TODOS conocemos la historia de Billy Elliot, aquella en la que un niño inglés, frustrado por los convencionalismos sociales, lucha por conseguir su sueño de ser bailarín. El bilbaino Mikel del Valle también tuvo claro que quería dirigir su carrera profesional sobre unas zapatillas de ballet. Sin embargo, al igual que Elliot, cuya historia fue llevada al cine, tuvo que hacer frente a la incomprensión para conseguirlo. "Mi madre ha sido y sigue siendo mi gran apoyo", dice. "Yo lo tenía claro, pero en casa mi padre no lo entendía", afirma.

Y por eso, porque el ballet era considerado una actividad para las chicas, decidieron apuntarle a clases de kárate. "Pero yo soñaba con bailar y ahí me pasaba las semanas aprendiendo diferentes llaves y pegando golpes con las piernas", recuerda. Pese a todo, los sueños se hacen realidad y tras superar aquellos años frustrantes logró que en su casa le hicieran caso. "Apuntaron a un niño a ballet y mi madre un buen día me dijo: ¿Mikel, tú quieres bailar? Pues entonces fuera de kárate si no te gusta". Ese fue el comienzo de una carrera que ahora le ha llevado hasta Sevilla donde recientemente ha presentado un espectáculo con el que ha cautivado al público y a los expertos en un concurso. "Es la primera vez que un vasco representa a Andalucía en un concurso y lo gana", explica con orgullo.

Bajo el título Un vasco en Sevilla, la pieza ha gustado por la elegancia con la que Mikel se desenvuelve sobre el escenario, la plasticidad de los movimientos y la estética en la puesta en escena. "Algunos andaluces piensan que los vascos somos unos sosos, y que no sabemos bailar", asegura entre risas. "Ser vasco en Sevilla despierta curiosidad, piensan que somos rudos", asegura. Sin embargo, Mikel del Valle ha roto ese tópico con su particular arte y se ha ganado el respeto de un público que le regala el más cálido de los aplausos. "Estoy contento por cómo me han acogido en esta tierra", afirma. "No tengo más que agradecimiento hacia ellos", dice.

Desde hace cuatro años y medio reside en la capital andaluza donde trabaja duro para hacerse un hueco en el mundo de la danza. "Aterricé en Sevilla por casualidad", cuenta. La compañía en la que trabajaba Mikel del Valle cerró y le contaron que en Andalucía había bastantes compañías de danza. Ese fue el motivo por el que decidió cambiar su residencia. "Cogí mis cosas y ni me lo pensé". Una vez en tierras andaluzas se presentó a unas audiciones para formar parte de una compañía y "cuál fue mi sorpresa que fui elegido". "Se presentaron muchos, pero les debí gustar", cuenta el bilbaino. Desde entonces, su día a día transcurre preparándose para seguir en esta profesión en la que, pese a las vicisitudes de la vida, continúa porque le apasiona. "Si no sintiera pasión cada vez que me subo a un escenario, nada tendría sentido tanta dedicación, tanto sufrimiento... A pesar de todo soy feliz, me encanta lo que hago y no tengo duda que no me equivoqué", relata.

Lo que peor lleva en Sevilla es el "sofocante calor" y lo que más echa de menos de su tierra es la "comida de ama". "Como en casa no se está en ningún sitio, pero ahora mismo en esta profesión tengo más salida en Andalucía que en el País vasco. Es triste, pero esa es la realidad".

Lo que Mikel del Valle lamenta es que en Euskadi no exista una compañía de danza que ofrezca oportunidad a tantos bailarines vascos. Pero no desiste. Su compañero de viaje es la constancia. "Me encantaría actuar en el Teatro Arriaga con Un vasco en Sevilla". Los sueños se hacen realidad y Mikel lo sabe.