TODO nació al invocar a la memoria. Así, Diego Hergueta viajó años atrás para recordar que a su ama le gustaba el Casco Viejo “porque tenía mucho comercio”, algo que a su padre siempre apostillaba con un “¡y mucho bebercio!” para cocinar la conversación con alegrías. ¡Ah, qué viejos tiempos aquellos de los matrimonios clásicos! ¿Se acuerdan, verdad...? O al menos los conocerán de oídas: él contaba el tiempo con aquel formidable “son las 8.00 menos cuatro txikitos” y a ella le volaban las horas, de tienda en tienda. Así, de tienda en tienda y de bar en bar, la vida corrió durante décadas por el Casco Viejo.

De aquellos tiempos guarda recuerdo Diego, insisto. Y en ellos ha buscado su inspiración para recrear una sucesión de cuadros al pastel que forman parte de la exposición Bilbao, Komerzio eta beberzio, celebrada en el viejo Palacio Yhon, hoy conocido como el edificio La Bolsa. La muestra forma parte de otro clásico (hoy sale la crónica chirene por los cuatro costados...) de la zona: el Txikiteroen Eguna.

La muestra retrata fachadas y entradas o portales de comercios, bares y restaurantes tradicionales, del Casco Viejo, desde La Meltxora a los Almacenes y Coloniales Gregorio Martín, pasando por el legendario Negresco, la frutería Vergara, de la calle Somera; el rincón mágico de la Plaza Nueva formado por Gure Toki y Zorginzulo, la Taberna Plaza Nueva, el Víctor Montes, la fuente de El Perro o los ultramarinos Galíndez, locales, todos ellos, bañados en el pozo de la historia y la evocación. A Diego se le nota el cariño y la edad, con perdón, cuando pinta.

largo camino No ha sido un arrebato sino una muestra pensada durante largo tiempo. No en vano, el autor ha tardado quince años para revelar su amor. Algunos de los locales ya no existen y otros han cambiado su fisonomía. El mucho tiempo invertido no obedece a la impericia sino al lento suceder de las caricias del arte. Diego no es un cualquiera, creánme. Doma los colores y su mano ha expuesto en lugares como la galería de la Euskal Etxea de Madrid, la galería Sokoa o en lugares tan dispares como San Lorenzo del Escorial o Balmaseda. Ayer acudieron a acompañarle su hija Aranzazu Hergueta, Mari Carmen Población, Julio Rivas, hermano del alma del pintor; Aurora Jiménez, Sonia Tena, África Macías, el presidente de la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, Alberto Gómez; Jon Aldeiturriaga, Elena Marsal, Marino Montero, Ángel Lorente, Julia Diéguez, Unai Aizpuru, la familia encabezada por Moisés Guridi, acompañado por Libe Guridi y Lourdes Agirregomezkorta (su casa aparece en uno de los rincones inmortalizados por Diego...), Arantza San Andrés, Carmen Herrero, Jon Palacios y un buen número de asistentes que no perdieron la ocasión para regodearse en un trabajo casi de pasamanería.

La vida le ha llevado a Diego, el químico, a Madrid. Pero Diego, el pintor, el Diego que ayer paseaba por el Casco Viejo con emoción, es bilbaino hasta la médula.