"Sabido es que las carolinas son un icono de Bilbao, pero esta no debía tener claro que es especial. Puede que el hecho de ser la última de la bandeja hiciera que a este sabroso dulce se le pusiera cara de mala leche y hasta se le frunció el ceño pensando que nadie la quería. Cuando volví a pasar por la pastelería ya no estaba. Espero que entonces sonriera un poco", cuenta Unai.