Zaratamo - La durante décadas prospera industria ubicada en la confluencia de Basauri, Zaratamo y Galdakao, junto al río Ibaizabal, sufrió desde 2009 una cascada de malas noticias que engulló gran parte de la actividad empresarial de este entorno. Aunque algunas industrias señeras de la zona han aguantado el envite, basta darse un paseo entre Arkotxa y el barrio basauritarra de Urbi para comprobar los duros efectos de aquella sacudida. El ejemplo más paradigmático fue el cierre de Outokumpu, empresa finlandesa que sucedió a la vizcaina Pradera Hermanos, la cual llegó a tener más de 1.200 trabajadores en la producción de cobre. Cinco años después de aquel vendaval, llegan buenas noticias con la compra de estas gigantescas instalaciones por parte de dos empresas también del territorio.

El cierre de Outokumpu, heredera de la manufactura de productos de cobre, dejó prácticamente un kilómetro en línea recta entre Arkotxa y la factoría de Bridgestone en Basauri plagado de pabellones vacíos y ruinas industriales.

Sin embargo, la liquidación de la empresa ha terminado por abrir la puerta a un posible renacer económico en la zona. La empresa de ingeniería y servicios técnicos Insertec y la sociedad Wandpi Inversiones y Proyectos se han hecho con estas instalaciones en la puja posterior a la liquidación de la empresa.

El primero de los compradores se quedará con la zona ubicada en Basauri, mientras que Wandpi ha adquirido los pabellones situados en el término municipal de Zaratamo, los más próximos a las vías del tren. Aunque la empresa prefiere guardar silencio, la adquisición por parte de Insertec, especializada en la construcción de hornos industriales y refractarios, buscaría, según indican fuentes conocedoras del proceso, unificar su actividad hoy dispersa en diferentes puntos del territorio vizcaino. El caso de Wandpi es bien diferente. Esta sociedad, de la que forman parte diferentes empresas locales, tiene como objeto social la compraventa o alquiler de edificios, así como la adquisición y enajenación de fincas. Se trata de un conglomerado que aglutina a varias compañías como la Agencia Marítima Artiach y, aunque está decidido que algunos de los pabellones se destinarán a actividades de logística de las empresas socias, aún no está claro el fin último de todos los pabellones.

Un gigante de 70.000 m2 El conjunto de las instalaciones de Outokumpu (después Leaf Business Holding) supera los 70.000 metros cuadrados entre pabellones y espacios libres, una inmensidad que estas empresas han adquirido a partes prácticamente iguales. Tras el concurso de acreedores iniciado en 2009, la empresa finesa volvió temporalmente a la actividad, aunque finalmente decidió cerrar hace cuatro años. Aquella clausura definitiva dejó en la calle a 280 trabajadores. Y todo ese complejo industrial situado a uno y otro lado de la A-8 a su paso por Basauri quedó abandonado.

En el bar Etxerre, ubicado en medio de todo este complejo, fueron testigos directos de aquel seísmo sociolaboral. “Mi padre y después nosotros llevamos unos 34 años trabajando aquí y se notó mucho cómo fueron cerrando las empresas. La desaparición de Outokumpu también se notó, por supuesto. Sería muy positivo que finalmente se concrete algo y algunas empresas terminen de regresar a toda esta zona”, indica Gorka Alonso, de 36 años.

En todo caso, en este establecimiento dudan que la vuelta de la actividad a la zona pueda devolver a su local el trasiego de hace algunas décadas. “Las costumbres de los trabajadores han cambiado mucho. Recuerdo que cuando era niño veía cómo había que llenar las cámaras para cuando salían los trabajadores del turno de las diez de la noche. Eso ahora no pasará, aunque se llene de trabajadores”, explica Alonso,.

De hecho, según señala, en el bar acusaron en mayor medida las prejubilaciones previas al cierre de Outokumpu que la propia clausura definitiva debido a ese cambio generacional de costumbres. “Quienes se prejubilaron tenían mucha más tradición de acercarse al bar y aquello sí que lo notamos mucho”, añade.

El químico Luis Argoitia fue uno de los trabajadores que abandonó la empresa poco antes del cierre con motivo de las posibilidades de prejubilación que ofreció la compañía. Vecino del barrio de Arkotxa -dividido entre Galdakao y Zaratamo-, recuerda la dimensión que llegó a tener esta fábrica. “El barrio estaba prácticamente insertado en la fábrica e incluso muchas de las viviendas eran de la empresa. En 1979 llegamos a los 1.240 trabajadores y las amistades de los vecinos estaban muy vinculadas a la factoría. En mi familia llegamos a trabajar en la fábrica mi padre, mi madre y seis de los hermanos”, explica este antiguo empleado del departamento de Calidad. Incluso su propio hermano, José María, jugador del Athletic durante más de una década, trabajó en la planta de Pradera Hermanos antes de fichar por el club rojiblanco. Además, decenas de empresas de la comarca vivían de manera indirecta de surtir a este gigante de la fabricación de productos de cobre.

Una coyuntura general Las malas noticias con respecto a Outokumpu hace un lustro no llegaron solas. El cierre de la producción en Formica dejó en la calle a 170 personas en 2012 y ese mismo año se produjo un ERE en Bridgestone, por citar algunos ejemplos. El propio caso de la cercana Edesa, con el triste final que se ha conocido esta semana, también ha sacudido a la zona.

En este contexto, la salida que se vislumbra para la antigua Outokumpu se percibe como un balón de oxígeno para este enclave. El cierre de la empresa finlandesa y el abandono de los pabellones trajo aparejado, además, innumerables quebraderos de cabeza para los dos municipios en los que se ubica. Parte de las instalaciones fueron arrasadas por ladrones que entraban a las instalaciones para robar chatarra y algunas estructuras.

Los ayuntamientos de Basauri y Zaratamo y el departamento de Medio Ambiente del Gobierno vasco se vieron obligados a tocar la puerta de los administradores concursales con el objetivo de instarles a que reaccionasen.

Al contrario de lo que ha ocurrido con Babcock & Wilcox en Sestao, en este caso se tomaron medidas para terminar con los continuos robos que dejaron escuálidos varios pabellones y oficinas. Al margen de las limpiezas que se han llevado a cabo en las instalaciones, en el caso de los pabellones situados en Zaratamo, se ha optado en última instancia por derribar todo conservando únicamente el esqueleto.

Es en esta zona donde Wandpi está aún valorando cómo canalizar su uso, si bien se atreven a adelantar que se podrán crear varios puestos de trabajo. De hecho, en esta misma zona se puede ver desde hace cuatro semanas a algunos operarios tratando de dar una vuelta a la situación originada tras el abandono de los últimos años. Aunque está por ver en que se sustancian finalmente estas adquisiciones, es evidente que se trata por fin una brizna de aire fresco tras años de malas noticias.

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