Bilbao - La vida de Carlos Gurpegui está marcada por una fecha, por un positivo que partió en dos su carrera profesional y que le ha dejado unas secuelas personales que todavía hoy sigue padeciendo. Afirma no saber por qué aquel 1 de septiembre de 2002 su orina dio positivo, pero recuerda con nitidez meridiana los latigazos de la crueldad de ciertos sectores del deporte y, principalmente, de personas anónimas que por la calle le maltrataron sin piedad. Admite que “era una diana muy fácil” y que aquello le hizo llorar muchos días. Las cicatrices de esos tres años de pleitos por los tribunales de Justicia y dos más de sanción deportiva son patentes y, entre líneas, se percibe claramente que han marcado su personalidad. “Sufrí mucho, y mis padres ni te cuento”. Se siente como la cabeza de turco de una cruzada que se había lanzado contra Sabino Padilla, su médico; precisamente, la misma profesión que el Carlos niño soñó con practicar cuando fuera mayor.

Amable, reflexivo y tranquilo. Así es este joven navarro de Andosilla -su pueblo está presente durante toda la conversación-, que conoció a su mujer cuando ambos estudiaban en el instituto de Lodosa. “Vamos, toda la vida”. Juntos formaron una familia que acaba de sumar su cuarto miembro, una preciosa niña de dos meses que junto a su hermana de tres años y medio son la alegría de la casa. Así que cuando viste de paisano, Gurpegui se convierte en un padre sujeto a un ajetreado horario infantil: ikastola, extraescolares, parque... “Mi vida se pasa la mitad en Lezama y la otra mitad en el parque”, comenta riéndose. Tiene claro que quiere quedarse en Bizkaia cuando esto del fútbol acabe y, aunque se siente un privilegiado, habla de la crisis económica con conocimiento de causa. Su propia madre tuvo que cerrar la pescadería que regentaba porque los números al final de mes no cuadraban.

¿Soñó alguna vez que jugaría en el Athletic?

-De pequeño, todas las navidades, los Reyes Magos nos traían un balón de reglamento a mi hermano y a mí. Con 7 u 8 años jugaba a futbito y luego a fútbol 11 en el equipo del pueblo: el River Ega. Siempre pensé en pasarlo bien y en disfrutar, pero nunca que llegaría a Primera División. Eso era impensable.

Entonces, ¿qué quería ser de mayor?

-Recuerdo que en el cole me hicieron una entrevista sobre este tema y yo contesté que futbolista o si no, médico. Pero, claro, en los estudios era malísimo... así que había muy pocas posibilidades (ríe).

A darle al balón.

-¿Sabes que me llamaron tres veces para hacer pruebas en el Athletic? Las dos primeras no pasé.

¿Y la tercera?

-Me llamaron.

¿Cómo recuerda el momento de dejar Andosilla?

-Me daba mucha pena, porque era muy de mi pueblo, de mis amigos? Era una edad difícil, con 17 años, y me vine a la residencia en Derio. Pero sí, echaba de menos Andosilla. De hecho hasta que he tenido a las crías, cada día que tenía libre me iba allí.

Ahora es más difícil, ¿verdad?

-Claro, ahora cada vez me cuesta más, porque con las dos niñas hay que mover muchas cosas para un solo día. Pero voy cuando hay parones o en fiestas como navidades? Mi intención es seguir viviendo aquí cuando deje el fútbol, pero me gustaría que las crías tuvieran cosas del pueblo, que formen parte de él, que conozcan sus raíces.

Andosilla es un pueblo de Nafarroa, de Tierra Estella, de apenas 3.000 habitantes. Allí nació Carlos Gurpegui y allí siguen viviendo sus padres: la madre ya jubilada, después de haber trabajado en una pescadería y en una panadería, y su padre, agricultor. “Ya no tiene lo que tenía antes, pero bueno sigue con sus cosas. Mi padre viene aquí dos días y al tercero ya está que se tiene que ir a trabajar, a regar no se qué. No sabe vivir sin trabajar en el campo. Eso no tiene jubilación y el día que lo deje... malo”. El capitán rojiblanco tiene además un hermano, que es quien le lleva todos los aspectos de su carrera profesional. De orígenes humildes, Gurpegui no es ajeno a los problemas que hoy en día vive la sociedad y que le han afectado a él también directamente.

La gente tiene la sensación de que los futbolistas viven en otro mundo.

-Eso es un poco engañoso. Tiene su parte de verdad; somos unos privilegiados, vivimos en unas condiciones fabulosas y más ahora que está todo muy mal. Pero nosotros, sobre todo, los más jóvenes, y me acuerdo de Iker Muniain, que empezó muy joven, vivimos situaciones con 19 años que otros con 60 no van a vivir en su vida. Es mucha presión... son cincuenta mil tíos que esperan muchísimo de ti. Y todo eso hay que saber gestionarlo, que no es fácil.

Si bueno, pero...

-Es cierto que la gente puede pensar que vivimos en un mundo diferente, pero en estos momentos todos tenemos gente alrededor que lo está pasando mal. Vamos a ver, mi hermano ha hecho Arquitectura y ha estado casi dos años en el paro. Y ha hecho una carrera de cinco o seis años que para pagarla mis padres han tenido que currar duro. Mi madre y mi tía tenían las dos pescaderías de Andosilla y tuvieron que cerrar porque no daban. Se puede dar la sensación porque los futbolistas tenemos coches buenos, porque dicen que trabajamos poco, pero? reconociendo que somos unos privilegiados, desde muy pronto todos nuestros fines de semana están dedicados solo al fútbol.

Quizás no se les ve muy implicados en algunas causas. Vamos, que no se mojan.

-En cuestiones de ayudar, se nos pide que salgamos con camisetas por el cáncer o por lo que sea y todo el mundo lo hace encantado. Que es cierto que podemos hacer más, no hay ninguna duda, pero todo lo que nos proponen se acepta.

¿El fútbol es como la sociedad, con nobleza, burguesía y clase trabajadora?

-Claro. Tengo la percepción de que la gente cree que todos tenemos el nivel de vida de Messi o de Cristiano? y la realidad es que en el vestuario el 90% de la gente tiene a sus amigos de toda la vida y sale con ellos. Pues sí, ganamos mucho dinero, muchísimo más de lo que yo habría pensado, pero no todos somos esos. En el Athletic estamos muy bien remunerados y no somos de la clase alta, pero estamos en la clase media. Hay futbolistas que, aunque sean de Primera División, tienen más dificultades que nosotros.

A veces no se entienden esos alardes de algunos jugadores con lo que está soportando la sociedad.

-Y yo lo entiendo perfectamente. Aquí hemos tenido algún problema con la prensa por sacar al aire las cifras que pide un jugador o lo que gana? Me da pudor que se hable de eso porque la gente está muy sensible. Pero es que esto no lo hemos inventado nosotros. Tal y como está la economía y cómo lo está pasando la gente, hay que ser mucho más sensible con esas cosas. Y nosotros tenemos que dar un poco de ejemplo de cordura.

¿Cuánto le queda de deporte al fútbol y cuánto es ya un negocio?

-Yo separaría el fútbol en dos partes. Cuando era pequeño no me imaginaba que el fútbol iba a ser así como es ahora. Yo me quedo con la parte en la que saltamos once contra once, que en el 90% de las veces gana el mejor y tú intentas ser mejor que el contrario. En esta parte está el sentimiento de la gente, del aficionado... el fútbol intenso. Esto es lo que me gusta del fútbol.

Y está la segunda parte...

-Luego está la parte de negocio y los intereses que hay alrededor del fútbol. Para mí es un circo que hace que cada vez sea menos natural, menos deporte y más negocio. Las teles mandan cuándo tienes que jugar y da igual que puedan ir 15.000 o 20.000 personas menos al campo.

Carlos Gurpegui habla con pasión, porque según reconoce, pone todo el corazón en lo que hace. Eso le ha costado más de un disgusto. Las lesiones no le han respetado y sus rodillas están maltrechas después de mil y una batallas en el campo. Aun así, el Athletic es su casa, su familia, su refugio...

¿Qué hace diferente al Athletic de otros clubes?

-Lo principal es que la gente del vestuario somos todos muy muy parecidos. Procedemos de 200 kilómetros a la redonda, unos vizcainos, otros alaveses, guipuzcoanos, navarros? Es gente muy noble.

Que levanta pasiones.

-Lo que es y cómo vive la gente el Athletic es algo único para mí. Tiene sus cosas buenas, que nunca te abandonan, y luego tiene otras cosas malas, que todo el mundo en la calle sabe que eres jugador. Aunque es cierto que la mayoría es muy respetuosa, hay gente que no lo es tanto, pero seguramente tampoco lo será con el resto. Luego está la presión como jugador de estar en un club que nunca ha estado en Segunda. Porque cuando llegamos al primer equipo, sobre todo cuando las cosas van mal, no nos queremos ver en la foto de ser los primeros con los que baje el club.

Es una presión añadida.

-Creo que sí, porque al final si repasas las historia del Athletic.... ¡es muy grande!

Personalmente, ¿cómo gestiona los malos momentos?

-Lo paso peor en los malos momentos que lo que me hacen disfrutar los buenos. No es sencillo y con la experiencia vas intentando llevarlo. Aunque estés mal, no puedes amargarte, ni llevarte eso a tu vida privada. Este mismo año, el inicio ha sido duro?

¿Le quita el sueño?

-No, afortunadamente, yo duermo bien. Me puede costar coger el sueño, pero he tenido problemas y siempre lo he podido conciliar.

Su camino no ha sido precisamente de rosas.

-La verdad es que desde que vine al Athletic? El primer año que llegué en juveniles tuve una lesión bastante importante en la rodilla, estuve siete meses sin poder jugar. Al año y poco, me tuve que volver a operar de esa rodilla, y bueno ya cuando llegué al primer equipo en el quinto partido que jugaba salió todo el tema del positivo y a partir de entonces mi carrera deportiva no es la de un futbolista normal.

Es en este punto de la conversación cuando Carlos Gurpegui adopta un gesto serio, tenso, transcendente. Aquel positivo le ha marcado de una manera dura, insana y amarga. Le dieron palos, demasiados para un chaval de 22 años con la ilusión de haber debutado en Primera División. “Creo que desde el principio querían hacer una sanción ejemplar conmigo... y hasta el final”, aclara sin que le tiemble la voz.

¿Tiene la sensación de que fueron a por usted?

-Sí, sí. (rotundo). Tengo la sensación de que fueron a por mí porque mi médico era Sabino. Creo que si hubiera tenido otro médico habría sido todo diferente. Sabino tenía cuentas pendientes con alguien y aprovecharon esto para ir a por él. Y yo lo pagué. Esto lo he hablado con él, porque seguimos teniendo muy buena relación.

El positivo por 19 norandrosterona, un metabolito de nandrolona, abrió una incógnita en su vida que todavía hoy, con 34 años, no ha logrado resolver. Aquello ocurrió en 2002; tres años después, la Agencia Mundial Antidopaje hizo desaparecer este metabolito de la lista de productos dopantes. Las leyes españolas no introdujeron esas modificaciones y el capitán rojiblanco fue sancionado con dos años sin pisar los terrenos de juego. “Lo pasé realmente mal”.

Fue un proceso largo.

-Mucho. Tenía 22 años y no sabía por qué había dado positivo y sigo sin saberlo. No sé por qué ese día oriné y di positivo. Y durante el proceso todo el mundo estaba en mi contra. Fuera de Bizkaia era una diana muy fácil y sufrí mucho. Y mis padres ni te cuento.

¿Necesitó ayuda profesional?

-Sí. Imanol Ibarrondo me presentó a un psicólogo y él me ayudó. La verdad es que lo agradecí. Y estaré eternamente agradecido porque estaba metido en una bola? en un túnel? entrenaba pero llegaba el fin de semana y salía la convocatoria y yo no estaba. Me iba llorando de Lezama muchos días, muchísimos. Es el peor recuerdo que tengo, que llegara el viernes o el sábado, que estuviera la convocatoria y no pudiera jugar. Para mí era una tortura, un fin de semana, y otro más? Me ayudaron y me hicieron ver la vida de otra forma.

¿Qué le hicieron ver?

-Que yo lo estaba pasando mal, pero que iba a tener una segunda oportunidad cuando pasara la sanción y que de mí dependía si la quería aprovechar o no.

Corría el riesgo de haberlo mandado todo a paseo.

-Sí, y de haberme dejado llevar y ya no volver. Bueno, pues hice todo lo contrario, entrenar más y buscar un preparador en Lezama para que me hiciera una programación física para las tardes.

Por lo que comenta, su familia no lo pasó mejor.

-Mis padres lo llevaron muy mal, mi madre sobre todo. Ella? mal, mal. Por eso cuando alguien me insulta, me pregunto: si esa gente realmente supiera lo que han pasado mis padres, más de uno se lo pensaría. Mis padres... pero también mi mujer, que entonces era mi novia. Ella dejó de salir, porque cada vez que iba conmigo teníamos que aguantar cosas.

¿Cree que la gente fue dura con usted?

-No sé si dura o no. Creo que el insulto hacia mí era muy fácil y sigue siendo muy fácil. Era en todos los lados, menos aquí. Aquí se me respetó.

Y se le arropó.

-Mucho. Creo que la gente vio que fuera todo el mundo iba en mi contra. Ciclistas, el presidente de la Federación de Atletismo... todos hablaban en prensa de mi positivo. Al final, creo que la gente pensó que había que ayudarme. Y mi forma de corresponder a esa gente era trabajar y entrenar para cuando estuviera bien darlo todo.

¿Encontró apoyo entre sus compañeros de profesión?

-Cuando te insulta un futbolista, un compañero, te duele; pero también hubo quien se acercó a mí, no muchos, pero sí algunos. Cuando regresé a la competición en el Bernabéu, recuerdo que había que sacar un córner; los Ultrasur estaban detrás de la portería y yo subí a rematar. Aprovecharon el momento para llamarme yonqui, drogadicto? e Iker (Casillas) vino a mí y me dijo que estuviera tranquilo, que no pasaba nada. Fue todo muy rápido porque estábamos sacando un córner, pero son cosas que se agradecen porque muy pocos futbolistas me han dicho algo de ánimo. (Piensa) Xavi se dirigió a mí... (Piensa) Y bueno, me acuerdo ahora de Iniesta, por ejemplo. Cuando me lesioné la rodilla, me mandó un mensaje; y yo pensé: este tío se ha preocupado en buscar mi teléfono y enviarme un mensaje.

Sus males no acabaron con la sanción, ¿verdad?

-La vuelta fue incluso más dura que los dos años sin jugar. Yo estaba bien, pero no jugaba y no lo entendía. Yo creía que estaba bien, pero con el tiempo descubrí que no era así. Fue horrible. Jugaba diez minutos y quería demostrar lo de ese año, lo de los dos anteriores? y claro, me rompí la nariz dos veces, pero por poco me rompo la crisma.

¿Le cambió el carácter?

-Siempre me he considerado una persona alegre, sonriente. Pero durante esa época tuve la sensación de que todo el mundo iba en mi contra; me metí en una bola que me protegía a mí mismo. Todo lo de fuera de Bizkaia o del Athletic me resultaba desagradable.

Sus compañeros dicen que es más cachondo de lo que aparenta.

-Jajaja, muchísimo más. A veces me pregunto que cómo me verán como capitán, que se supone que es una figura responsable.

Pues le aclaro la incógnita. Piensan que es usted el capitán perfecto, que va de cara y dice lo que tiene que decir.

-Bueno, todo el mundo sabe que cuando me necesiten estoy ahí. A alguno lo quiero como si fuera un hermano pequeño.

Y es que Carlos Gurpegui es un hombre muy familiar. Casero, “reservado con la vida social” como dice él, quizás por la presión que sufrió, ahora vive sujeto a la estricta vida de un padre de familia.

¿Cómo es su día a día?

-Antes era diferente, llegaba mucho antes de lo que llego ahora a Lezama. Desde que nació mi segunda hija, voy a llevar a la mayor al cole, y llego justo para entrenar. Vuelvo a casa y cuando sale la mayor a las cinco, la recojo. Pero un día tiene inglés, otro piscina, y los días que no tiene nada, pues vamos al parque. Lo típico, la tarde en familia... ya sabes, baños, cena...

¿Qué hará cuando se despida del fútbol?

-Tengo los títulos 1 y 2 (son 3) de entrenador, pero me gustaría estar una temporada sin fútbol. Llevo desde los 8 años en un vestuario y me gustaría retirarme un poco para cogerlo otra vez con ganas y fuerza. Aunque no lo parezca, esto también te va agotando y saturando.

¿No lo echaría de menos?

-Tengo la inquietud de saber qué voy a hacer cuando diga esto se ha acabado, ya no voy a Lezama a entrenar. ¿Cómo voy a hacerlo? ¿Cómo va a ser mi vida? Cuando llegue ya veré. Por supuesto, voy a hacer deporte.

Dicen que usted es firme candidato a quedarse en el staff del club.

-Sí, pero a mí me gustaría que si me ofrecen ser entrenador de algún equipo no sea por lo que yo he sido como futbolista, sino porque ya he demostrado que soy un buen entrenador. No me veo terminar este año como jugador y empezar el próximo como entrenador. Sería todo fútbol, fútbol, fútbol? Yo me vuelco y todo lo hago con mucha pasión. Necesitaría un tiempo para mí. El fútbol me ha consumido mucho.