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gAlDAMES cumplió con la tradición de empezar el día 24 de diciembre comiendo pan contra viento y marea... nunca mejor dicho, porque el temporal que azota Bizkaia en Navidad puso a prueba la XXVI edición de la feria. Las fuertes rachas de viento desplazaron dos puestos de su sitio y provocaron desprendimientos de varias tejas. De modo que para evitar males mayores la organización optó por trasladar al frontón los stands de artesanía, situados junto a la iglesia, y el taller infantil de talo, mientras que el de pan se impartió dentro del Ayuntamiento. "Al menos no ha habido que suspender actos. Hemos superado la prueba de fuego", se felicitó la técnico de Cultura Kontxi Agirre.

La preocupación cundió en la plaza San Pedro desde primera hora. "Soplaba con tal intensidad que pensé que habría algún accidentado", contaba José Antonio Medrano, de Valpuesta, que se refugió en el pórtico de la iglesia para vender su pan, tal y como viene haciendo desde el primer Ogi Eguna. Desde allí observó cómo "el vendaval levantaba un puesto y movía otro de su sitio por lo menos un metro". "No había visto nada igual y eso que el viento suele dar fuerte en esta zona", resumió. Mari Carmen Solaun relataba cómo "he tenido que agarrarme al puesto porque pegaba por todas las esquinas".

Jesús María Orueta, habitual del Ogi Eguna que todos los años se desplaza a Galdames desde Laudio, ni siquiera llegó a poner su puesto en la plaza San Pedro y se dirigió directamente al frontón. "¡Qué le vamos a hacer! No hay otra opción", afirmaba resignado. Martin Mendibil señalaba con alivio que "pensé que la feria no seguiría adelante porque en algunos momentos ha sido tremendo cómo se sentía el viento".

Aunque "el ambientillo está abajo", como advirtió Purificación Larrauri, la organización se encargó de comunicar por megafonía los cambios respecto al organigrama habitual y pronto los vecinos del municipio, ciclistas, montañeros y otros visitantes que no faltan a su cita anual con el pan artesano de Galdames se repartieron entre las dos áreas festivas.

Ya todo un clásico de la Navidad, en el Ogi Eguna "se vende mucho", en opinión de Mari Carmen Solaun, que todos los años hace el viaje a Enkarterri desde Okondo. Y es que "el pan casero, elaborado con levadura madre en horno de leña", es un auténtico manjar que "se puede comer durante cuatro o cinco días".

El concurso de pan cocinado en horno de leña reunió a 45 participantes, cumpliendo los pronósticos del Ayuntamiento. A las 11.00 horas las hogazas se exhibían ya en los soportales del edificio consistorial, esperando la evaluación de un jurado compuesto por los expertos en gastronomía Miren Humaran, Garbiñe Badiola y Antonio Gallardo.

calidad Degustaron todos y cada uno de los panes puntuando sabor, olor, corteza, cocción y presencia. "Solo probamos un poco para sacar el gusto y luego bebemos agua", desveló Garbiñe Badiola. De lo contrario, con 45 hogazas casi habrían cubierto el cupo para la cena de Nochebuena.

Como veteranos del Ogi Eguna, aprecian que el listón de calidad entre los participantes, muchos de ellos habituales, se eleva edición. a edición. "Los que hacen pan en el caserío vienen cada vez mejor", a juicio de Miren Humaran, que sabe de qué habla puesto que "en casa mis abuelos y mis padres cocinaban pan en horno de leña". El martes, el caserío Sarobe de Ortuella se alzó con el primer premio de cien euros mas trofeo, seguido de La Arboledako Ogia y Jonathan Saratxaga de Güeñes, que se embolsaron setenta y cincuenta euros respectivamente.

Aproximadamente la mitad de los concursantes proceden de Galdames, lo que ha devuelto la vida a muchos hornos artesanos que hasta la instauración del Ogi Eguna se habían deteriorado tanto que corrían el riesgo de desaparecer, llevándose con ellos una seña de identidad local. "Desde que se celebra la feria se han recuperado muchos hornos", señaló Miren Humaran.

Otra tradición de Galdames dicta que el 24 de diciembre Olentzero baja de su retiro en el monte para reencontrarse con los niños y entregarles sus regalos a mediodía en la plaza San Pedro. Ni el viento impidió que el carbonero agasajara a los pequeños, cerrando así la jornada. De ahora en adelante, el pan se verá, pero en las mesas navideñas.