BASAURI. Comenzó con tres años practicando euskal dantza en Basauri y a sus 17 años estudia en una de las academias de ballet más prestigiosas del mundo, en Moscú. Nerea Barrondo tiene claro que su futuro lo quiere ligado a esta disciplina, lo mismo que un presente que le ha traído a casa por Navidad para actuar en el Arriaga y el Social Antzokia de su localidad. Aunque su carrera va muy rápido, fuera del escenario mantiene los pies pegados al suelo y la máxima de que el esfuerzo es el camino.
La agenda de Nerea es totalmente diferente a la de las jóvenes de su edad. Aterrizó en Loiu el viernes por la noche y al mediodía del sábado ya estaba citada para ensayar en el Teatro Arriaga. Esa misma tarde tenía doble función con Igor Yebra y su obra Pipi bailarina, aunque previamente hizo un hueco para atender a DEIA en su pueblo. “Es mi tercer curso en Moscú y vengo dos veces al año, en verano y en Navidad. No estaba aquí desde el 30 de agosto y es increíble volver a ver a la familia y a las amigas”, señalaba a las pocas horas de llegar.
Aunque estos días en casa no son exactamente unas vacaciones, Nerea Barrondo está acostumbrada al sacrificio y acoge este periodo como una tregua dentro de su exigente rutina. “Entre las funciones de Bilbao y la de Basauri tendré que ensayar bastante, pero también podré descansar y ver a mis allegados. No son vacaciones, pero estaba deseando de que llegase esta época”, indica.
No en vano, su día a día en la Academia del Bolshoi Ballet de Moscú es bastante más severo. Se trata de una de las escuelas de ballet más antiguas y prestigiosas -si no la más- y jóvenes de medio mundo se pelean por ser admitidas. Nerea Barrondo tenía claro que quería estudiar allí. “A los 9 años pude entrar en la escuela de Igor Yebra y ahí empecé más en serio. Fue entonces cuando decidí que quería dedicarme al ballet y después me fui un año a formarme en Madrid. Allí tome la decisión de que quería ir a esta escuela de Moscú e intentarlo. Es una de las mejores escuelas del mundo y creo que aprender la técnica rusa es la mejor opción para adaptarte después a otros teatros”, explica.
El día a día
A pesar de la dureza, Barrondo no se ha arrepentido del valiente paso adelante que decidió dar. “Lo más duro fue el comienzo porque aún no controlaba el idioma y es muy diferente. Es una escuela profesional de ballet y es en lo que se centra la formación, pero también te enseñan el resto de materias habituales. El domingo es el único día libre y aprovechamos para descansar o pasear. La mayor parte de mis compañeras son japonesas o norteamericanas, aunque hay también una argentina y una portuguesa. Los profesores son bastante exigentes y hay que ser fuerte psicológicamente, pero estoy contenta”, explica esta joven de San Miguel.
Esta experiencia y su tenacidad han servido a Nerea para mejorar notablemente su destreza sobre el escenario, pero también para, por ejemplo, ser capaz de comunicarse en cuatro idiomas (euskera, castellano, ruso e inglés) y madurar en muy poco tiempo. Pese a su juventud, está acostumbrada a hacer las maletas, viajar sola y, en general, sacarse las castañas del fuego.
Desde que aterrizó en Euskadi, sin embargo, ha estado totalmente arropada por su familia. El sábado por la mañana eran Víctor Aguado y Pili Apodaka, sus abuelos maternos, quienes le acompañaban. “Tenemos ilusión porque le vemos muy contenta y creemos que tiene muchas cualidades. La mayoría no nos habríamos atrevido a ir a Moscú con su edad y ella tuvo el valor de dar ese paso aunque su madre le insistía en que siguiese un año más en Madrid”, indica su orgulloso aitite.
En su entorno tienen marcado en rojo el próximo 10 de enero, cuando actuará junto a Igor Yebra en el Social Antzokia. Unos días después llegará el momento de hacer de nuevo las maletas y volar a Moscú, aunque en febrero volverá a Europa para participar en un evento en Suiza. Así es la vida de una estudiante de la Academia de Bolshoi.