores que se están ejecutando. Con la madera como material en todos y cada uno de sus componentes, es el velero clásico más grande de Europa.
Orza, instalación de las bitas y las vías de cabos para poder amarrarlo, los escobenes para las anclas, las tomas de mar, los tanques, las casetas... aún queda una ingente tarea hasta que Raquel pueda tocar el agua. Posteriormente, y aun si saber si Bermeo será el lugar elegido para completar el buque, resultará necesario instalar los motores, los sistemas principales, los palos y, finalmente, habilitar su interior. No en vano, una embarcación no terminada no tiene valor. Menos, aún con una goleta de semejantes características que, con una capacidad de 12 viajeros -y otros tantos tripulantes-, estará destinado a realizar viajes charter. Eso sí, subirse a bordo de este buque clásico, cuyas líneas se asemejarán a otro navío de renombre como el Creole, no será apto para todos los bolsillos. Con capacidad para surcar mares lejanos y un equipamiento de vanguardia, su radio de acción estará en el sector del lujo.
“El barco se encuentra en buen estado”, apunta Revuelta, pese a que han pasado casi diez años desde que su casco fuera construido, cuando el periodo habitual para la creación de un buque similar podría alargarse durante tres años. La crisis y otro tipo de problemas han lastrado su ejecución, si bien su armador ha retomado “un proyecto que desea completar”, aseguran sus constructores. Pasados los problemas, ni Revuelta ni Prieto aportan una fecha concreta para su botadura. “Hay que ir paso a paso, completando la embarcación de la mejor manera posible”, agregan. “Un encargo de este tipo no cae todos los días”, asevera Revuelta, que estima que pese a las dificultades de llevar a cabo la empresa, supone “un antes y un después” en una carrera profesional labrada por sí mismo.
Encargado de que “el proyecto tire para adelante”, el carpintero de ribera es responsable de que las subcontratas que trabajan en el navío efectúen su labor. “Hay que tener en cuenta que una embarcación así tiene muchísimo curro y mucha gente participa en su construcción”. Para trabajar en la carpintería de ribera, no en vano, “hay que saber de muchas especialidades. Aunque no seas un especialista en todas ellas. Un armador te pide que cumplas con el cometido”. En el caso del Raquel, en el que su armador ha apostado un buque de madera, que “son los barcos que mejor navegan”, se trata de “todo un reto”.
Viviendo a orillas del Cantábrico y con la vela como afición, este joven pronto encaminó su salida profesional al mar. Lo hizo, sobre todo, en el curso de carpintero de ribera que se ofreció durante la creación del Aita Guria -a través del Behargintza de Bermeo-, la réplica de un ballenero antiguo atracado en el muelle del Artza, en Bermeo. Allí coincidió, además, con Prieto, que ejercía de maestro. Toda vez que adquirió todos los trucos de una profesión que se va perdiendo a orillas del Cantábrico, sin embargo se topó de bruces con una compleja realidad. Frente a otros países europeos que cuidan de su patrimonio marítimo -como los casos de Francia u Holanda-, Euskadi “no lo hace”. Y ejemplifica esa situación con el estado del Aita Guria en Bermeo, el desguace del Playa de Ondarzabal en Lekeitio, o el deterioro del Antxustegi en el Museo Marítimo de Bilbao. No existe formación reglada para montar un astillero “ni ningún sitio donde se pueda estudiar esta actividad”, cita.
Tesón no le falta a Revuelta. Pese a saber que el mundo en el que se movía no era fácil -la inmensa mayoría de sus compañeros de cursillo abandonaron pronto la carpintería de ribera-, se decidió a buscar una salida laboral tras probar en otros trabajos y dejar de lado otro proyecto para realizar singladuras chárter entre Baiona y Bilbao con el buque Urdaneta. Idoia Agirre e Idoia Sagastizabal, de la agencia Dema de la Diputación Foral de Bizkaia, le dieron el soporte necesario “para montar su propia empresa” con sede en su localidad natal y dedicarse al arreglo, la construcción y el mantenimiento de todo tipo de embarcaciones. “Y desde comienzo de 2014 soy mi propio jefe”, puntualiza. Raquel le dará trabajo para años. “Y, aunque tenga las manos destrozadas, no cambio mi trabajo por otro”. Tendrá tarea hasta que la goleta clásica llegue a buen puerto.