BILBAO - Viven en entornos con realidades sociolingüísticas completamente diferentes y, aun así, aunque sus situaciones difieran, coinciden en muchas de sus opiniones y sensaciones. Merche Gómez y Josu Parra, cada uno de ellos con sus motivaciones y obstáculos, han vivido la experiencia de aprender euskera desde cero y a golpe de empeño. Su historia, como la de otros cientos de euskaldunberris de mediana edad, ilustra la realidad de un colectivo que anualmente engrosa la cifra de euskaldunes. El Día Internacional del Euskera, que se celebra hoy, es un pretexto para contar sus vivencias a lo largo de un proceso de aprendizaje que -no exento de trabajo- consideran gratificante; un testimonio que esperan sirva de estímulo para aquellos euskaldunberris en potencia que lean las siguientes líneas.

¿Cuál fue su motivación para aprender euskera?

-JOSU PARRA: En noviembre de 2013, barruntaba que me iba a quedar en la calle. De cara a conseguir otro empleo, empecé en la Escuela de Idiomas de Barakaldo. A los cuatro meses, cuando me quedé en paro, aumenté ese esfuerzo a través del euskaltegi. Desde entonces voy a los dos, con el objetivo de que si sale una oposición, pueda tener alguna ventaja.

-MERCHE GÓMEZ: Mi caso es diferente. Soy de Madrid y no me había planteado nunca aprenderlo. Cuando llegué a Gernika, como mi marido es euskaldun y mis hijos también, así como mi entorno, no quería pasarme toda mi vida diciendo: No lo entiendo, dímelo en castellano. Me pareció que vivir en Gernika tenía que conllevar aprender euskera. Me apunté en el euskaltegi y ya tengo el EGA.

Antes de comenzar a aprenderlo, ¿tenían algún prejuicio o miedo respecto al euskera?

-J. P.: Yo sabía que iba a ser difícil, pero no me importaba. También puedo suponer que es difícil el chino, pero lo que necesito es el euskera.

-M. G.: Conocía a mucha gente que habiendo nacido en Gernika decían yo no lo he aprendido porque el euskera es muy difícil. Pensé que si he sido capaz de aprender inglés y francés, ¿cómo no voy a ser capaz de aprender euskera? No puede ser tan difícil.

¿Qué dificultades se encontraron en el proceso de aprendizaje?

-J. P.: Con mi edad me resulta humillante tener que compartir conocimientos con chavales jóvenes. Eso ha sido un freno, pero lo he superado. También el entorno ha sido un obstáculo: En Barakaldo salgo del clase y no veo un entorno en el que darle utilidad al euskera. Según sales de clase, te tomas un café con los compañeros, pero no es por el café, es por mantener el hilo. En la Escuela de Idiomas hacemos birra eguna. Me da una envidia eso que dices de Gernika...

-M. G.: Claro, no tiene nada que ver. El primer sitio donde empiezas a practicar es en las tiendas. El no practicarlo es un hándicap muy grande.

-J. P.: El hecho de usar el euskera de forma natural, en las cosas cotidianas, es esencial. En clase aprendes las estructuras, ¿pero cuántas veces las usas en la calle? Durante el día a día, leer el periódico, encontrarte con alguien en la calle... Eso es primordial. Pagaría por vivir en Gernika (risas).

-M. G.: En mi caso, el oztopo (se queda pensando)... el obstáculo más grande fue atreverme a hablarlo. Al principio te sientes ridículo. Para eso vivir en Gernika no ayuda, sino lo contrario: ves que todo el mundo habla con esa soltura y te ves forzado.

-J. P.: En lo de la vergüenza estoy de acuerdo. Estás pensando cuál es la frase que vas a decir, pero debería ser más natural. Hay que lanzarse.

-M. G.: Lo mejor es soltarte con alguien que va a tener paciencia, que no te va a terminar las frases.

-J. P.: Eso es fundamental, aunque lo hagan pensando que te ayudan.

-M. G.: Yo empecé soltándome en casa. Al principio mis hijos no querían, me decían: Hablas super raro. Claro, ellos hablan vizcaino. Con mi marido fue con el que más practiqué y un poco en las tiendas. También es importante que la gente se acostumbre a cambiar el chip contigo, porque si estás habituado a ir a un sitio siempre se dirigen a ti en castellano.

¿A los euskaldunes que conocían de antes les ha costado cambiar de idioma para hablarles?

-J. P.: No les cuesta. Es más, creo que lo hacen queriendo ayudar. Conozco un par de euskaldunzaharras y cuando les comento que estoy estudiando dicen: ¡Ah, pues vamos a hablar en euskera! Si estás aprendiendo euskera y le entras a un euskaldunzaharra, agradece el hecho de que lo hagas.

-M. G.: Esa es una de las características del euskaldunzaharra: son muy agradecidos. Ha sido un idioma tan marginado, que ha pasado por la prohibición... Dices egun on y les parece que eres un txapeldun. A los que están en primero siempre les digo: Lánzate, que no se van a reír.

El euskera es como un músculo que hay que ejercitar, ¿verdad?

-J. P.: Exacto. Acabé las clases en junio y tenía por delante todo el verano. Hice dos intensivos, hasta que en octubre retomé otra vez el curso. De lo contrario habría perdido mucho.

-M. G.: Así es. En primero y segundo, cuando estudié por mi cuenta, pensé que si paraba lo iba a perder todo. Cuando estás empezando puede ser un retroceso importante.

-J. P.: De ahí la ventaja que tienes tú al tener un entorno euskaldun. Yo tengo que salir a buscarlo, y si no lo encuentro, ¿con quién hablo? En casa me pongo Euskadi Irratia, pero en Barakaldo no encuentro ambiente.

-M. G.: En el primer año de euskaltegi, los profesores me dijeron: ¿Una persona que quiere estudiar en verano? Eso no se puede desperdiciar.

-J. P.: La actitud de los profesores es fundamental. No solo es que enseñen, te animan, te guían... Me he encontrado con profesores geniales.

-M. G.: Es importante que te hagan ver en positivo. Con 20 años puede que no te afecte tanto en la autoestima, pero con cuarenta o cincuenta...

-J. P.: Esta semana me ha pasado en clase; estábamos haciendo un atariko proba y todos tenían en torno a veintitantos errores. Llega mi turno: cuarenta. Se quedan todos mirándome y eres consciente de que se preguntan ¿qué hace aquí este?

-M. G.: Pero tienes una trayectoria asombrosa, seguro que cualquiera no llegaría a eso. Al principio me preguntaba cómo escribiendo bien no era capaz de hablar más rápido. Para sortear esas frustraciones, la figura del profesor es muy importante, si no es muy fácil que lo dejes; sobre todo, en algo que haces de forma voluntaria.

-J. P.: Nadie me está obligando, aunque me siento obligado por la situación en la que estoy. El euskera es fundamental, cuanto antes lo saque mejor. Me exijo mucho a mí mismo.

Una de las dificultades para los euskaldunberris suele ser entender el vizcaino.

-M. G.: Superar eso es un obstáculo. Parece una tontería, pero si lo hablan rápido te preguntas ¿dónde está lo que yo he estudiado? Es muy difícil que uno de Bermeo o de Lekeitio cambie su forma de hablar. Cuando empecé decía qué bien entiendo a los guipuzcoanos; claro, es el que más se parece a lo que estudiamos. Ahora suelo preguntar directamente: ¿Cuando dices ‘tsut’ has querido decir tal? Preguntar es otra forma de integración.

-J. P.: Cuando escucho vizcaino me pierdo, no estoy acostumbrado.

-M. G.: En la zona en la que vivo, al final lo aprendes por imitación.

-J. P.: En mi caso va a ser muy difícil que lo asimile, me tengo que ir a Gernika o un sitio de estos. Solo me falta ir a un barnetegi (risas).

Cuando se encuentran con una persona que no conocen, ¿en qué idioma comienzan la conversación?

-J. P.: En Barakaldo no tengo que pensarlo, me sale el castellano.

-M. G.: Yo me he acostumbrado a hacerlo siempre en euskera. En Gernika es lo normal, si alguien no quiere o no sabe enseguida se dirige a ti en castellano. Yo tiro adelante en euskera, y si hay una palabra que no conozco, la euskaldunizo.

-J. P.: Vaya envidia me das.

-M. G.: Bueno, luego no creas que es todo tan fácil, me cuesta mi trabajo.

Las estadísticas muestran que aunque haya aumentado el número de hablantes el uso ha disminuido. ¿Qué les parece?

-J. P.: Así es. Lo veo incluso en clase. Mi propósito con el euskera es sacarme el EGA y conseguir un trabajo, pero cada vez menos; es decir, cada vez me gusta más. Pero veo que no se vive en euskera, se estudia euskera para conseguir un título. Eso es una pena. Si yo saco el EGA, voy a usarlo y el birra eguna se va a multiplicar.

-M. G.: Mucha gente se saca el título, pero luego no usa el idioma.

-J. P.: Con el First puede ocurrir lo mismo, sí, pero no estamos viviendo en Londres. Vivimos en Euskadi y la ventaja es que puedes darle uso al idioma. Aunque no por el hecho de que suban las matriculaciones en los euskaltegis significa que se use más.

-M. G.: Incluso en Gernika, siendo un entorno euskaldun, a veces ves a un grupo de chavales pequeños hablando en castellano. Llama la atención.

-J. P.: Entre los colegas de clase usamos el euskera el día que quedamos para tomar unas cervezas y a través del WhatsApp. Es triste, pero es el único acceso que tenemos. Tenemos que forzarnos a buscar una situación fuera de lo cotidiano. Lo bonito sería salir a la calle y tener el euskera activado.

¿Cómo creen que se podría impulsar su uso?

-J. P.: Esa es la pregunta del millón. Una de las iniciativas promovidas por el Ayuntamiento de Barakaldo pretende crear grupos para hablar en euskera. Pero el problema está anterior: ¿con qué se asocia el euskera? Se debe cambiar la idea de que es una herramienta para conseguir algo y darle la importancia que tiene; también a nivel cultural. Está bien fomentar grupos, ¿pero cuál es el atractivo del idioma para que una persona que tiene trabajo quiera estudiarlo?

-M. G.: Habría que intentar cambiar las cosas desde la base. Está demostrado que el modelo D garantiza vascoparlantes y, sin embargo, el modelo mixto no. Si no cambias eso, el siguiente contacto que esa gente tenga con el euskera será el día que tengan que sacarse el EGA; y es posible que su relación sea mala porque lo sientan como una imposición. Hay que cambiar de mentalidad. Es raro que una persona se cierre a que su hijo sepa más de un idioma.

¿Qué les ha aportado el poder comunicarse en un idioma que antes no conocían?

-J. P.: Me ha resultado gratificante ver cómo me puedo expresar y me pueden entender en otro idioma. Una vez vinieron tres bertsolaris a la escuela; yo no había estado nunca en algo así. Me lo pasé genial. Eso es cultura, forma parte de aquí y es algo que antes me lo perdía. Desde que estoy aprendiendo euskera no puedo decir más que cosas buenas y espero poder decir cosas mejores.

-M. G.: Opino lo mismo, ha sido muy satisfactorio. Además, el pasar otra vez por el proceso de aprendizaje de un idioma me ha dado una especie de lucidez. A nivel cultural, ahora entiendo canciones en euskera que me gustaban o puedo leer novelas que no están traducidas.

Ahora, ¿qué sentimientos les despierta el euskera?

-M. P.: No me gusta cuando me dicen ¡Vaya mérito! No tendría que serlo; el aprender inglés no se considera un mérito. Tendríamos que dejar de ver el euskera como algo raro.

-J. P.: Yo me quedo con ganas de saber más, es un no acabar.

-M. P.: Sí, el vocabulario es el gran caballo de batalla.

¿Qué le dirían a alguien que comienza a aprenderlo?

-J. P.: Vaya suerte que tienes, chaval. Has dado en el clavo. Te lo vas a pasar estupendamente y vas a aprender un idioma con el que te vas a poder comunicar y lo vas a poder usar.

-M. G.: Yo le diría que rompa con el mito de que es un idioma difícil. A mí me parece una lengua muy bonita y lógica. Me resulta extraño la gente que lleva quince años aprendiéndolo, se puede aprender en menos tiempo. Es un esfuerzo, pero enseguida ves los resultados.

-J. P.: Los profesores me decían en primero: Con lo que sabéis ahora, ya podéis salir y hablar, que os van a entender. Se ha de superar la vergüenza, forzarte a ti mismo y que los demás digan esa es la actitud.

-M. G.: Yo también he sido un poco suicida, me he forzado a mí misma, si no te vas retrayendo. No puedes estar planteándote si lo haces perfecto.