Nació y vivió al arrullo del río Butroi, un río dulce y generoso pero que también sabe ser bravo y potente. Quizá esas aguas fuertes y ancestrales contribuyeron a forjar su carácter de trikitilari. Y es que, Tomás Arrizabalaga era capaz de sacar a su soinu los sonidos más tiernos, los ritmos más canallas y los fandangos más rotundos. También conocido como Tomás Sitze, por el caserío que le vio nacer, este plentziarra escribió letras de oro en la historia de la trikitixa y hoy es referente para muchos jóvenes que se sumergen en este mundo bello y sonoro. Su legado musical es imborrable. Indiscutible. No en vano, Korrontzi, la banda de folk creada en Mungia por el joven trikitilari Agus Barandiaran, le ha dedicado en su último y cuarto disco Tradition 2.1, una canción titulada Isukitzeko aldian. Así, las nuevas hornadas de la música tradicional vasca rinden pleitesía a aquellos que iniciaron la senda...

Tomás Arrizabalaga nació en 1907 en el caserío Sitze, en el barrio plen-tziarra de Isuskiza en el seno de una familia numerosa. Desde que era apenas un chaval le tomó las riendas a la trikitixa. Es imposible resumir en unas líneas la vida de este hombre polifacético y carismático que, entre otros quehaceres, trabajaba en firme en su baserri y elaboraba carbón de leña que transportaba en su gabarra a lo largo del río Butroi para llevarlo a las panaderías de Plentzia.

Cuando tenía su acordeón entre las manos, no había plaza, romería o jaia que se le resistiera. Con ese gesto tan suyo, de perfil afilado, txapela ladeada y mirada concentrada, era capaz de poner a bailar a cualquiera. Caminó por la vida de la mano de su esposa, Felisa Líbano, mujer fuerte y con carácter, con quien después de muchos años, ya en los setenta, se trasladó a Gatika a un nuevo hogar, el caserío Sitze Barri. De ese amor nacieron siete hijos: Dolores, Carmen, Mari Ángeles, Kepa, Inazio, Víctor y Manu. Todos ellos han llevado y llevan la trikitixa en sus venas, unos tocando el soinu o el pandero, otros bailando con garra al ritmo de estos sonidos ancestrales. Y lo mismo se puede decir del ejército de nietos de Tomás Sitze, que abanderan orgullosos su apellido y sienten la triki en las tripas y en el corazón.

Junto a él tocaron nombres del mundo de la trikitixa tan relevantes como el del urduliztarra Luis Bilbao o Rufino Arrola, el Herrero de Andrakas. Y por supuesto, tocó con su hijo, el gatikarra Kepa Arrizabalaga, uno de los mejores pandereteros de Euskal Herria y que es historia viva de la música tradicional vasca.

Tomás murió en 1978 con 71 años. Agus Barandiaran, alma mater de Korrontzi no llegó a conocerle en persona. Pero su música ha estado muy presente en su vida. Veía la foto de Tomás Sitze en la portada de aquel mítico disco, Bizkaiko Trikitilariak, y su aita ponía en el coche aquella cinta una y otra vez. Con el tiempo, Agus puso en marcha el grupo Urgabe junto a Ainara Arrizabalaga, precisamente una de las nietas de Tomás. Así pues, hoy al frente de Korrontzi, Agus califica al de Sitze como “uno de los referentes de la trikitixa en Bizkaia”. “Por gente como él, hoy hay gente que toca la trikitixa; por gente como él, yo toco la trikitixa”, explica. “La música de Tomás Sitze era muy arraigada a la tierra. No tenía conocimientos de solfeo, como la mayoría de los trikitilaris de aquel entonces, pero tocaba con fuerza, con impulsos y con una potencia que los trikitilaris de ahora no tenemos”, añade Agus.

MELÁNCÓLICO

El nuevo disco de Korrontzi, Tradition 2.1, cuenta con la colaboración de 60 músicos de todo el mundo, músicos que esta banda de folk ha ido conociendo en sus muchas giras internacionales. En el tema dedicado a Tomás Arrizabalaga, Isuki-tzeko aldian, ha participado el músico de Israel Liron Man, que toca un instrumento de una profunda sonoridad, el handpans. El handpans se suma aquí a la txalaparta y a un elemento que hace del tema algo especial: la voz de Tomás Arrizabalaga extraída de una entrevista que le hicieron en 1975 en Radio Popular de Bilbao. Resulta curioso que en una canción dedicada a un soinulari, no suene en ningún momento el acordeón... “Es una canción que yo solía tocar con la trikitixa. En la entrevista que se oye en el tema Tomás está triste, porque decía que no había gente que quisiera aprender a tocar. Me pareció que si lo tocaba con trikitixa parecería demasiado alegre, mientras que el handpans le da una sonoridad más melancólica”, explica Agus.

Afortunadamente, sí que ha habido gente que ha seguido los pasos de Tomás Arrizabalaga. Ese es su legado. Y es que, tal y como dice el locutor en la entrevista que se oye en este tema, él es “uno de los mejores trikitilaris de Euskal Herria”.